En algún momento, la Málaga institucional concedió que esta sería una campaña electoral sobre la vivienda. El socialista Dani Pérez, que fue a El Muro para demostrar que él era parte de la chavalada alternativa y lo contó poniendo Miss Cafeina, ya había planteado las municipales como un plebiscito sobre la torre del puerto; pero llegó entonces el alcalde y reconoció el problema de la vivienda en su mensaje de Año Nuevo —hace apenas unos meses lo achacaba a la falta de educación de los jóvenes—, para luego entrar en una carrera espacial con los socialistas por ver quién promete más VPO. Sur le dedicó un (dicho sea de paso, estupendo) monográfico al alto precio del suelo en portada y Ciudadanos lo calificó como el principal reto de la ciudad. En los últimos días he visto varias publicaciones sobre lo caro que está el alquiler en la Costa del Sol compartidas hasta en los círculos instagrameros más apolíticos. El de la vivienda es ya, oficialmente, el gran tema de conversación en Málaga.

Si el debate fuera entre pagar más alquiler a cambio de cobrar sueldos más altos, pues mira. No es el caso: jugamos como nunca, perdimos como siempre; pagamos como nunca, cobramos como siempre. Málaga cuenta con algunos de los municipios con el precio medio por vivienda más alto de toda España, mientras que la renta media sigue aún por debajo del promedio nacional. También dijo el alcalde en su mensaje de Año Nuevo: "El éxito de Málaga es de todos y debe ser para todos".

Recuerdo el chiste de un anciano que fue al médico pensando que había embarazado a su joven amante. El doctor le contó entonces la historia del señor que, al encontrarse por el bosque con un oso, fingió que le pegaba un tiro con su bastón: para su sorpresa, el oso cayó muerto por bala. "¡No puede ser! Alguna otra persona debió haber disparado", le interrumpió el anciano. "A ese punto quería llegar yo", le respondió el médico.