Una familia pasea de la mano por una calle de Madrid.

Una familia pasea de la mano por una calle de Madrid. Europa Press

Macroeconomía

El 8% de los hogares españoles está formado por personas que trabajan de forma esporádica, más que en Rumanía o Bulgaria

Desde 2019 la tasa se ha reducido 2,2 puntos porcentuales, aunque todavía se mantiene ligeramente por encima de la media de la UE.

Más información: España es el sexto país de la UE en riesgo de pobreza y el séptimo en desigualdad pese al crecimiento económico

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Las claves

El 8% de los hogares españoles está formado por personas que trabajan de forma esporádica, una proporción superior a la de países como Rumanía, Bulgaria o Polonia y ligeramente por encima de la media de la UE.

El indicador mide la "intensidad de trabajo" en el hogar, considerando hogares de muy baja intensidad aquellos en los que los adultos han trabajado menos del 20% del tiempo laboral posible durante el año.

Aunque España ha reducido la proporción de estos hogares desde 2019 (del 10,9% al 8%), sigue estando por encima de la media europea y lejos de países como Francia, Alemania o Países Bajos.

La estructura social española es más vulnerable debido a factores como el paro estructural, la temporalidad y la rotación laboral, lo que provoca que más hogares tengan muy baja actividad laboral pese a tener una renta media mayor que otros países del Este.

El 8% de los hogares españoles está formado por personas que trabajan de forma esporádica. El porcentaje es superior al de otros países como Rumanía, Bulgaria, Hungría o Polonia.

Según los datos de Eurostat correspondientes a 2024, la cifra española está también ligeramente por encima de la media de la Unión Europea (UE).

La estadística no cuenta parados ni mide salarios, sino“intensidad de trabajo” del hogar.

Un hogar se considera de “muy baja intensidad de trabajo” cuando los adultos en edad laboral han trabajado, en conjunto, menos del 20% del tiempo que podrían haber trabajado durante el año de referencia.

Es decir, no basta con que haya desempleo: tiene que haber largos periodos sin trabajo o con actividad laboral muy fragmentada.

El indicador se asigna a las personas que viven en esos hogares, no solo a quien efectivamente trabaja o está en paro. Por eso se habla de “personas que viven en hogares con muy baja intensidad de trabajo”, y no de “trabajadores” ni de “parados” estrictamente.

Con los últimos datos disponibles, el 8% de las personas en España vive en hogares con muy baja intensidad de trabajo, frente al 7,9% de la media de la UE y el 8,6% de la eurozona.

España se sitúa, por tanto, por encima de la media europea, pero por debajo de la media del bloque del euro.

Este indicador es uno de los tres pilares de la tasa AROPE –las siglas del inglés At Risk Of Poverty or social Exclusion– que se usa para medir el riesgo de pobreza o exclusión social.

Para considerarse en situación AROPE basta con cumplir una de tres condiciones: tener una renta inferior al 60% de la mediana del país, vivir en un hogar donde apenas se ha trabajado durante el año o sufrir privación material y social severa, como no poder mantener la vivienda a una temperatura adecuada o afrontar gastos imprevistos.

Por tanto, un peso mayor de hogares con muy baja actividad laboral indica una estructura social más vulnerable, incluso si otros indicadores, como la renta media, presentan una foto menos negativa.​

Mejor que antes de la Covid

En 2019, antes de la pandemia, España tenía un 10,9% de personas viviendo en hogares de muy baja intensidad de trabajo. Hoy esa proporción se ha reducido al mencionado 8%, o lo que es lo mismo ha bajado 2,2 puntos porcentuales.

En el mismo periodo, la media de la UE apenas se ha movido: del 8,0% en 2019 al 7,9% en 2024, una reducción mínima de 0,1 puntos.

La tasa de la eurozona también se ha reducido sólo una décima, del 8,7% al 8,6%. España mejora más que la media, pero parte de niveles peores y se mantiene en la parte alta del grupo.

La fuerte creación de empleo registrada en España tras la pandemia y la reducción del paro han permitido recortar el peso de los hogares con muy baja actividad laboral, pero no lo suficiente como para converger con los países del entorno.

Así, nuestro país sigue destacando por la presencia de hogares en los que uno o varios adultos enlazan periodos de empleo y desempleo o directamente no logran entrar en el mercado de trabajo.​

Los miembros de la UE con unas tasas más elevadas son República Checa (10,6%), Dinamarca (10%), Letonia (9,4%), Eslovaquia (9,3%) y Croacia (9,2%).

En el lado opuesto destacan Rumanía (3,5%), Lituania (3,9%), Austria (4,1%), Portugal (4,3%) o Polonia (4,8%), todos claramente por debajo de España. Francia (4,7%), Alemania (5,3%) o Países Bajos (6,0%) cuentan con tasas inferiores a la española.

Llama especialmente la atención el caso de Bulgaria, cuya tasa se ha reducido del 9,2% de 2019 al 5,2% actual; o el de Rumania, que, pese a su menor renta, registra el dato más reducido de la UE.​

La paradoja de España

Que economías más pobres presenten porcentajes menores que España no significa que sus ciudadanos vivan mejor ni que haya menos pobreza.

Lo que indica es que, en esos países, una parte muy amplia de la población adulta trabaja –a menudo en empleos mal pagados, precarios o informales–, de forma que la intensidad laboral del hogar supera el umbral del 20%.​

En España ocurre algo distinto: el problema no es sólo cuánto se gana, sino cuántos meses se trabaja y cuántos miembros del hogar tienen empleo.

La combinación de paro estructural, temporalidad, rotación, trabajos a tiempo parcial involuntario y personas que pasan largos periodos fuera del mercado laboral genera más hogares en los que, sumando las horas de todos los adultos, se trabaja mucho menos de lo que se podría trabajar a lo largo del año

Por eso, España puede tener un nivel de renta media superior al de Bulgaria o Rumanía y, al mismo tiempo, una proporción mayor de población viviendo en hogares con muy baja actividad laboral.