Una escena de la serie Madres.

Una escena de la serie "Madres".

Actualidad Dimito como madre

Por qué los hombres deberían ser "Madres": la serie que ahonda en nuestra miseria

La nueva serie de Aitor Gabilondo ('El Príncipe' o 'Vivir sin permiso') en Amazon Prime enmarca como nadie la esencia de la maternidad hoy en día. Y no, no es el instinto de protección.

22 mayo, 2020 02:56

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A priori una serie que se llame "Madres" es un riesgo para quien la hace y también para quién decide verla. ¿Es un título que atraiga a todo el mundo frente al televisor? ¿No parece de esos que te tiran para atrás porque puedes imaginarte que todo será lacrimógeno? ¿O épico? ¿Lleno de verdades? ¿O de tópicos?

Siempre decimos que 'madre no hay más que una' o tiramos de expresiones como 'madre coraje' o 'nadie te conoce como tu madre' para asentar una posición que, en días de pandemia como estos, se pesa en horas, muchísimas horas, las que echamos de más las mujeres en el cuidado y atención de los niños y de la casa. ("Y esto no es conciliar", como han denunciado el Club de las Malasmadres y la asociación 'Yo no renuncio').

El creador de estos capítulos, Aitor Gabilondo, que tiene en su haber grandes éxitos como 'El Príncipe' o 'Vivir sin Permiso', asegura que quiso hacer un homenaje a esta figura después de haber pasado mucho tiempo en un hospital siendo pequeño donde se dio cuenta de que, después de sanitarios y enfermos, lo que más abundaba eran, precisamente, las madres.

¿Verdad o tópico?

He de confesar que empecé a verla con muchos prejuicios. ¿Por qué siempre que hacen series de sufridoras tenemos que ser las mujeres las protagonistas? Da igual si hablamos de la faceta de la maternidad o de ser amas de casa desesperadas. Pero ya en el segundo capítulo respiré: su creador había captado como nadie la esencia actual de ser madre.

Y no, no es el instinto de cuidar de nuestras crías que la salvaje naturaleza nos ha regalado y del que hacemos gala en cualquier lugar del mundo. La esencia de la maternidad actual es ese sentimiento de fracaso que tenemos todas por el simple hecho de ser humanas y de no llegar a todo lo que nos hemos ido autorregalando en la pelea por la igualdad, que parece afectar a todo menos a esta losa.

¿Verdad o tópico?

Esa es nuestra miseria, la de tener la sensación de que hagamos lo que hagamos es nuestra culpa por no haberlo hecho perfecto (el 'bien' ya huele a suspenso). Es ese sabor al fracaso precisamente lo que une a las seis mujeres de la serie (una pediatra, tres madres, una abuela y una embarazada). Ni siquiera es tener hijos o tener buena relación con sus madres ni trabajar o ser ama de casa... Lo que nos une es no haber sabido exigir igualdad a la hora de cargar con la (habitual) culpa que aparece siempre como la mala hierba por fallar a los hijos.

En una de las escenas de la serie, uno de los padres, cuya hija está ingresada por anorexia, esputa contra su mujer que ha perdido el trabajo, su matrimonio y su vida por estar siempre en una sala de espera: "¿Que por qué no he ido al hospital? Porque tú estás siempre. No dejas espacio". Más culpa.

¿Verdad o tópico?

Las mujeres llevamos siglos pidiendo el voto, la igualdad de derechos, el acceso al mundo laboral, cobrar lo mismo, pelear por los mismos puestos y, con muchas y profundas heridas, teníamos opciones de ganar la guerra (al menos antes del coronavirus). Pero la batalla final que se plantea tiene que ser la de la culpa.

Muchas psicólogas advierten en terapia que mejor que recriminar que tu pareja se vaya a jugar al pádel a la hora de la cena, es que tú también te vayas al gimnasio cuando te toque. Que mejor que enfadarse porque se va a tomar algo después del trabajo, que nosotras también deberíamos irnos... un plan perfecto si no fuera porque los niños no son máquinas que se desconectan mientras le damos a la raqueta o nos pedimos otra caña.

Ellos siguen sus vidas ¡Qué osadía! Y la solución no puede ser que nosotras nos volvamos "hombres". La verdadera conciliación pasa porque ellos se conviertan en madres (en el sentido originario de la palabra y no como una mera cualidad femenina). Si no, estamos perdidas.

Y nadie habla de parir. Hablo de asumir en la agenda de tu día que los niños comen, que van al colegio, que hay reuniones con los profesores, disfraces que comprar, equipajes que llevar los lunes, miércoles o viernes, partidos a los que acudir una hora antes del inicio, deberes que hacer, clases extraescolares a las que no pueden faltar, que se les quedan pequeñas las camisetas, que necesitan un pegamento, que la mochila se ha roto, que tienen un cumpleaños, que hay que comprar el regalo, que el dentista sólo puede por las tardes, que las citas del médico (mira tú que casualidad) no pueden elegirse, que tienen que estar en la cama antes de las 10...

Parecen tonterías. Cosas fáciles, ¿no? Pero no conseguiremos cambiar la estructura del mercado laboral, las jornadas interminables, los horarios infernales o las renuncias constantes si no cambiamos la estructura de las familias para que haya solo madres (independientemente del sexo de cada uno). Y cuanto antes mejor porque si no, los hospitales seguirán estando llenos de madres femeninas culpables (renunciando y desquiciadas por no llegar a todo). ¿Verdad o tópico?