No tenía el de Melilla

el tipo de un seductor,

el de un líder o un mentor,

de esos que hay de cascarilla.

Con trabajo y decisión

cimentó una trayectoria

que a Málaga coronó

para escribir en la historia

del baloncesto mundial

páginas que no se borran:

de Maristas, mayoral,

profesor, vida y memoria.

El patio de su colegio

tiene las canastas rotas.

Del seis veinticinco al cielo

se marchó Javier Imbroda.

Las cifras del paro bajan

por toda Málaga entera

y desde La Rosaleda

contribuyen con un alta

para ocupar el banquillo.

Como pedían las redes,

será su nuevo inquilino

el ex malaguista Guede.

Más ilusión que bagaje

trae consigo el bonaerense.

Ojalá y espante el gafe

de un añito deprimente

y anuncie un nuevo proyecto

para dos mil veintitrés

que le devuelva los sueños

al malaguismo de bien

que anima sin que haga falta

reunirse con el equipo.

Que paga, va al campo, calla

y vuelve cantando bajito.

A abril se le ha ido la mano:

de invierno se ha puesto un traje

y las playas ha arrasado

con otoñal oleaje

desde El Palo hasta Sacaba.

Otro palito en la rueda

de esta, la Semana Santa,

del reencuentro y de la vuelta,

de obras inacabadas,

inundados chiringuitos,

de más realidad que ganas

y santos oliendo a frito.

La sonrisa nos la puso

un semáforo a Chiquito.

Del Ave María al mundo

el rincón más escogido

de la ciudad ha de albergar

el homenaje sin fin

al genio de la Calzá

que hace a Málaga feliz.

“¡Al ataquer!”, dice Juanma,

ahora si le preguntan

por hacer adelantadas

elecciones a la Junta.

Cuidadín, mi presidente,

porque en Castilla León

la “jugada inteligente”

salió como les salió.

Veremos qué pasa pues

tras los muros de San Telmo.

Entretanto, sean buenos,

que ustedes lo pasen bien,

que estrenen una sonrisa

este viernes de Dolores

y que nos hagan mejores

los días que se avecinan

para entre tanto ornamento,

recordarnos que la mano

hay que tender y ser bueno

para ser un buen cristiano.