Por orden: Gabriele Münter, Margaret Keane y Lucia Moholy.

Por orden: Gabriele Münter, Margaret Keane y Lucia Moholy.

Magas-Mujeres en la Historia

Obras robadas, rupturas y juicios: tres mujeres artistas que quedaron relegadas a simples musas

Katie McCabe recupera las historias de una veintena de artistas como Gabriele Münter, Margaret Keane o Lucia Moholy en su libro Más que una musa

10 septiembre, 2021 02:27

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La historia está plagada de mujeres que fueron ninguneadas por el mundo artístico y quedaron relegadas a un segundo plano, a la sombra de sus maridos o mentores. Con los años cada vez se investiga más sus carreras, sus vidas y el papel que tuvieron en las obras de los ya más que reconocidos artistas masculinos. Sin embargo, todavía es frecuente que "sean redescubiertas cada diez años aproximadamente". 

En un intento de que sean "encontradas" de forma definitiva y dejar de hablar de ellas como mujeres "eclipsadas o perdidas", Katie McCabe cuenta sus historias en Más que una musa. Relaciones creativas que eclipsaron a las mujeres (Garbuix Books). De esta forma, la escritora y editora irlandesa lucha "contra los monstruos del arte", como ella los denomina, que nunca tuvieron la más mínima intención de dar reconocimiento a sus compañeras, que a veces incluso fueron consideradas simples musas.

A lo largo de sus más de 300 páginas, McCabe narra la historia de casi una veintena de mujeres de distintas disciplinas, estilos y épocas, pero que tienen en común el haber sido borradas o relegadas a ser "la mujer de" o "la alumna de" en la historia del arte durante demasiados años. 

Margaret Keane: retratista

Margaret Keane junto a dos de sus cuadros.

Margaret Keane junto a dos de sus cuadros. @mujeresbacanas

Margaret Keane (Tennessee, 1927) es una retratista, conocida principalmente por sus obras Ojos Grandes. El caso de Keane está descrito por McCabe como "uno de los mayores y más curiosos escándalos de fraude en el mundo del arte del siglo XX" ya que, hasta 1972, la autoría de sus obras se la llevó su marido, Walter Keane. Además, en 2014 Tim Burton llevó al cine la vida de Keane con la película Big Eyes, ya que desde niño fue admirador de su obra.

Desde los 10 años, Margaret Keane mostró dotes para la pintura y a los 18 entró en la Escuela de Moda de Traphagen de Nueva York. Se casó con Frank Ulbrich y tuvo a su única hija, Jane, pero a principios de los años 50 decidió abandonarle y llevarse a su hija. Para salir adelante retomó la pintura y empezó a vender sus obras y a hacer retratos a niños. Entonces conoció a Walter Keane y se casaron. 

Él se convirtió en el relaciones públicas de Margaret pero, antes de que ella se diese cuenta, comenzó a decir que los cuadros eran suyos. Cuando Margaret se enteró y le plantó cara, Walter le dijo: "Hemos vendido, si decimos la verdad ahora podrían denunciarnos. De todos modos, ¿quién compraría la obra de una mujer que pinta?". 

Durante 15 años mantuvieron esa dinámica y la popularidad de los cuadros de Margaret hizo que acabase aislada sin dejar de pintar. Finalmente, Margaret dejó a Walter y se fue con Jane a Honolulu. No podía seguir guardando el secreto y confesó públicamente la verdad, algo que Walter no se tomó muy bien. Su exmarido comenzó a difamarla en los medios y ella le retó a un duelo de pintura en Union Square (San Francisco). Él no se presentó.

Tiempo más tarde acudieron a los tribunales, donde se realizó ese duelo pictórico. Ahí quedó destapada la falsedad de Walter y fue sentenciado a pagar cuatro millones de dólares a Margaret (que finalmente no recibió, ya que él había gastado todas sus ganancias). No obstante, ella siempre mostró compasión hacia Walter, ya que se le diagnosticó un trastorno delirante. Hasta la fecha de su muerte, Walter siguió reclamando la autoría de las obras.

Katie McCabe pudo entrevistar a Margaret en 2019 y le contó que la razón por la que decidió sincerarse de forma pública fue "para sobrevivir y tener algún tipo de dignidad". "Tampoco podía esperar que mi hija pudiera respetarme, por lo que no tenía alternativa", le aseguró desde su residencia.  

Lucia Moholy: escritora y fotógrafa

Lucia Moholy.

