Se estima que el 89% de las empresas en España son familiares y este porcentaje se eleva aún más para el caso de las PYME. Según el Joint Research Center (2023), las PYME representan más del 99 % de las empresas de la Unión Europea (UE), constituyendo la parte central de la economía de la UE-27.
De estas, las microempresas son la mayoría y generan una mayor proporción del empleo total de las PYME que las pequeñas (46 % y 30 %, respectivamente), y las pequeñas dan más empleo que las medianas (24 %). Sin embargo, las tres clases de tamaño de las PYME generan aproximadamente la misma proporción del valor añadido.
En España, el escenario no es muy diferente: un 99,8% de las empresas son PYME. Las PYME sin asalariados y con asalariados generan el 61,1% del empleo, mientras las grandes empresas que sólo son el 0,2% de las empresas, son responsables de casi el 40% del empleo.
De esta distribución cabe resaltar que España presenta un tejido empresarial muy atomizado, y esto tiene evidentes efectos negativos en términos de productividad y competitividad. Por poner cifras, según la Comisión Europea (2024), las empresas medianas europeas generan el 80% de la productividad que genera la gran empresa, las pequeñas empresas el 63%, mientras que las microempresas sólo alcanzan el 49%. Esta brecha de productividad entre la empresa grande y las PYME es aún mayor en España. No obstante, la falta de competitividad de la PYME no es sólo cuestión de tamaño.
Funcas (2025) aclara que el reducido tamaño empresarial no constituye un rasgo distintivo de la economía española en comparación con la mayoría de los países europeos. España, en términos de número de PYME per cápita está por encima de la media europea, sin embargo, las PYME españolas generan mucho menos valor añadido por persona empleada que otros países con mayor densidad de PYME.
Luxemburgo, Bélgica o Países Bajos, son ejemplo de ello. En el caso de los Países Bajos, cuyo porcentaje de PYME respecto al total de empresas es equiparable al de España, se observa que las medianas contribuyen en mayor medida al empleo total y valor añadido generado por las PYME, alcanzando un 27,9 % y 38,2%, respectivamente, frente al 19,3 % y 28,2%, registrado en el caso español.
¿Por qué se produce esta diferencia entre Países Bajos y España? ¿Qué hay detrás de esta diferencia en generación de empleo y de valor añadido por persona empleada? La respuesta está en la naturaleza de la actividad desarrollada por las PYME.
En los Países Bajos, más de la mitad de las PYME se concentran en sectores intensivos en conocimiento o en actividades de alta o media tecnología (52,8 %), mientras que en España esta proporción se reduce a una cuarta parte (25,8 %). España, junto a Portugal y Bulgaria, registra el mayor porcentaje de PYME cuya actividad se sitúa en sectores de baja intensidad en conocimiento o de baja tecnología.
Por tanto, hablar de competitividad y de productividad no es sólo hablar de tamaño, que también, sino además de conocimiento y tecnología. El reto es doble: crecer y hacerlo a través de actividades intensivas en conocimiento y tecnología. Empresa + Familia = Bienestar social