Orina, formada por Kike, Adrián, Víctor y Manuel, posa para EL ESPAÑOL de Málaga.

Orina, formada por Kike, Adrián, Víctor y Manuel, posa para EL ESPAÑOL de Málaga. Amparo García

Cultura

Orina, la banda malagueña de 'currelas' abonada al fracaso: "Preferimos ser unos buenos perdedores"

Es uno de los grupos más prometedores de la escena alternativa local. A los cuatro integrantes les une su pasión por Death Grips, Tabletom y los boleros. El conjunto actúa este sábado en la Casa Invisible.

1 agosto, 2022 04:00
Málaga

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"Llevo meses haciendo parkour / y he aprendido una valiosa lección: / si algo te apasiona de verdad / no hay límites. [...] Ignora a los que quieres y los que dicen que no puedes". Orina ha conseguido poner banda sonora a una generación de jóvenes malagueños abonados al fracaso y a la incertidumbre (tanto laboral como vital). Hay mucha ironía, calle, ternura y desencanto en cada una de sus canciones.

Esa desilusión no es casual. Víctor Antón Lara (bajo), Adrián López (guitarra), Enrique Domenech (batería, percusiones) y Manuel Rodríguez Álvarez (voz) son hijos de la crisis. "Igual hemos envejecido a la fuerza por la precariedad y las circunstancias", señala Adrián mientras el cantante comenta entre risas: "Me veo dándole un abrazo antes a un jubilado que a un chaval; compro más cupones que nadie". 

El grupo malagueño es a día de hoy uno de los más prometedores de la escasa escena alternativa local liderada por Airbag y La Trinidad. Ellos mismos se definen como "una banda de currelas" porque si algo tienen que hacer es trabajar para pagar las cosas y llegar a fin de mes. "Influye en todo porque no tenemos tiempo para nosotros", señalan, y por ende, para componer música con total libertad y medios suficientes.

La banda malagueña posa haciendo honor a su nombre.

La banda malagueña posa haciendo honor a su nombre. Amparo García

"Enfrentarnos al tipo de vida que se lleva en Málaga influye en la visión de la vida, así como el tipo de trabajos que hemos tenido. La mayoría de mierda", se sincera Manuel antes de enumerar unos cuantos: repartir, camarero, peón de albañil. Adrián opina que tiene mucho que ver con el modelo de ciudad, rendida en gran medida al tótem del turismo ("el centro apesta, está lleno de guiris", reprocha Kike).

Entre sus fuentes beben de "la autosuperación jubilosa de este mundo que nos lanza a la mierda y al trabajo precario", aclara su cantante mientras vuelan los callos, la carrillada y las cañas de cerveza en la taberna El Añejo, uno de los puestos del señero mercado de Bailén y lugar de reunión de la banda malagueña.

En plena pandemia

El grupo publicó sus tres primeras canciones (Parkour, Poli en chándal y Guerra nuclear) en plena pandemia. Eligieron la plataforma Bandcamp para ello (aunque en Youtube también han ido subiendo material). "Tuvimos la oportunidad de grabarlas en la escuela de cine y sonido School Training. En ese momento estudiaba el máster de sonido y nos dejaron hacerlo. Lo grabé y mastericé yo", explica Adrián.

A Víctor se le ocurrió montar un grupo con colegas para "hacer ruido y experimentar" e incluso pensaron en hacer un tema conceptual donde se fundiera imagen y música. "Cada uno tiene un horario diferente. Por ahora no tenemos en mente grabar un disco, pero ensayamos una vez o dos a la semana religiosamente. Estamos muy compenetrados a la hora de componer. No nos da vergüenza", recalcan. 

El conjunto dio sus primeros pasos en la Casa Invisible, centro social y cultural en pleno centro donde les permitieron ensayar y donde actúan este sábado. "Menos mal porque estábamos pelados de pasta", reconoce guasón el cantante. Tres de los cuatro miembros actuales fundaron Orina donde Adrián iba a poner voz. El azar (o no) quiso que Manuel se convirtiera en el carismático frontman.

