Cristina, la encargada de Celyan, tapándose la cara con un abanico.
Celyan, un refugio del comercio clásico en el Centro de Málaga: “Cada abanico tiene su sonido, como una buena castañuela”
La tienda ha sobrevivido a crisis y cambios manteniendo intacta su filosofía: escuchar, aconsejar y adaptar cada pieza al cliente, desde la madera de peral de un abanico hasta el ala perfecta de un sombrero.
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“Aquí no despachamos, aquí atendemos. Eso no lo hace todo el mundo.” Esta frase de Cristina, alma y motor de Celyan, una histórica tienda de complementos en el Centro de Málaga, es la llave para abrir la puerta de su negocio, que respira historia, dedicación y una inquebrantable fe en el trato personal.
Celyan nació en 1958, primero como tienda de maletas e imágenes religiosas, hasta que la fundadora, Celyan, decidió dar un giro radical: especializarse en eventos y ceremonias. Con paciencia de artesana y ojo de comerciante, llenó las estanterías de mantillas, mantones y abanicos. Ese fue el primer gran cambio de rumbo y también la raíz de un sello que aún hoy se mantiene.
Cristina no llegó al negocio por herencia directa, sino por lazos familiares con su suegra y, sobre todo, por vocación. Empezó como trabajadora, aprendiendo el oficio desde dentro, y terminó heredando el timón de un barco que ya llevaba décadas surcando las calles de Málaga. “Todo lo que entra en esta tienda es porque yo lo he elegido. Si no, no entraría”, confiesa.
El paso del tiempo y las crisis han moldeado la tienda como el mar esculpe la roca. En plena pandemia, cuando las ceremonias se detuvieron, hubo que reinventarse. "Era la única esperanza que nos quedaba: o nos movíamos o nos moríamos", dice.
Y así fue como nació la línea de sombreros y gorras, inspirada por el gusto personal de su marido, y con ella, la incorporación de la piel artesanal, siempre de origen nacional, salvo excepciones de marcas extranjeras de prestigio.
Pero la historia de Celyan no se mide solo en productos, sino en momentos. Cristina sonríe cuando se le pide que recuerde anécdotas del día a día en sus años liderando la tienda: “Aquí entra tanta gente de todo tipo… que te tienes que reír con todo", asevera.
Esa diversidad ha afinado su instinto para adaptarse: un abanico ligero para quien lo quiera usar a diario y llevarlo siempre en el bolso; otro más económico como recuerdo de su paso por la ciudad, o uno de madera de peral para quienes saben apreciar su calidad, flexibilidad y sonido característico, “igual que una buena castañuela.”
Abanicos en Celyan
Su manera de vender es casi un acto teatral. Cristina invita a abrir un abanico nacional y a sentir su ligereza, luego otro de importación para notar la diferencia. Explica cómo la madera influye en la durabilidad, cómo un buen abanico no debe cansar la mano.
Y cómo el sonido no es un ruido cualquiera, sino una música sutil que revela su calidad. No hay prisa: en Celyan cada venta es una conversación y cada cliente, una historia.
La tienda también es un punto de resistencia. En un centro cada vez más competitivo y con alquileres que expulsan negocios históricos, Celyan se mantiene como un refugio para el comercio tradicional.
El Ayuntamiento la ha reconocido como uno de los comercios más históricos de Málaga, un título que Cristina recibe con orgullo, pero también con humildad compartida con “los compañeros que llevan tantos años dedicados a los negocios.”
Sombreros en Celyan
El futuro, para ella, es claro y sencillo: jubilarse junto a su compañera de toda la vida, en paz y con la satisfacción del trabajo bien hecho. No sabe qué traerá el mañana, pero su brújula no cambia: calidad, atención y amor por el oficio.
Por eso, cuando se le pregunta qué define a Celyan, no duda en repetirlo, con la misma sonrisa con la que recibe a cada cliente: “Nosotros no despachamos, nosotros atendemos”. Y en esas palabras, como en un abanico bien abierto, cabe toda la historia de este lugar.