Restos de un baño ritual judío del siglo I d.C. hallados en Jerusalén.

Restos de un baño ritual judío del siglo I d.C. hallados en Jerusalén. Autoridad de Antigüedades de Israel

Historia

Lo que ha desvelado la arqueología sobre Jesús de Nazaret y su vida

Un libro recopila una serie de descubrimientos e investigaciones que ahondan en la historicidad del personaje más influyente de la historia.

6 octubre, 2023 01:54

Getsemaní, un pequeño huerto situado en el valle del Cedrón, al este de Jerusalén, en la base del monte de los Olivos, era el lugar, según los Evangelios, donde Jesús se retiraba a orar solo o con sus discípulos y donde fue apresado tras la traición de Judas. Ese sitio ha sido escenario de numerosas excavaciones arqueológicas que persiguen arrojar algo de luz sobre la vida, y concretamente sus últimos momentos, del personaje más influyente de la historia.

Y allí precisamente se hallaron en diciembre de 2020 los vestigios de un miqweh, es decir, un baño ritual judío datado en el siglo I. Se trata de una suerte de piscina escalonada y recubierta con una gruesa capa de estuco para evitar la permeabilidad. La zona probablemente acogía una fábrica agrícola donde se producía aceite ritualmente puro, por lo que sus trabajadores se habrían lavado y purificado con dicha agua, como obligaban las leyes judías.

Este es uno de los descubrimientos relacionados con el enigmático mundo de Jesús de Nazaret y su distante época que describe el escritor, periodista y cineasta José María Zavala en su nuevo libro, Últimas noticias de Jesús (Espasa). Una selección que, a su juicio, "refuerza la existencia del Jesús histórico en concordancia con los Evangelios". El autor recopila una docena de investigaciones científicas —quizá algunas no se merecen ese calificativo, ya que deambulan casi más entre la especulación y la fe— para mostrar que la historia ha de tener la misma importancia que la teología a la hora de abordar la figura histórica de un hombre que cambió el mundo, pero del que apenas se conservan evidencias empíricas.

'Curación del paralítico en la piscina Probática', un lienzo de Murillo.

'Curación del paralítico en la piscina Probática', un lienzo de Murillo. National Gallery de Londres

Si a los historiadores les resulta una tarea realmente ardua confirmar los hechos narrados en los Evangelios, no lo es menos identificar los lugares en los que ocurrieron. Según el relato de Juan, uno de los milagros más sonados de la vida de Jesús fue la sanación de un paralítico en una piscina de Jerusalén. Junto a la puerta de las Ovejas y cerca de la iglesia de Santa Ana, apareció a mediados del siglo XX lo que se conoce como piscina de Bethesda, una estructura que constaba de dos grandes estanques separados por una estrecha franja de roca y enmarcados cada uno de ellos por dos pórticos. Con 13 metros de profundidad, se han documentado paredes revocadas de yeso para evitar filtraciones o las escaleras por las que se descendía hasta el agua.

En arqueología no hay nada categórico, y menos si tiene que ver con un personaje que deambula entre la fe y la realidad. En enero de 1986, debido a una fuerte sequía, en las riberas del lago de Genesaret —también conocido como el mar de Tiberíades o de Galilea—, en el valle israelí Nahal Tzalmon, emergió una barca de pesca o de carga de doce metros de eslora. Los arqueólogos lograron extraerla del fondo e investigarla: datada hacia el año 40 d.C., fue fabricada en parte con cedro, probablemente en la cercana Magdala, y naufragó a consecuencia de una tormenta. Aunque se la conoce como la "barca de Jesús", no guarda conexión directa con él ni con ninguno de sus primeros seguidores, si bien fue similar a las que estos habrían usado.

Osario de Caifás, situado actualmente en el Museo de Israel en Jerusalén.

Osario de Caifás, situado actualmente en el Museo de Israel en Jerusalén. Wikimedia Commons

Un poco más tarde, en noviembre de 1990, durante unas obras en el bosque de la Paz, al sur de la ciudad Vieja de Jerusalén, se halló en una pequeña cueva el osario de Caifás, el sumo sacerdote cuando Jesús fue condenado a morir en la cruz. La arqueta que conservaba sus restos contaba con una inscripción en la característica letra cursiva judía del silgo I que decía: "José, hijo de Caifás", como se refirió a él el historiador casi contemporáneo Flavio Josefo. Constituye, según Zavala, "uno de los más grandes hitos de la arqueología moderna y refuerza aún más, si cabe, la historicidad de Jesús y el relato fiel de su Pasión, tal y como nos ha sido legado en el Nuevo Testamento".

Caifás condujo a Jesús hasta el gobernador de Judea, Poncio Pilatos, otro personaje clave de la Pasión. Y la arqueología también ha revelado un importante descubrimiento sobre el prefecto romano. Durante unas excavaciones en los años 60 en el teatro erigido en Cesarea Marítima, salió a la luz un bloque de piedra caliza, realizado entre los años 26 y 37, que conservaba una inscripción, con el nombre y el cargo de Pilatos, sobre la construcción del edificio, el cual se dedicaba a la adoración del emperador Tiberio. El autor recuerda que este hallazgo "constituye una prueba crucial sobre la autenticidad de los Evangelios al ratificar la existencia histórica" del romano.

El calcáneo del hombre crucificado en Reino Unido y el clavo de hierro.

El calcáneo del hombre crucificado en Reino Unido y el clavo de hierro. Albion Archaeology

Pocas cosas dan por ciertas los historiadores salvo que en torno al cambio de era hubo un hombre llamado Jesús que fue crucificado. Al nordeste de Jerusalén, los arqueólogos hallaron en junio de 1968 los restos, también dentro de un osario, de un hombre llamado Yehohanan ben Hagkol (Juan, hijo de Ezequiel). La sorpresa se produjo al comprobar que su talón derecho estaba perforado por un grueso clavo —le atravesaron con otros tres más— de unos once centímetros. Hasta ese momento, fue el primer individuo de la historia del que existía prueba fehaciente de su crucifixión.

En 2017, sepultado entre otros 44 cuerpos, un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge documentó en la localidad británica de Fenstanton, en el condado de Cambridgeshire, halló ejemplo "mejor conservado" del mundo de una crucifixión de época romana. Se trata del cadáver de un hombre de entre 25 y 35 años, probablemente un esclavo o un criminal que había sufrido un tremendo castigo físico antes de morir en algún momento comprendido entre 130 y 360 d.C. Su calcáneo derecho también estaba perforado por un clavo de hierro de cinco centímetros.

El libro lo completa José María Zavala con una serie de capítulos dedicados a las supuestas odiseas de celebérrimas reliquias, como el Santo Grial —si existe uno original sería el de la catedral de Valencia—, la corona de espinas —llama la atención que de los millares de crucifixiones registradas en la época, solo a Jesús le habría colocado un casco de púas—, la Vera Cruz —en el interior de la Basílica del Santo Sepulcro se conserva una roca blanca sobre la que presuntamente Jesús habría sido crucificado— o la Sábana Santa, cuyo periplo resulta tan inverosímil como algunos de los estudios a los que ha sido sometida.