No hay quien vea con indiferencia el último mes del año o enero, ese primer mes. A partir de estos días que rodean la finalización del año, todos repasan su tiempo pasado y cuentan el que les queda por delante. De todos los sonidos de campanas, el más solemne es el de las últimas campanadas que despiden el año que nos deja. Nunca se oyen sin que a la mente nos vengan de forma atropellada todas las imágenes difusas de los últimos doce meses.

Todo lo que hemos hecho o sufrido, alcanzado o abandonado en ese tiempo que se ha ido o nos acompañará para siempre, según se mire. Y a la misma vez, una sensación de nuevos comienzos nos invade. Algunos empiezan a darle un valor del mismo modo que lo hacen en septiembre, adquiriendo un matiz de segunda oportunidad.

El futuro en superposición

2025 ha sido un año en el que la inteligencia artificial ha dejado de ser novedad para convertirse en rutina. Y cuando la rutina se acelera, lo urgente es volver a lo esencial para mí, las preguntas. En un ruido constante, descubrimos algo inquietante, todo el mundo opina sobre IA o cuántica, pero muy pocos saben cómo funcionan realmente.

Como ingeniera, me he pasado el año hablando de decisiones, correlaciones espurias, inferencia causal, sesgos y ética. Y, sin embargo, cada conversación técnica acababa llevándome a lo mismo, ¿cómo pensamos? ¿cómo funciona la tecnología? Quizá estas dos preguntas son las que deberíamos hacernos.

Y esto me recuerda a Arquímedes y su famosa frase atribuida, “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Si esto era puro conocimiento físico en forma de metáfora, hoy ni apoyo ni sentido de lo que nos rodea.

En un tiempo donde nos dejamos llevar por promesas de soluciones automáticas, Arquímedes nos recuerda que lo esencial es encontrar el punto de apoyo correcto, la pregunta correcta, el dato significativo, la estructura invisible que hace comprensible un sistema.

Arquímedes descubrió que un cuerpo sumergido experimenta un empuje igual al peso del fluido desalojado. El principio de flotación. Hoy, simbólicamente, podría decirse que estamos hundidos por la poca densidad de conocimiento que sostiene a las ideas efímeras, que desaparecen con energía centrífuga.

La crisis invisible del criterio. El declive de la lucidez.

La famosa tensión entre sesgo y varianza en aprendizaje automático es, en realidad, un espejo de nosotros mismos. Reducimos el mundo a una única idea, o lo convertimos en una maraña incoherente. El verdadero desafío está en el equilibrio, en esa región donde no subajustamos la realidad ni la sobreajustamos al ruido.

Pero ese equilibrio exige esfuerzo cognitivo, y aquí entra en juego un concepto que ha atravesado silenciosamente el año, la descarga cognitiva. Esta consiste en delegar tareas mentales (analizar o tomar decisiones) a herramientas tecnológicas reduciendo nuestro esfuerzo mental, actuando como un "atajo" que libera recursos, pero que también puede llevar a la pérdida de habilidades

Este concepto no es nuevo. La diferencia ahora radica en la escala y la sutileza en la que las usamos. Pensábamos que solo afectaba al cálculo o a la orientación, pero ahora se extiende a la validación, al razonamiento o a la comprobación. La IA sintetiza, resume, corrige y propone. Y aun así, paradójicamente, podemos terminar pensando menos. No es que lo diga yo, lo dicen estudios del MIT, entre otros. Depender de la IA sin cuestionarla reduce la atención, la motivación y la profundidad de pensamiento.

El apagón, un recordatorio inesperado

En un podcast que hice esta primavera, debatíamos si vivir al margen de la tecnología era posible. Semanas después, un apagón nos respondió sin metáforas. Durante horas volvimos a la radio (los que teníamos una en casa, como buenos enamorados de lo analógico), al libro, al silencio.

Fue casi simbólico, un ensayo general de lo que ocurre cuando la tecnología, esa presencia silenciosa que damos por sentada, desaparece. Y, además, cuando el desconocimiento sobre energía se hace evidente.

No hace mucho escuché hablar sobre sostenibilidad, tocando muchos temas como la minería, la energía, los datacenters, el greenwashing, etc. Dicho esto, este mes fue nuestra patrona, patrona de los mineros, Santa Bárbara.

Retomo, es cierto que querer meter en una charla temáticas de las que uno no es experto conlleva a que sea muy difícil encajarlo todo. Para los que somos ingenieros de minas, cuando escuchamos hablar de energía y minería ponemos todos nuestros sentidos en marcha. ¡Nada de descarga cognitiva!
Para desarrollar tecnología se necesita consumo energético. No hay innovación sin inversión energética, igual que no hay modelos sin datos. Para eficientar rutas aéreas se necesita IA y cuántica, por tanto, consumo energético puntualmente en espacios de tiempo para reducir el consumo de queroseno o combustible que corresponda. O el reto de que con más sea menos a futuro.

Problemas agrícolas, pero "plantamos" placas solares por doquier, que están hechas de minerales, extraídos por la minería, con motores de combustión principalmente (los más eficientes actualmente). No es un drama, es una realidad que es parte del progreso de años de investigación. A fecha, no disponemos de eficiencia o disponibilidad similar. La nuclear es un apoyo clave para gestionar el sistema eléctrico.

Cómo funcionaba o funciona el sistema eléctrico de un país es clave para entender su casuística e impacto en el resto de recursos. Qué distribución energética hay y qué empresas trabajan, nacionales o internacionales para la extracción de mineral, también es clave. No con todos los minerales se necesitan las mismas cantidades de agua. Ni es lo mismo extraer y separar cobre con sulfuro, óxidos y carbonatos, que extraer carbón.

Hablando de carbón, estos Reyes Magos ya están a la vuelta de la esquina. Me gustaría cerrar este año manifestando la felicidad por el próximo año nuevo que se presenta, en vez del deceso del predecesor.

Dar la bienvenida al que llega, pero sin apresurar al que se va. Llegarán novedades, libros nuevos (esas hojas de papel que nos transportan), caras nuevas, años nuevos, enfrentando un nuevo porvenir. Sumergirse en visiones y conclusiones, encontrarse con alegrías y decepciones pasadas, es parte del ejercicio final de este mes.

Pero dispuesta nuevamente a disfrutar del sol, el cielo y la brisa, las caminatas solitarias y las vacaciones veraniegas, junto con el verdor de los campos. En una espléndida mañana de junio, bajo el brillante azul sofocante, qué fácil es ver el año entero con no poca sensación de alegría. Aunque aquí en Málaga podemos permitirnos ese privilegio prácticamente todo el año. Con este sol que nos acompaña, nos expandimos y florecemos, llenos de fuerza, nos sentimos sabios y valientes por siempre.

Llega el final de año, con sus copas festivas y la luz de las velas. Bebamos, pues, otra copa de vino generoso. Feliz Año Nuevo y que muchos días soleados nos acompañen y sigan guiando.

Siempre hay flores para quien desea verlas.” Henri Matisse