Las vidas que laten tras los mercadillos de Málaga: "Detrás de cada puesto hay familias, impuestos y mucho sacrificio"
Algunos crecieron entre hierros, otros han encontrado en ellos una manera de reinventarse lateralmente, y hay quienes creen que el mercadillo se enfrenta a la extinción ante el auge del comercio online.
Más información: El mercadillo de Málaga tiene un escaparate en TikTok gracias a Jose, un motrileño de solo 22 años
Faltan unos minutos para las siete de la mañana, es miércoles y Málaga duerme. Las calles están desiertas. En la avenida de Europa hay quien se retira las legañas al volante, camino del trabajo, y otros van a la carrera, con sus hijos de la mano, para llegar puntuales al aula matinal.
Pero a la altura de Dos Hermanas, el ambiente es diferente. Se oyen motores de furgonetas, golpes de hierro y voces graves que se saludan entre sueño y rutina. "¡Buenos días, primo!", dice a otro compañero con energía José, con una sonrisa, el pelo engominado y un bonito conjunto veraniego de color negro.
"Yo suelo llegar a las seis, a veces a las cinco y media, pero siempre presentable", responde con gracia este vendedor del mercadillo de Huelin, mientras descarga cajas de zapatos. Su puesto, Glamour Zapa, es sin duda uno de los más populares de este mercado.
José, el tiktoker del mercadillo.
Por su tamaño, pero sobre todo por la cantidad de zapatos que venden. Todos quedan agrupados por tipos en filas de cajas que sirven de expositor. Los tacones en un lado, las zapatillas y manoletinas en otro y la mesa de liquidación con los restos del verano, a la izquierda del todo, sobre una mesa.
Para que todo quede tan estético y llamativo, hay que trabajar muy duro. Y en este sentido, el mercadillo de Huelin, dice José, "es gloria bendita". Un día a la semana va con el resto de sus compañeros a Algeciras y en ocasiones o tiene que pasar la noche en la furgoneta, o bien se ve obligado a levantarse a las tres de la mañana.
"Entre una cosa y otra, allí llegamos sobre las cinco normalmente, hay un pequeño control y hasta cerca de las siete y media no te dejan entrar. Pero si me preguntas a qué hora me suelo levantar de media, sobre las cuatro o cuatro y media", explica.
Lo dice con una serenidad sorprendente, más cuando se sabe que apenas tiene 25 años y toda una vida por delante. "La gente cree que llegamos, abrimos y ya. Ojalá. Hay que montar, ir a emplear, revisar lo que pidan por la web... En nuestro día de descanso, muy entre comillas, hay veces que tenemos que ir a Alicante a por calzado... Esto no se acaba nunca, hay mucho esfuerzo detrás", cuenta.
Y a todo ello tiene que sumar el tiempo que le lleva crear contenido para el TikTok de Glamour Zapa. Este motrileño fue uno de los pioneros de los mercadillos de Málaga en acercarse a esta red social y utilizarla como segundo escaparate. Ahora acumula miles de seguidores que le hacen pedidos y, de paso, se parten de risa con sus vídeos de humor. Todos ellos, sobre el día a día en el mercadillo.
Sus 10.000 pares de zapatos no son solo mercancía: son un monumento a la disciplina y el sacrificio. Cuando se le pregunta qué lo sostiene en el sector, por qué motivo no opta por otros caminos, no lo duda: "Mi mujer, mi niña, pero sobre todo, mi abuela. Ella lleva toda la vida en mercadillos, y aunque los médicos dicen que debería estar en una silla de ruedas, ahí sigue haciendo en los mercados todo lo que puede a sus 76 años. Es mi inspiración. Si ella no se rinde, yo tampoco. Si no he querido estudiar, aquí tengo que estar".
Enrique coloca bisutería sobre la mesa.
No está solo en esa liturgia del amanecer. Enrique lleva 27 años levantando hierros y aunque ha amanecido algo cansado, coloca con esmero paquetes con pendientes sobre una mesa. "Ya ni miro el despertador. El cuerpo me dice cuándo es hora de levantarme", dice, con una voz que debe ser similar a la de la experiencia. Su trabajo es invisible para muchos, pero esencial: sin sus manos y las de sus compañeros, no hay mercadillo en cada barrio de Málaga.
En su caso, vende joyitas de bisutería y su vida ya está anclada al mercadillo: "Lo he intentado en otros trabajos, pero me aburro, no son para mí. Aquí tengo a mis amigos, a mis clientas… esto me gusta". Para él, lo principal para ser vendedor, sin duda, es ser buena persona y tener empatía. "Hay clientas fieles, que me vienen a comprar cada semana, y si les tengo que quitar un eurillo, se lo quito. Hay que ser buena gente. Y aquí seguimos por ellas. Aquí nos conocemos todos, y eso a veces es lo mejor de todo esto, no tanto el negocio", añade.
Si bien, reconoce que la venta "ya no es como antes". Shein le ha hecho especialmente daño y sus ventas han caído considerablemente. "La gente compra estas cositas por Internet", lamenta, comentando que el trato cara a cara, para él, siempre estará por encima de todo.
Miriam, más joven, nació el mismo año en el que Enrique empezó en el mercadillo. Su puesto de ropa para mujer, Modas Miriam, está ya listo para recibir clientas con las primeras claras del día. Todas las prendas están colocadas perfectamente en perchas y organizadas por tejidos y colores, lo que llama la atención desde fuera. Tiene un puesto precioso.
Miriam, vendedora, colocando ropa en su puesto.
"Aunque me veas jovencilla, llevo siete años en esto. Empecé con veinte", dice, algo tímida. Precisamente, asegura que lo que más disfruta de su trabajo es que le ayuda a socializar. Habla con sus clientas, que en ocasiones pasan su rato de desconexión en el mercadillo, como si acudieran a un gabinete psicológico. "Me cuentan sus cositas, les doy consejos...", expresa.
A su edad, reconoce que tanto ella como su marido han puesto "toda la carne en el asador" en su puesto. "La gente no se imagina lo mucho que hay que invertir aquí, lo que hay que moverse para lograr prendas que no tengan otros e intentar diferenciarte, todo ello logrando que el margen de gasto sea lo más rentable", indica.