Juan Luis, gerente de Panadería Serrano: “A mis 46 años ya no voy a ser Amancio Ortega y tampoco pretendo serlo”
Panadería Serrano, más de cien años amasando con el alma: "Esto no es una tienda, es mi vida"
Considera que tener un local en el Centro de Málaga puede llegar a ser “prohibitivo” para comercios como el suyo.
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En una esquina de la calle Navarro Ledesma, donde el aroma del pan recién hecho aún despierta a los vecinos, Panadería Serrano sigue latiendo con la fuerza de cuatro generaciones. Juan Luis, el actual gerente y alma del negocio, lo dice sin rodeos: "Esto no es una tienda, es mi vida".
Con 46 años y el delantal siempre a mano, Juan Luis no se considera empresario. Se define panadero, de los de verdad. De los que se forman, prueban, fallan y vuelven a probar. De los que madrugan antes de que amanezca porque saben que el buen pan no tiene atajos.
La historia comenzó en 1874, cuando el bisabuelo de Juan Luis, además de saber diferenciar un pan bien hecho, vio en la construcción y la panadería dos caminos para levantar una vida desde cero. Lo segundo fue lo que dejó huella. Desde entonces, 'los Serrano' no han dejado de amasar historia.
"Yo no vi a mi padre verme jugar al fútbol, pero lo veía cada día metido entre sacos de harina, amasando con las manos y con el alma", recuerda Juan Luis. Así fue como entendió que el pan no es solo alimento, sino también compromiso, legado y esfuerzo.
Lejos del Centro de Málaga, que califica de "prohibitivo" para pequeños negocios, Juan Luis mantiene su panadería como un refugio de autenticidad. "Aquí tengo mi gente, mi ritmo y mi esencia. No necesito escaparates, tengo clientes que vienen desde hace décadas", dice con convicción.
Panadería Serrano combina dos líneas de trabajo: por un lado, el servicio diario a los vecinos del barrio; por otro, una selección más cuidada para hostelería, con panes pensados para restaurantes que valoran el producto artesano. "A algunos no les vendo, porque lo mío no es para apretar el céntimo. Lo mío es para quien respeta el pan", confiesa.
Interior de la Panadería Serrano
El obrador no se rige por modas, sino por respeto a los procesos. Harinas molidas en piedra, trigos nacionales, fermentaciones largas y ningún aditivo industrial. Panes con historia, con carácter. "Muchos problemas digestivos vienen del pan ultraprocesado. Nosotros volvemos a lo natural, a lo que sienta bien", asegura.
No es raro que clientes vuelvan después de años solo para comprar los famosos piquitos o el pan rústico que presentó a concurso a nivel andaluz en 2023. Y es que en tiempos de prisa, este rincón ofrece algo que no se compra en grandes superficies: autenticidad.
Juan Luis tiene claro que el oficio no se impone. Sus hijos, aún pequeños, tienen libertad para elegir. "Que estudien, que vean mundo. Y si algún día quieren volver, que lo hagan por amor, no por obligación". Él sí lo hizo por vocación. Dejó una oficina con aire acondicionado para volver a las madrugadas, a las harinas, al calor del horno.
"Esto hay que sentirlo", dice. Lo dice alguien que lleva toda la vida oliendo a masa madre, que aprendió viendo a su abuelo, que entendió desde niño que el pan puede ser una forma de contar historias.
Hay oficios que no se heredan, se respiran. Hay lugares, como esta panadería, que no solo vende pan, sino que reparten un pedazo de historia, hecha a fuego lento y con las manos. Juan Luis no será Amancio Ortega, pero es uno de los mejores panaderos de Málaga.