Cuando leemos titulares del tipo «Málaga, motor económico de Andalucía» da la impresión de que la riqueza nos sale por las orejas a todos los ciudadanos. Al igual que lo de la estadística del pollo popularizada por Umberto Eco, que no es más que una ilustración humorística que viene a decir que si una persona se come dos pollos y otra ninguno, la media sería un pollo por persona.
Es una gran noticia que el PIB en Málaga crezca más que en ninguna provincia de Andalucía. Todo ello gracias a que el turismo bate récords, llegan inversiones y la ciudad se vende dentro y fuera de España como historia de éxito.
Pero la mayoría de los malagueños-as cuando miran su nómina, pagan el alquiler/hipoteca o ven cómo la cesta de la compra se encarece constantemente, ya ahí la sensación es bastante menos eufórica. Es cuando la macroeconomía deja paso a la realidad microeconómica, y se ve con agnosticismo el indicador macro del PIB o PIB per cápita, en contraposición de la realidad que nos ofrece la microeconomía que se centra en el comportamiento de los agentes económicos individuales, poniendo foco en los consumidores, empresas y trabajadores.
Ciertamente, la macroeconomía maneja los agregados económicos como el PIB, tasa de paro, inversión extranjera, exportaciones, balanza por cuenta corriente, etc. Es como si nos subiéramos a un dron y viéramos la economía a vista de pájaro.
Sin embargo, la microeconomía es otra cosa, ya que atañe directamente al individuo y sus circunstancias. Es la perspectiva a ras de suelo, la que decide si una familia llega o no al día 30 de cada mes. Confundir ambas miradas nos lleva a frases engañosas del tipo “Málaga va muy bien”, aunque muchos malagueños sigan atrapados en una economía doméstica muy ajustada.
Si bajamos de los grandes titulares a los datos de renta y cohesión social, el contraste es evidente. Informes recientes sitúan a Málaga entre las provincias con mayor desigualdad de ingresos y peor cohesión social de España.
Viene a decir el informe que la provincia genera mucha riqueza, pero la reparte mal y de forma muy desigual, tanto entre personas como entre territorios dentro de la provincia. El resultado es un mapa social en el que conviven zonas de alta renta con zonas deprimidas, y todo ello pasa a muy pocos kilómetros de distancia.
Los datos concretos de renta media neta anual por persona en Málaga según INE son de 12.950 € y por unidad de consumo 19.335 €, frente a las cifras de renta media nacional que son de 15.036 € por persona y 22.318 € por unidad de consumo.
Así, que, las rentas medias de los hogares malagueños, tanto por persona como por unidad de consumo, colocan a la provincia en el tercio inferior del país. La buena noticia sería que hay una mejora en los datos respecto a años anteriores, y que estamos algo por encima de la media andaluza. Eso significa que dentro de Andalucía destacamos, pero en el conjunto de España seguimos yendo por detrás de las grandes áreas metropolitanas como Madrid o Barcelona, y muy lejos aún de muchas ciudades europeas con las que debemos compararnos.
Parafraseando al líder de Esquerra cuando afirmó algo así «el PIB no se come», y muy a mi pesar, ya que este político no es precisamente santo de mi devoción, debo decir que en esto estoy de acuerdo con él, teniendo en cuenta que me considero un economista adscrito a la cofradía de la escuela de pensamiento económico de los clásicos, y creo en las leyes del mercado y su autorregulación, en la mano invisible de Smith y el laissez-faire.
Sin embargo, incluso desde esa óptica liberal, es imposible ignorar que el crecimiento del PIB sirve para los discursos y las estadísticas, de hecho, la nevera no se llena con PIB, sino con rentas y salarios, y no con gráficos macroeconómicos.
Pero cuidado, con ello no estoy incitando a que el gobierno de turno siga haciendo trampas en el solitario a la hora de subir y subir el SMI (Salario Mínimo Interprofesional) a base de decretazos, sin contar con el empresariado y las asociaciones que nos representan. Este no es el camino, pues ir por esta senda solo traerá más desgracia económica, y ya lo estamos viendo con la inflación descontrolada que España está sufriendo por mor de estas subidas del SMI, con el consiguiente efecto colateral y empuje en los salarios en general, y todo ello de un modo artificioso. Las empresas no pueden seguir este ritmo de subidas salariales, tanto directas como las indirectas que conllevan más permisos retribuidos, reducción de la jornada laboral, aumento del absentismo, etc.
El reto pasa por elevar la calidad del turismo y de los servicios, un mayor número de PYMES con más tamaño y nivel de competencia, reforzar la formación y el reciclaje profesional, reducir la burocracia inútil de las distintas administraciones etc. Sólo así el crecimiento en indicadores macros dejará de ser una cifra en un informe para convertirse en una mejora tangible de la renta familiar en toda la provincia, y no sólo en una minoría.
Mientras tanto, disfrutemos de que Málaga siga llenando portadas y redes sociales con sus éxitos macroeconómicos y sus luces de Navidad de la calle Larios. Es mejor esta situación sin duda, pero no dejemos de intentar la verdadera convergencia a la hora de que se reparta mejor la riqueza generada y que exista una vigorosa clase media que tire del carro de la economía.
En fin, la macroeconomía ilumina el cielo y la microeconomía nos recuerda quién puede llegar a fin de mes y vivir algo más desahogado. Consigamos entre todos un sueño compartido de una macroeconomía bien correlacionada con la microeconomía en nuestra Málaga.