Estamos ante una epidemia silenciosa, que lleva con nosotros desde que las carreteras tienen más de un carril por sentido, a saber, desde los años ochenta. Quien la sufre no es consciente de sus actos, es más, se cree totalmente sano. Y, por lo que vemos, no hay cura posible. Esta enfermedad de circular por la izquierda sin motivo aparente es una rara habilidad de los conductores en España que está mutando incluso al carril central si hay más de dos carriles en la vía. Un comportamiento patológico que daría para estudios profundos sobre las motivaciones que lo impulsan.

Hasta principios de los ochenta la red nacional estaba compuesta por carreteras radiales que tenían como inicio Madrid, concretamente el kilómetro cero de la Puerta del Sol. La carretera nacional 1 iba al norte, pasando por Burgos, la 2 tenía como destino Barcelona, la 3 Valencia, la 4 Cádiz, la 5 Badajoz y la 6 La Coruña.

Todas eran de un solo carril por sentido y, obviamente, todos los coches iban por la derecha. Cuando a mediados de los ochenta empezamos a tener autovías, que básicamente eran el desdoblamiento en dos calzadas de esas carreteras nacionales, los conductores empezaron a adquirir mejores vehículos que les proporcionaban una mayor velocidad, por lo que usaban el carril izquierdo muy habitualmente, tanto, que desde entonces esa obsesión se ha convertido en normalidad viaria.

Además, el diseño de las carreteras también tiene mucho que ver con esa actitud aceptada con resignación por la mayoría: vías con cuatro carriles que pasan a tres en algunos tramos e incluso a dos, por lo que ir por la derecha es un incordio porque tienes constantemente que cambiar de carril.

El aumento de la edad media de los conductores activos también es otro de los inconvenientes, porque sus limitaciones físicas no les hace fluidos en la conducción y cambiar de carril para muchos de ellos es una maniobra que les causa tensión. Si a ello sumamos la variedad de motivos que nos distraen mientras conducimos, como teléfonos móviles, navegadores, música o complicada tecnología de los coches actuales, el sorprendente resultado es que en muchas ocasiones nos encontramos los carriles de la derecha más despejados que los de la izquierda.

Si nos atenemos al Reglamento General de Circulación, en carretera y zonas interurbanas, el carril izquierdo y el central, deben de ser utilizados únicamente para adelantar. Cierto es que en el entorno de las ciudades y las rondas de circunvalación que todos vayamos por la derecha con lo cargados de tráfico que van todos los carriles es bastante complicado.

Donde no hay ninguna justificación es en los tramos interurbanos, y a pesar de eso es habitual acercarse más rápido a un coche que circula por la izquierda y que no se aparte, bien porque no se entere ni mire el retrovisor o, simplemente, porque no le da la gana cambiar de carril. En ciudad, sin embargo, cada conductor puede circular “por el carril que más convenga a su destino”, es decir, se puede conducir por la izquierda.

Si esta patología pudiera curarse con una pastilla, la compañía farmacéutica que la fabricase se podría forrar. Otra opción para los creyentes sería rezar algo rápido mientras se circula detrás del vehículo esperando que las plegarias hagan efecto y se aparte. El método más expeditivo sería llamar a los protagonistas de la película Mad Max y que ellos se ocuparan de la labor. Todas son opciones nada reales. Lo único real es que esto no lo cura nadie.