La mejor fabada en un rincón secreto.

La mejor fabada en un rincón secreto.

Estilo de vida

Es cero turístico, pero se come genial en este pueblecito ideal para ir en Navidad: "La mejor fabada en un local secreto"

Este restaurante escondido, sin cartel ni publicidad, es la joya de este pequeño e idílico rincón en el que perderse es lo mejor que te puede pasar.

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En Asturias todavía existen lugares que no han sido absorbidos por la fiebre turística ni por la necesidad de llamar la atención. Sitios donde no hay carteles luminosos, ni reseñas virales, ni colas a la puerta. Peón es uno de ellos.

Una parroquia discreta, perteneciente al concejo de Villaviciosa, donde la vida transcurre despacio y la cocina sigue siendo una cuestión de memoria y de respeto por lo de siempre.

Peón no es un pueblo pensado para el visitante. No presume de playas cercanas, aunque el mar esté a pocos kilómetros, ni de monumentos que obliguen a parar.

Su atractivo está en el paisaje rural, en las casas dispersas, en los prados verdes incluso en invierno y en esa sensación de estar en un lugar auténtico, ajeno al ruido.

En Navidad, cuando muchos buscan destinos llenos de luces y planes organizados, Peón ofrece justo lo contrario. Silencio, caminos secundarios, chimeneas encendidas y una mesa donde comer como se ha comido toda la vida en Asturias. Porque si algo ha dado fama a este lugar es una casa de comidas escondida, casi invisible, pero inolvidable para quien la descubre.

No necesita exhibirse

Situado en una zona elevada y verde del oriente asturiano, Peón conserva un carácter marcadamente rural. Aquí no hay núcleo urbano como tal, sino barrios, caseríos y caminos que conectan fincas y viviendas. La población es reducida y el día a día sigue marcado por el entorno, por el clima y por una forma de vida tranquila.

El paisaje es especialmente agradecido en invierno. Los prados húmedos, los árboles desnudos y la niebla baja componen una estampa que invita a parar. Es fácil entender por qué muchos eligen esta zona para desconectar durante unos días, lejos de la saturación que viven otros puntos de Asturias en fechas señaladas.

No es un destino de paso. A Peón se llega porque se quiere llegar. No hay casualidades ni rutas obligatorias. Y quizá por eso mantiene intacta su esencia. Quien viene buscando autenticidad la encuentra sin esfuerzo, tanto en el entorno como en su gastronomía.

Aquí no hay restaurantes alineados ni terrazas llenas. Solo una casa de comidas que lleva años funcionando casi en silencio, sin rótulos ni reclamos, como se hacía antes. Un lugar al que se entra porque alguien te lo ha contado o porque sabes que, en Asturias, los mejores sitios nunca se anuncian demasiado.

Casa de comidas sin cartel

La fama de esta casa de comidas de Peón se ha construido a base de boca a boca. No tiene letrero, ni web cuidada, ni redes sociales activas. Desde fuera, podría pasar por una vivienda más del pueblo. Pero quien cruza su puerta sabe que está ante uno de esos lugares que ya casi no existen.

Dentro, el ambiente es sencillo y familiar. Mesas robustas, mantel de tela, trato cercano y una cocina que no entiende de prisas. Aquí no se viene a improvisar ni a pedir medias raciones. Se viene a comer, a sentarse con calma y a dejarse llevar, por lo que manda la casa.

La propuesta es clara: cocina tradicional asturiana, sin reinterpretaciones ni adornos. Fabes bien hechas, guisos de cuchara, carnes de calidad y producto de temporada. Todo con ese sabor reconocible que remite a las cocinas de las abuelas, a los domingos largos y a las comidas sin reloj.

La fabada es uno de los platos más celebrados. Contundente, melosa y equilibrada, con el compango bien integrado y la faba en su punto. No busca sorprender, sino convencer. Y lo consigue. Muchos clientes habituales aseguran que es de las mejores que han probado, precisamente por su sencillez.

Junto a ella, aparecen otros clásicos imprescindibles. Pote asturiano, callos, carne guisada, pitu de caleya cuando hay, y pescados según mercado. No hay carta interminable ni platos fuera de contexto. Lo que hay se hace bien y se sirve con generosidad.

Sin prisas ni sustos

Uno de los grandes valores de esta casa de comidas de Peón es que mantiene una relación calidad-precio difícil de encontrar hoy en día. Comer bien no implica aquí un desembolso excesivo ni menús cerrados a precios desorbitados, algo que muchos agradecen especialmente en fechas como la Navidad.

Los platos son abundantes y honestos. No hay presentaciones forzadas ni vajillas de diseño. La comida llega caliente, en su punto y pensada para disfrutarla despacio. Es el tipo de sitio donde el segundo plato no se concibe sin pan, y donde la sobremesa forma parte de la experiencia.

Plato de fabada

Plato de fabada Shutterstock

Los postres siguen la misma línea que el resto de la cocina. Arroz con leche, flan, requesón o tarta casera. Dulces sencillos, hechos allí mismo, que cierran la comida sin empalagar y con ese sabor que remite a lo cotidiano. Nada de postres industriales ni fórmulas repetidas.

El trato es otro de los aspectos más valorados. Cercano, directo y sin artificios. Aquí no hay discursos ni recomendaciones impostadas. Solo alguien que te sirve lo que ha salido de la cocina con la seguridad de que está bien hecho. Y eso, en estos tiempos, es un lujo.

En Navidad, cuando muchos restaurantes apuestan por menús especiales y turnos apretados, esta casa de comidas sigue fiel a su forma de trabajar. Sin estridencias, sin decoraciones excesivas y sin perder su identidad. Comer aquí en diciembre es hacerlo como se ha hecho siempre, con platos calientes y conversación tranquila. Peón no necesita ser famoso. Tampoco su casa de comidas.