Alguien a quien admiro me regaló hace poco Innovation in real places. Strategies for prosperity in an unforgiving world, de Dan Breznitz. El planteamiento general de este libro es el de mostrar cómo Silicom Valley no es necesariamente el mejor modelo a seguir para un territorio que quiera destacar por su desarrollo tecnológico y por la innovación.

El modelo de Silicom Valley se basa, según Breznitz, en el abrumador poder de los hubs tecnológicos que succionan grandes cantidades de talento y de dinero, y que enriquecen a los fundadores y a los financiadores de este tipo de empresas, pero no necesariamente a los empleados ni al territorio en el que se implantan. 

Afortunadamente el Territorio-Málaga cuenta con una fortaleza que no todos los territorios que compiten con ella tienen: que en Málaga se vive muy bien y que su población se siente muy identificada con su espacio vital y su cultura.

No voy a repetir lo que ya todos sabemos, y es que parte del éxito de la ciudad es la apuesta de grandes tecnológicas por su territorio, en gran medida gracias a la voluntad de "volver a casa" de muchos de sus emprendedores.  

Si algo me enseñó la historia reciente del urbanismo es que la mezcla de usos en la ciudad es la garantía de éxito de cualquier nuevo desarrollo inmobiliario. La prueba es que los barrios más atractivos son aquellos que mezclan actividades residenciales, culturales, productivas y asistenciales.

Y por supuesto, muchos árboles que den sombra y creen espacios para el encuentro a la salida del colegio, del súper o en las aceras cuando se pasea. No olvidemos que estos inapropiados y calurosos días de invierno nos recuerdan lo que vamos a sufrir en cuanto se acerque el mes de junio.

La mezcla de usos que tanto nos atrae en la ciudad debe darse también en sus actividades y en la promoción de los distintos intereses de su población. El Ayuntamiento y la Universidad de Málaga han facilitado procesos para estudiantes y jóvenes empresas tecnológicas en el Polo Digital, el Parque Tecnológico o en el campus de Teatinos donde se ha creado un ecosistema en el que echaron sus primeros dientes los "pueblerinos" de los que habla el periodista de El Español de Málaga Demófilo Peláez en su MLG Hub, y que son los fundadores de Freepik, Uptodown, BeSoccer, VirusTotal o Tupl, o ingenieros como Ezequiel Navarro que, aunque no fundó Premo la hizo crecer hasta la gran tecnológica de la innovación que es hoy.

Según dicen los representantes de las empresas que no dejan de acudir a Málaga para establecer bases tecnológicas operativas como Google, Vodafone o Santander, el ecosistema tecnológico que se ha creado en esta ciudad es uno de los atractivos con los que cuenta y que la convierten en una candidata óptima para convertirse en nuevo espacio de innovación europeo. Un ecosistema creado a fuego lento y con el apoyo de toda la sociedad activa y proactiva de Málaga, que es mucha. 

Sin embargo, innovación no es sinónimo de tecnología, pues la innovación se da en todo proceso en el que se introduce la disrupción. En Málaga hay mucha innovación no sólo en tecnología, sino también en un tejido empresarial que "solo" se dedica a cultivar y producir alimentos con el sello Sabor a Málaga y a crear redes de comercialización alternativa, a distribuir mercancías, a ofrecer servicios profesionales, o a crear espacios destinados a promocionar la cultura y el arte. 

Creo que es por todos sabido que uno de los grandes inventos de nuestros gobernantes locales (con el permiso de los promotores del SIPAM de la uva pasa de la Axarquía) ha sido el de la franquicia cultural. Sin esa visión disruptiva no tendríamos un entorno museístico como el que disfrutamos en una ciudad de provincias como ésta. 

Pero un entorno museístico dista mucho de ser un ecosistema cultural. Particularmente admiro a las personas que han apostado por un espacio cultural como es La Invisible, dedicando tiempo y dinero propio a levantar un proyecto que no ha contado con el apoyo con el que han contado las startups tecnológicas en el Polo Digital o en el Rayo Verde, y que más bien al contrario, han tenido a sus dirigentes y gestores sistemáticamente en contra. 

Un ecosistema sano debe reconocer a todos sus agentes y contar con unos gobernantes que lo promuevan y faciliten, no que lo limiten. A la iniciativa personal y privada de Antonio Banderas y La Invisible, deberían unirse muchas otras menos conocidas, pero muy activas como el Centro de Artes Visuales Apertura, la galería GACMA, las librerías Ancora o Proteo u otras muchas iniciativas que nacen desde la pasión por la cultura y el arte, y contar con espacios y apoyo institucional para crear un auténtico ecosistema cultural.

Volvamos al libro del que hablaba más arriba. Mi amigo Ezequiel, que fue quien me lo regaló, no sabía que no leo en inglés. Lo malo de no estar habituada a hacerlo es que tardo mucho en desentrañar el significado de cada frase (Google traductor en mano). Lo bueno de no estar habituada a leer en inglés es que cuando te apropias de una frase, pasa a ser parte de tu ADN. 

Así, con la satisfacción de quien acaba de aprender a atarse los zapatos, traduzco y adapto a este artículo una de las frases del inicio del libro: "La ciudadanía debe impulsar el desarrollo de las instituciones públicas desde una perspectiva de apoyo crítico fomentando procesos de lo que se conoce como 'capital paciente', un tipo de activos compartidos que proporcionan ventajas competitivas únicas a las comunidades, en las que se generen espacios públicos de colaboración en los que las empresas y los particulares que estén aislados encuentren el modo de formar parte de ecosistemas cohesionados."

Aún no tengo claro lo que es el capital paciente, pero apostaría por la idea de que es necesario acompasar los ritmos de crecimiento inmobiliario al del crecimiento de la ciudad en todo su potencial: social, cultural, ambiental, generacional. Estamos en los inicios de lo que puede ser el reflorecimiento de una ciudad histórica que tiene mucho que aportar a su población y a su entorno y que tiene en su población a su mayor activo. Todos los grandes empresarios nos enseñan que a los activos se los cuida para que sigan generando valor. 

Si nuestro objetivo como ciudad, como sociedad y como miembros del cuerpo técnico y político es fomentar el crecimiento de ecosistemas diversos, el crecimiento económico vendrá solo.