Hace algo más de 45 años, mis padres nos empaquetaban a mi hermana y a mí y nos íbamos a Murcia a pasar unos días. El viaje tardaba unas 6 horas y lo hacíamos tres o cuatro veces al año. Ahora RENFE ha establecido una conexión en alta velocidad que tarda 7 horas. Es decir, en un SIMCA 1200 rojo, con dos mocosos vomitando y dando por saco, con la carretera de Las Pedrizas recién inaugurada, sin autovía, con tractores y camiones, atravesando pueblos y parando en Loja, Guadix y Vélez Blanco se tardaba 1 hora menos que en el siglo XXI usando el tren de alta velocidad. De locos.

Obviamente a RENFE le importa un bledo la conexión entre dos de las ciudades más importantes de España. Se trata de un trampantojo logístico destinado a optimizar infraestructuras y ahorrar costes. Tampoco le importan, entre otras, las conexiones entre Sevilla y Valencia o Mérida, capitales regionales de gran importancia. Sin entrar en el flagrante desprecio a Marbella, Motril, Aranda de Duero, Guadix, Lorca u otras muchas ciudades en España.

En el fondo es un síntoma más del atávico mal diseño de nuestra red de movilidad a nivel nacional. Se trata de un diseño centralista: Si la capital de España estuviese en Murcia o Málaga no faltaría una sola conexión. Pero también un modelo basado en el transporte por carretera: según el Observatorio del Transporte y la logística en España (dependiente del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible) el 95% de las mercancías a nivel nacional se mueven por carretera. Teniendo en cuenta que en nuestro país faltan más de 22.000 conductores de camión y autobús, el desarrollo de una red de ferrocarril se antoja una solución necesaria y sostenible para impulsar nuestra economía y situar la competitividad de nuestras empresas en un primer nivel.

Yo comprendo que el ministro Puente esté en un estado permanente de ataque de nervios. Llegar a tu oficina y encontrarte a diario con incidencias por todos lados y con peticiones justificadas de líneas de ferrocarril de alcaldes, plataformas y demás fuerzas vivas y comprobar que no hay dinero para todos debe ser para amargarle el café a cualquiera (aunque tampoco descarto que ya venga atacado de casa). Encima con la nobleza castellana que le caracteriza no tiene problema en decirle a todo el mundo que no hay tela para todos, con lo que ya le quedan pocos sitios donde lo reciban con los brazos abiertos.

Pero no se trata de que cada pueblo tenga su tren. Se trata de que abandonemos una mentalidad y un diseño decimonónicos que asfixian nuestro crecimiento y nos pongamos manos a la obra para disponer de un modelo valiente que de verdad conecte los territorios de España y a España con Europa. Un modelo sensato que integre el transporte por ferrocarril y el de carretera tiene la rentabilidad asegurada.

Estamos de acuerdo en que no tenemos que pagar infraestructuras deficitarias. Pero el beneficio económico no se mide solo con la cuenta de explotación. El retorno que genera a las arcas del Estado gracias al impulso económico de los territorios sería con creces muy superior a la inversión realizada. Es más, si hablásemos de carreteras no habría tanto debate: miles de kilómetros de carretera son deficitarios en su construcción y mantenimiento y ninguna administración pone en duda su carácter vertebrador del territorio ni los beneficios indirectos que generan (sociales, desarrollo de pueblos y comarcas, etc, …).

Tampoco aquí podemos echarle las culpas a un único gobierno. En el último siglo y medio ha habido gobernantes y desgobernantes de todo tipo. Recientemente leí en otro periódico que en 1873 se aprobó una ley para la construcción de la línea ferroviaria Cádiz – Marbella – Málaga con financiación de una empresa inglesa. Eran los tiempos de la Tercera Guerra Carlista o el Cantón de Cartagena entre otros episodios nacionales. Han pasado 150 años y no lo hemos celebrado.

Bastantes frentes tiene abiertos Óscar Puente como para ir a visitar a la ministra Montero y pedirle varias decenas de miles de millones de euros para construir vías de tren y rediseñar un modelo de transportes ("Mira Chiqui. Ponte a la cola que tengo mucha deuda pública que pagar"). Además, es el momento de realizar un diseño de un modelo de movilidad sostenible y vanguardista y de luces largas, evitando parches improvisados, consensuado con todos los actores implicados (administraciones, sector logístico, organizaciones sociales, colectivos de usuarios, etc., …). De conseguirlo, España será de verdad esa potencia económica a la que todos aspiramos.

Seguro que Óscar Puente es capaz de sacar ese talante conciliador y negociador que estamos seguros de que debe tener en algún lugar de su corazón.