"Se les ocurrió que cantara. Me liaron en un ensayo para hacerlo. Puse la cámara en un trípode a grabar y canté con mucha vergüenza. Entraba y salía gente de la Casa Invisible. Cada vez que pasaba alguien, bajaba la voz. Me puse a decir cosas muy bajito y no miraba a los ojos a nadie", recuerda el artista, cuyas maneras tan libres y espontáneas de hacer en el escenario recuerdan por momentos a Rockberto.

La huella de Tabletom

Los cuatro músicos admiran precisamente a la banda fundada en 1976 que, al igual que ellos, combina géneros como el jazz, el rock y el flamenco. "Nos encanta Tabletom, pero de ahí a autoproclamarnos hijos adoptivos... No tenemos tanto que ver", señala Víctor mientras señala como legítimos herederos a Fruterías Toñi (su cantante formó parte del emblemático conjunto un tiempo).

Manuel sí se siente "muy identificado" con la figura del sabio cantante de barba poblada. De hecho, hacen un guiño al grupo en los coros de Abonados al fracaso. "Pescaíto frito (del inconfundible disco Inoxidable) me parece temazo. Somos gente muy de la calle, de estar en los bares. Todo se canta en el ensayo y se va escribiendo. La hice pensando en esa canción", cuenta. Abonados al fracaso está protagonizado por un tío que le toca perder siempre en la vida. "Para ser un mal ganador prefiero ser un buen perdedor", zanja.

La banda malagueña pasea por el centro de Málaga.

La banda malagueña pasea por el centro de Málaga. Amparo García

Sus influencias musicales

Los cuatro miembros del grupo se definen como personas "con las orejas muy abiertas" y "muy distintas" a nivel musical. Al principio cayeron rendidos a los encantos de la armonía del jazz etíope. "Lo que más nos une a todos son los boleros. También nos gustan mucho Death Grips y la salsa", reconoce Adrián.

También tienen una versión de la Canción del amor dolido de El amor brujo, obra de Manuel de Falla. "La letra la cambió Manuel y es algo así como doom metal", explica Víctor. Reconocen como influencia directa a la hora de componer temas tan dispares El reloj de Roberto Cantoral y Nuclear War de Sun Ra. Al final, Manuel aclara a qué grupo podrían parecerse: "Nuestra canción es un estribillo de Derby Motoreta's Burrito Kachimba". Salvo porque Orina es una banda más ruidosa y menos flamenca.

La inspiración, en la basura

Entre sus canciones más coreadas en directo está la de Parkour y la de Begoña, cuya letras se basan en textos encontrados en la basura. "Antes hacía mucho collage y cogía cosas que encontraba en la calle. Un amigo me trajo bolsas con papeles. Entre el montón encontré la declaración de amor de un hombre a una cajera del Eroski, una tal Begoña, junto a una foto de empleada del mes. También un cómic muy tierno, titulado Parkour sin límites, donde un chavalito cuenta su experiencia saltando", relata mientras hace un llamamiento para que ese niño aparezca y puedan conocerlo. 

Tras presentar sus credenciales en Madrid, la banda prepara su siguiente canción y videoclip donde hablan de la vida del actor Charles Bronson. "Será nuestro nuevo hit. Fue la primera canción que compusimos. Hemos hecho un trabajo de investigación muy profunda sobre él. Nos hemos visto muchas películas suyas", cuentan. En el tema, de 1:45 de duración y muy acelerado, hablan del pan, "una cosa muy metafórica porque comer es un porrazo y Bronson da hostias como panes", explica Manuel. "Representa a un hombre que está harto de todo y que quiere vengarse", resumen.

-¿No quieren ser famosos?

-A: No creemos en eso. Ojalá pudiéramos vivir de esto. Ya llevamos unos pocos de golpes dados. Lo bonito es que somos amigos, hacemos cosas guay y lo pasamos bien. El día que esto deje de divertirnos lo mandamos a tomar por culo.

-M: No planificamos. Somos todos una veleta. Nos gustaría ganarnos la vida así porque es una cosa muy divertida. A mí lo que más me alimenta la música es la capacidad de poder expresarte en esfuerzos cortos. He hecho otras cosas para expresarme a nivel artístico y requiere esfuerzos muy grandes para que le llegue a la gente. En la música tienes media hora para explotarle las cosas en la cara a tu público. Aquí puedes soltar tu mierda. Es muy liberador. Todo el mundo debería poder hacerlo alguna vez en su vida.