Souleymane vendiendo pulseras.

Souleymane vendiendo pulseras. A.R.

Benalmádena

"Soy un boquerón negro enamorado de Benalmádena": la historia de Souleymane, símbolo de la integración

El senegalés llegó hace veinte años a nuestro país y asegura que ha trabajado y hecho de todo "menos robar". A los que le juzgan por su procedencia, les dice que "no saben de la vida".

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Hora de comer de un sábado cualquiera en Benalmádena. Las terrazas están a rebosar. Familias se reúnen para compartir un buen rato juntos y ya de paso, degustar algún manjar gastronómico. "Buenas tardes, amigo mío, mira qué pulsera te traigo para sorprender a tu mujer", dice una voz entre el gentío, con acento andaluz, que interrumpe la conversación de una de las familias que están en el restaurante.

El resto de mesas se da cuenta de la presencia de este vendedor. Muchos son de Benalmádena. No dudan en levantarse a saludarlo. Mientras tanto, él no pierde el ojo a la mujer del hombre al que trataba de convencer para que le comprara algo. "Venga, hija, que hoy paga él, ¡aprovecha!", le espeta con gracia.

Se llama Souleymane Guisse y nació en Senegal, aunque bien podría haber nacido en Andalucía con el arte que le corre por las venas. En un rato, acaba vendiendo unas cuantas pulseras y regala otras tantas sonrisas. Su espíritu trabajador y su lucha por darle a su familia lo mejor lo han hecho muy conocido en Benalmádena, donde lleva viviendo veinte años.

"Aquí estoy en mi pueblo. Aquí es mi sitio. Yo no me siento inmigrante", afirma con una mezcla de orgullo y ternura. A sus 51 años, su mirada deja imaginar que su vida no ha sido sencilla, pero denota que ha sabido adaptarse como un camaleón a todo tipo de situaciones.

Aunque Souleymane llegó a España hace más de dos décadas en un vuelo como turista, pero con el objetivo claro de quedarse, su estrecho vínculo con España viene de mucho antes. Pasó cinco años trabajando en un barco de pesca con españoles por la costa africana. "Imagina cómo acabó siendo nuestra relación que un gallego, que era mi jefe en Senegal, me dijo: ‘Tú no eres mi empleado, eres mi hermano’", sostiene.

Con ellos aprendió a ser español antes de pisar España. En esos años aprendió los platos típicos, las expresiones locales, la forma de vida. Hablaba español desde antes de cruzar el Mediterráneo, algo poco común. "Me encanta el idioma, me encantan los españoles. Por eso no tuve nunca dificultad para integrarme", añade.

Al llegar a España, lo primero que hizo fue ponerse a vender gafas de sol, pulseras... Todo lo que podía. "Es lo más fácil cuando necesitas ganar dinero y no tienes otra forma", dice. Pero al poco tiempo, la gente del pueblo comenzó a conocerle y a entender su forma de ser y su historia de vida. Por ello no tardaron en caerle trabajos como camarero, "o de lo que fuera". "Yo solo quería poder ayudar a mi familia. Yo hago de todo: vendo, pero si hace falta te arreglo o limpio lo que sea. Lo único que no hago es robar. Lo que se puede hacer para vivir, sin dañar a nadie, lo hago con gusto", asevera.

Pero no todo es color de rosa. Souleymane vive aún con compañeros de piso. En Senegal, dejó parte de su alma: su mujer y sus cuatro hijos, de 5, 13, 21 y 23 años. "Mi sueño es jugar con el pequeño, abrazarlo. Él siempre me dice cuando mi mujer me llama: ‘Papá, quiero verte de verdad’, para que le haga una videollamada. Me pide que le lleve al parque y a mí se me rompe el alma", dice.

La burocracia, el papeleo y la precariedad de la vivienda hacen casi imposible traerlos. Y sin embargo, no pierde la esperanza. "Estoy en ello. Quiero que mis hijos estudien aquí, que tengan futuro, los mayores ya están en esa etapa", dice.

Cuando se le pregunta por el racismo que azota a la sociedad, Souleymane se calla un segundo y luego responde, sereno: "Una persona racista es una persona que no sabe de la vida. Si ha viajado, si ha leído, si le han enseñado, no puede ser racista. Porque entendería que nadie deja a su familia por gusto. Lo hacemos por necesidad. Como hicieron también empresas españolas que fueron a Senegal a pescar, como la que a mí me contrató. Basta con echar un ojo a la historia. Eso también es emigrar", declara.

"El racista no es más que un ignorante. El tiempo le enseñará. La vida le enseñará", insiste, consciente de por qué la vida le trajo a España. Le da rabia oír a los que critican a sus compañeros que deciden cruzar el estrecho a nado o en una patera. "Yo no lo hice porque tras tanto tiempo en el mar me di cuenta de los peligros que había, pero por los míos lo hubiera hecho", confiesa sin dudar.

Recuerda sus noches en vela en Senegal, cuando su trabajo se acabó y se tenía que ir a la cama sin saber si su familia al día siguiente podía llevarse algo a la boca. "Eso lo viví yo. Pero lo peor es que había gente sufriendo más. Venían a pedirme a mí comida, cuando yo no tenía nada".

"Desde que estoy aquí y he ganado algo más de dinero, he conseguido que se muden al interior de Senegal, donde los precios son más baratos. En Fatick, donde vivíamos y de donde yo soy era terrible", indica. Hace unos dos o tres meses que estuvo junto a su familia por última vez y ya cuenta las horas para volver de nuevo.

Pero llama la atención que Souleymane no se queja en ningún momento de la conversación. Solo agradece. Agradece al pueblo que lo ha acogido, a los amigos que lo han tratado como uno más. "Yo soy un boquerón negro, un chichilindri, mi gente lo sabe”, dice entre risas. Y no es broma: su alegría es contagiosa.

"Aquí me siento de aquí. Y todo lo que hago, lo hago por mi pueblo. Porque este pueblo me ha ayudado, me ha enseñado. Y yo se lo debo", dice. Es el presidente de la comunidad senegalesa de Benalmádena. Organizan eventos culturales, comparten tradiciones con los vecinos, buscan la integración real. "Estamos aquí para sumar. Para enseñar lo que somos, lo que traemos. Porque nuestra cultura también enriquece; les enseñamos nuestras tradiciones a los vecinos".

Y así, entre pulseras, abrazos y sonrisas, Souleymane se ha ganado a su pueblo y su pueblo a él. Con el caso de este "boquerón negro" se demuestra ese dicho de que "el malagueño nace donde quiere", ya que nadie es de fuera cuando lo mueve el amor por un lugar. Y que a veces, los que llegan de lejos terminan siendo los que más cerca están del corazón de la gente.