Una mujer con maleta dispuesta a viajar.

Una mujer con maleta dispuesta a viajar. istock

Estilo de vida

¿Viajar o hacer turismo? Existen diferencias entre ambos: al turista le importa el dónde y al viajero el cómo

Los turistas han hecho de los destinos lugares accesibles y de sus experiencias, un hecho liberador. El turismo también está ligado a la modernidad, al capitalismo y al consumo. Mientras que viajero está asociado al conocimiento, a la escritura y a la historia.

14 enero, 2024 02:21

El periodista y maestro de periodistas, Pedro Sorela, explicó en un verso que viaja solo quien puede irse.

[Los seis viajes que hay que hacer una vez en la vida: en solitario o con toda la familia al completo]

En este momento vital en el que las ocupaciones familiares, las responsabilidades laborales y el constante sonido del teléfono apedrean nuestro tiempo, ¿qué tipo de persona es la que puede irse?, ¿quién puede escapar de los compromisos para dedicarle el tiempo necesario a un viaje? Y, ¿cuánto tiempo es el tiempo necesario?

El mundo en constante movimiento

El ser humano siempre ha viajado y necesita hacerlo a pesar de todas las circunstancias. De hecho, el viaje nunca se ha detenido y la gente lo hace por motivos laborales, científicos, religiosos, deportivos, comerciales o existenciales.

Hay quien lo hace por necesidad, como los miles de refugiados que dejan sus hogares por obligación, y otros que lo hacen por el simple gusto de hacerlo: el placer de viajar.

El catedrático de Literatura e investigador de la Universidad de Sevilla, Manuel Ángel Vázquez Medel, considera el viaje un 'Imperativo vital'. “Viajamos por un impulso interior. Viajamos en el espacio, en el tiempo, pero, sobre todo, viajamos desde el mundo de una conciencia que se amplia y enriquece a través de los viajes adecuados”.

Tailandia, el paraíso del turismo y el viajero

Tailandia es un destino abierto a todo tipo de público. Cuando el turista se instala en las calles abarrotadas de vida, percibe que no está solo, que miles de personas cómo él han acabado en este lugar con las mismas, o muy diferentes, inquietudes.

Se asocia el fenómeno Tailandia con oleadas de personas que campan por las playas y se divierten entre los barrios nocturnos de Bangkok. Sin embargo, muchos turistas se convirtieron en viajeros cuando se enamoraron de la ciudad, de su población o de su religión y apostaron por instalarse en ella para disfrutar, de forma perenne, de su cultura.

Jim Thompon, el barón de la seda

A principios del siglo XX, un curtido Jim Thompson llegó a Tailandia por casualidad y terminó convirtiéndose en uno de los mayores empresarios del país. Su peregrinaje por tierras orientales lo convirtió en un visionario de los negocios, un explorador de los tejidos y un experto en las hilaturas, ganándose, al poco tiempo, el apodo de 'el barón de la seda'.

Thompson vivió a lo grande consagrándose como el Gran Gatsby tailandés, construyó un imperio textil, y su fama aumentó cuando, en un viaje de negocios a Malasia, desapareció sin dejar rastro.

En la actualidad, se puede visitar el complejo de su vivienda para admirar la increíble construcción de pabellones con el taller donde se expone su trayectoria laboral y algunos de sus diseños textiles.

A unos kilómetros de la casa de Thompson se encuentra el parque Lumpini, el pulmón de Bangkok, el lugar donde conviven varanos con carpas, el edén por donde el escritor Lawrence Osborne pasea cada mañana.

Lawrence Osborne, escritor y vividor

Lawrence Osborne es otro de los grandes viajeros que optó por instalarse en Tailandia cuando, inesperadamente, tuvo que acudir al dentista y pudo pagar la factura con el dinero suelto que llevaba en la billetera.

En su libro, Bangkok, el escritor narra su descabellado primer viaje al país de los templos y la sorpresa de someterse a diferentes tratamientos médicos por “puñado de dólares”.

“Era un caminante nocturno en una sociedad elegida y calculada, recorría las calles hasta alta de la madrugada merodeando como un mapache. Acabó gustándome el olor a albahaca seca y humo de marihuana que Bangkok parecía expulsar por unas narices invisibles”

Además de aportar datos sobre la extensión y crecimiento de la ciudad, sobre la gastronomía y la medicina tailandesa, con el tiempo y la ayuda de las 'malas' compañías decidió mudarse definitivamente a Tailandia y hacer de su barrio un palacio con vistas.

Rompiendo las fronteras del mundo

El mundo está en constante re-evolución, en un constante re-ajuste donde re-aprender y re-inventarse es la tónica habitual para poder seguir re-viviendo. Uno de los aspectos positivos que está suscrito al turismo es que cumple el objetivo de poner el viaje al alcance de todo el mundo.

Aunque se trate de un fenómeno implacable y en su contra se diga que avanza despiadado volviendo al mundo (y a los problemas que en él habitan) vulnerables, también rompe las fronteras y demuestra que no existe diferencia entre los humanos, ya sea por el hecho de pertenecer a otro lugar, ser de otro color o hablar una lengua distinta.

Los turistas han hecho de los destinos lugares accesibles y de sus experiencias, un hecho liberador.

El turismo también está ligado a la modernidad, al capitalismo, al consumo y, sus escapadas, suelen ser circulares: un trayecto de ida y vuelta donde la persona regresa al mismo punto de partida con un puñado de fotografías y anécdotas.

Mientras que este fenómeno se relaciona con el ocio e incluye altas dosis de esparcimiento y descanso, el término 'viajero' va asociado a la historia, a la gran metáfora de la vida y de la muerte, al conocimiento, la sabiduría y la escritura.

Al turista le importa el dónde y al viajero el cómo

Con los viajes se elaboraron las primeras explicaciones filosóficas y se conquistó el espacio y, quienes viajan, se definen por la intención con la que parten y no por los lugares que han visitado.

Un ejemplo de viajero fue Darwin a bordo del Beagle y, otro muy diferente, Don Quijote a lomos de su Rocinante.

Hay peregrinos laicos que recorren la Praga de Kafka buscando las miguitas de pan que dejó el escritor por sus calles y, otros muchos, que pasean por el Macondo imaginario de García Márquez sin salir de su casa. Sin embargo, ya sean personajes históricos o ficticios, todos los viajeros comparten el mismo espíritu aventurero que trasmite el poema de Cavafis:

Cuando el emprendas tu viaje a Ítaca
Pide que el camino sea largo
lleno de aventuras
lleno de experiencias”

El rasgo en común de turistas y viajeros

En todo caso, en ambos estilos de viaje, la inquietud por lo desconocido es lo que mueve a las personas en busca de aprendizaje. Todo viaje comienza con una gran pregunta para la que, en algún lugar, existe una respuesta y, en el constante esfuerzo de la imaginación por resolverla, está la casilla de salida.

El escritor Martín Caparrós ha plantado un limonero, tiene un hijo cocinero y ha escrito 22 libros. En una de sus conferencias dijo: “antes que en el camino, la idea se siembra en la cabeza”.

Es en este crecimiento efímero, en este paréntesis fugaz, donde las ideas se gestan y cobran vida, donde se anclan a nuestra imaginación y brotan salvajes, y, aunque algunas veces sean imágenes inconscientes y las rememoremos solo en sueños, otras muchas veces están ferozmente detalladas en una esquina de nuestra imaginación.

Junto con la huida, la curiosidad y la exploración, la búsqueda es el sinónimo, la esencia y la raíz del viaje. No hace falta tener un plan ni tampoco perseguirlo. Como diría Shakespeare, “el asunto es moverse”.