
Participantes de la 'Convención sobre el uso social de los bienes confiscados a la mafia'.
La carta del Papa a jueces y fiscales españoles que luchan contra las mafias: "Su brutalidad atenta contra el bien común"
Francisco envió una carta a finales de 2024 a los magistrados, miembros de la Fiscalía y sacerdotes que luchan por confiscar bienes del crimen organizado.
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No fue tan visible como su lucha contra la pobreza. Ni tan sonada como su intento de reforma de la Iglesia Católica. Pero el papa Francisco también impulsó una cruzada para descabezar y descapitalizar a las mafias y a las grandes redes del crimen organizado internacional. Un ámbito que, de hecho, el Sumo Pontífice consideró, "junto al terrorismo, la amenaza no militar más importante contra la seguridad y la estabilidad económica internacional".
Tanto fue así que el 19 de septiembre de 2024, Francisco I envió una carta a los participantes de la Convención sobre el uso social de los bienes confiscados a la mafia. En aquel foro, celebrado en un salón de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, participaron, entre otros, sacerdotes, magistrados y fiscales de varios países.
Uno de los asistentes era la fiscal jefe de Antidroga de la Audiencia Nacional, Rosana Morán. Previamente, se había celebrado una convención similar en la que, junto a Morán, participó Manuela Carmena, juez jubilada y exalcaldesa de Madrid.
EL ESPAÑOL ha tenido acceso a aquella misiva, fechada sólo siete meses antes de la muerte del Papa. En ella, el Santo Padre animaba a los participantes en la convención a emplear los bienes confiscados a las mafias para resarcir a las víctimas de sus crímenes y reducir la desigualdad social.
"El crimen organizado, en su brutalidad, acomete contra el bien común, ataca a millones de hombres y mujeres que tienen derecho a vivir su vida y a criar a sus hijos con dignidad y libres del hambre y del temor a la violencia, la opresión o la injusticia y arremete contra los grupos socialmente marginados, que son especialmente vulnerables a las actividades de la delincuencia organizada", lamentó el sucesor de San Pedro.
"No es posible ni tolerable olvidar a esas víctimas, porque sólo pensando en ellas puede comprenderse el daño provocado por el crimen organizado. Y sólo entendiendo ese daño se puede discernir en cómo asistir, proteger y reparar, aspectos esenciales para solucionar conflictos y pacificar", añadía la misiva.
"Modelo italiano"
El Papa ensalzó el ejemplo del "modelo italiano", que demuestra que "las ganancias criminales pueden ser orientadas a la reparación del daño ocasionado a las víctimas y a la sociedad".
"Ante la herida que supone a la sociedad la delincuencia organizada transnacional no queda ningún remedio que tener la voluntad política de afrontar un problema mundial con una reacción mundial", proseguía la carta, que daba "una cálida bienvenida" a los asistentes a la convención.
"La lucha [contra las mafias] es uno de los desafíos más importantes para la comunidad internacional, pues representa, junto con el terrorismo, la amenaza no militar más importante contra la seguridad de cada nación y la estabilidad económica internacional", advirtió el pontífice.

La fiscal Morán, la tercera, de izquierda a derecha, en primera fila.
"En un escenario en el que la delincuencia no conoce fronteras estatales ni soberanías nacionales, existe en la actualidad un consenso internacional en torno a que los Estados, a través de sus instituciones, no sólo deben investigar y juzgar al crimen organizado, sino colaborar entre sí para identificar sus activos y recuperarlos, con el fin de imposibilitar la continuación de sus actividades delictivas", subrayó el Papa.
De hecho, inspiró todas estas peticiones en la Gaudium et spes (Alegría y Esperanza), la constitución pastoral firmada por su antecesor Pablo VI (1963-1978) tras el Concilio Vaticano II, en 1965.
Este documento define el bien común como "el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección". Y, según Francisco, a ese mismo bien común contribuía la labor de los jueces y fiscales, así como activistas, policías o sacerdotes, que combaten el crimen organizado y abogan por resarcir a la sociedad de su actividad. Por ello les dedicó esta carta.
"Mientras les aseguro un recuerdo en la plegaria y mis mejores deseos para el feliz desarrollo de vuestra convención, los animo a que compartan sus experiencias y reflexionen, pero sin perder de vista las víctimas y la comunidad, orientándose hacia la acción, entendiendo el Derecho y la Justicia como una práctica que tiene como cometido la construcción de un mundo mejor", instaba el Santo Padre a los asistentes al foro.
"Con estos sentimientos, les reafirmo mis oraciones por ustedes y vuestras familias, los bendigo y les pido, por favor, que recen por mí", finalizaba el Papa su carta.
Convención
Además de la fiscal Morán, participó en la Convención, Luigi Ciotti, un sacerdote muy próximo a Francisco y que ha dedicado gran parte de su vida a la lucha contra la mafia. Comenzó en esta labor tras el asesinato de Giovanni Falcone, el más célebre fiscal antimafia de toda Italia.

Asistentes al 'Convención sobre el uso social de los bienes confiscados a la mafia'.
Ciotti, de hecho, fundó la revista Narcomafie, que recogía los crímenes que estas organizaciones criminales cometían a lo largo y ancho del país. En 1995, creó Libera, que ahora es la mayor red antimafia de Italia, organizadora de la mencionada convención, a cuyos asistentes Francisco I dedicó esta carta.
Aquella fue una cumbre organizada por el Vaticano debido a su preocupación por esta problemática internacional. El Papa estaba muy vinculado a esta asociación, con la que ha trabajado en Argentina, entre otros países.
A aquella convención acudieron absolutas eminencias de la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado de todo el mundo, como el exmagistrado y catedrático emérito de Filosofía del Derecho Luigi Ferrajoli, una eminencia entre los juristas de ese país.
En 2017, en la primera de las dos cumbres a la que acudió la fiscal jefe antidroga de la Audiencia Nacional, el Vaticano pretendía abordar el problema del crimen organizado y la trata de personas desde el punto de vista de las juezas que persiguen esta problemática.
"Hemos convocado a esta cumbre desde la convicción de que la esclavitud moderna, en términos de tráfico humano, trabajo forzoso o forzado, prostitución y venta de órganos, es un delito de lesa humanidad que debe ser reconocido como tal", señalaba uno de los documentos facilitados a los especialistas que acudieron a la convención.
Ya en aquellos días, Morán pudo constatar la latente preocupación del Sumo Pontífice sobre los perjuicios del narcotráfico y las organizaciones criminales sobre la vida de los ciudadanos de todo el planeta. "Esa fue una de las oportunidades más interesantes de toda mi carrera", manifiesta Morán en conversación con EL ESPAÑOL.