Al igual que el conjunto de la sociedad, también el colectivo carnavalesco ha tenido que afrontar su mayor reto de los últimos tiempos: reanudar con sumo cuidado la organización para este año; no porque hubiera mucho que celebrar después de las adversidades provocadas por la pandemia, sino por la consideración del carnaval como un hecho cultural de primer orden, además de festivo, y en sintonía, con el resto de entidades culturales. En mi opinión, la respuesta de la Fundación junto con las instituciones públicas y los patrocinadores, así como la de los festejantes ha sido, en este sentido, nuevamente ejemplar. Los últimos seis meses no han sido fáciles para quienes tenían que poner en marcha un repertorio de coplas o unas fantasías candidatas a dioses con todo lo que implica o planificar las estructuras organizativas necesarias para que el carnaval demostrase la madurez y la realidad cultural y festiva alcanzadas, especialmente, desde la recta final del pasado siglo. Diré que, en general, siempre que escucho una copla, observo un disfraz, una escenografía o cualquiera de las múltiples creaciones artísticas que se exhiben, valoro dónde estábamos y dónde hoy.

A fines del verano de 2019, el colectivo carnavalesco asistió a uno de los acontecimientos más importantes de su historia reciente: la inauguración de la Casa del Carnaval en el Perchel. Un logro atenuado también por la pandemia, pero de tal magnitud que, en mi opinión, canaliza ya los retos de organizadores y festejantes en la tarea común de vivir la fiesta en este presente, entregarla a la próxima generación y continuar la tarea de actualización reiniciada en 1979. Sin duda, esta casa simboliza desafíos ilusionantes y, entre ellos, ofrecer cobijo a todas aquellas inquietudes y proyectos como los que, por ejemplo, reseñó el comparsista Miguel Gutiérrez en la conversación que mantuvo con Málaga durante su pregón, orientados al aprendizaje de los misterios del 3X4 y cuantos conocimientos se derivan de esta expresión o –añado– proyectar las diversas formas con las que lo carnavalesco se relaciona con la memoria y la sociedad. Propósitos, en suma, que permitan la consolidación de la Casa del Carnaval como un referente en toda Andalucía; y por ser un trabajo modélico –que he constatado personalmente– citaré el archivo histórico y artístico, cuya base, se ha confeccionado, útil ya para aficionados e investigadores de cualquier nivel. Por esta razón, seguir dotando a la Casa con la estructura interna y cohesión externa adecuadas bajo este objetivo de integración y proyección, serán las que, de nuevo, garanticen no solo esta celebración de la vida que es el carnaval cada mes de febrero, sino un valor que legar, porque, nuestra fiesta, hace tiempo que no solo es cultura, sino un patrimonio más de Málaga, fruto de los esfuerzos por parte de miles de personas durante más de cuatro décadas.

* David Delfín es autor del libro La voz alzada. Carnaval cantado y transformación cultural. Historia del carnaval de Málaga en sus coplas. EDA Libros, 2021.