Lucia Moholy. Wikimedia Commons

La historia de Lucia Moholy (Praga, 1894-Zúrich, 1989) significa el borrado de una autora en el legado de la Bauhaus. Sus fotografías de la innovadora escuela de arte, fundada en Alemania en 1919, sirvieron para promocionarla y ayudar en el aumento de su prestigio. Sin embargo, nunca le dieron crédito por las imágenes. 

Lucia Moholy llegó a Weimar en 1923 acompañando a su marido, Lázló Moholy-Nagy, que se iba a incorporar en el equipo de profesores de la Bauhaus. Lázló estaba especializado en pintura, pero Lucia hizo de mentora suya en el campo de la fotografía. Rápidamente se convirtió en la fotógrafa principal del centro, pero nunca era reconocida en las publicaciones y acabó relegada al papel de "colaboradora entre bambalinas". 

Gracias a su experiencia en la editorial Ernst Rowohlt, trabajó en la edición y producción de los libros de la Bauhaus. Aunque dentro de ellos destaca su aportación en Pintura, Fotografía, Film (1925), que constituye el octavo volumen de los Libros de la Bauhaus. El libro es considerado uno de los principales pilares de la fotografía pero, de nuevo, no se le dio ningún crédito y se atribuyó toda la autoría a su marido. 

La Bauhaus se cerró definitivamente en 1933 y Lucia, que era de ascendencia judía, se mudó a Londres para huir de los nazis. Por entonces ya estaba separada de Lázló y trabajó como fotógrafa para gente adinerada. La familia de Walter Gropius (fundador de la Bauhaus) y Lázló se habían asentado en EEUU y este último intentó que Lucia se incorporase como profesora de una escuela de Chicago, pero en su currículum solo se la reconocía como "fotógrafa y escritora en prácticas", por lo que fue rechazada. 

Lucia quiso recurrir a unos viejos negativos que había dejado a Lázló antes de irse a Londres, pero la nueva esposa de Moholy-Nagy le dijo que se los habían dejado a Walter Gropius, cuya casa fue alcanzada por una bomba. Moholy dio por perdidas esas imágenes, pero en los años 50 empezaron a aparecer versiones de una gran calidad en distintas publicaciones, y ella empezó a sospechar. 

Se puso en contacto con Gropius y éste le confirmó que tenía los negativos y que estaba usando las fotografías. No contento con eso, también le informó de que había prometido donar los negativos originales al Museo Busch-Reisinger de Harvard, todo ello, por supuesto, sin el consentimiento de Moholy. "¿No tendrías suficiente con que te enviara copias por contacto de los negativos?", le preguntó Gropius en una carta.

Moholy llevó a Gropius a los tribunales y, tras una disputa legal de tres años, recuperó los negativos. Tal y como apunta McCabe: "Ya era demasiado tarde. La leyenda de la Bauhaus se había construido sin ella".  

Grabriele Münter

Gabriele Münter.

Gabriele Münter. Pinterest

Gabriele Münter (Alemania, 1877-Alemania, 1962) estuvo mucho tiempo a la sombra de uno de los artistas más reconocidos de la historia contemporánea: Vasili Kandinsky. Se conocieron en la Phalanx Schule de Múnich y Kandinsky fue su supervisor de la clase de escultura. Aunque se llevaban 11 años y él estaba casado, comenzaron una relación. Kandinsky finalmente dejó a su mujer y la pareja se comprometió.

Viajaron a París, se empaparon de diferentes corrientes artísticas y pasaron varios veranos pintando los paisajes de Murnau. Tal y como apunta McCabe, "puesto que pintaban juntos, su obra se consideraba una extensión de la de Kandinsky"

Pero Münter desarrolló parte de su obra alejada de las técnicas de Kandinsky. Exploró los grabados de madera, la técnica bávara de pintura sobre cristal y el figurativismo, y no llegó a adentrarse tanto en la abstracción como Kandinsky. 

Münter fue también una de las fundadoras del grupo artístico El Jinete Azul, que apostaba por favorecer el individualismo de los artistas, algo que, según McCabe, "se le negó a Münter continuamente". "A ojos de mucha gente, yo era un complemento innecesario de Kandinsky. Se olvida fácilmente que una mujer puede ser también una artista creativa, con talento propio, verdadero y original", escribió en su diario.

Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, Kandinsky tuvo que emigrar a Rusia, aunque prometió a Münter que volvería. Más tarde ella se enteró a través de un amigo común que se había casado con otra mujer. Ella siguió trabajando y se han realizado decenas de exposiciones con su obra, pero pese a que su vida personal se separó, su legado aún se sigue comparando con el de Kandinsky.