Ramírez vs Ramírez

Ramírez vs Ramírez Sara Fernández

Política HABLANDO SOBRE ESPAÑA: RAMÍREZ VS RAMÍREZ

Pedro J.: "Si buscara el poder, intentaría ser primer ministro o presidente de un gran club pero para eso ya está Florentino"

"Tres empresarios del IBEX pagaron 9 millones de euros para que me destituyeran como director de El Mundo"

"Todos los drogadictos dicen que son capaces de dejarlo. Yo no puedo dejarlo".

"Pagué 120.000 € en una librería de viejo. Más, sólo he pagado por los pisos".

"A veces sueño que Adolfo Suárez le para los pies a Pedro Sánchez".

"Juan Carlos I nos traicionó. La Transición es más vulnerable por su culpa".

*** Entrevistadores invitados: su hija María, sus hermanas Montse y Merche, Alberto Núñez Feijóo y Óscar Puente.

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En casa de Pedro J. hacen el mejor té frío de Madrid. Está muy frío, ¡tan frío!, pero quizá simplemente sea la sensación de tenerlo cerca. Y a solas. El té no lo hace él. Él sólo hace periodismo. Bueno, y el amor. Con Cruz, que nos vigila desde un retrato, no con nosotros.

Esta tarde, por culpa de la domótica, Pedro J. se aparece como un villano mucho más oscuro de lo que él logra aparentar. Nuestro actor de teatro, nuestro querido Robespierre, ¡ahí va herr direktor!, está sentado junto a un ventanal que da a la Castellana y, con su móvil, parece que en lugar de bajarle las persianas a la casa se las va a bajar al planeta.

El sillón es negro y la mesilla donde apoya el codo, color de plata.

Pedro J. Ramírez: "Nunca he traicionado la obligación sagrada de publicar la verdad cuando estoy convencido de haberla encontrado"

Con un dedo, con ese dedo tan grueso con el que mide las matrices que destruyen reputaciones, convierte su casa en un huracán. Suben y bajan las persianas, suben y bajan los estores, sube y baja el aire acondicionado.

Temblando, no por miedo sino por sísmico impulso, nos agarramos al té frío para no caer. Clin, clin, clin, clin, los hielos. Pedro J. sigue con la domótica, que es España, tocando arriba y abajo. Liderando el terremoto.

Clin, clin, Suárez. Clin, clin, Calvo-Sotelo. Clin, clin, González. Clin, Clin, Aznar. Clin, Clin, Zapatero. Clin, clin, Rajoy. Ahora, Sánchez. Clin, clin, clin, clin, clin. Filesa, Rumasa, Ibercop, los GAL, Gürtel, Bárcenas, Corinna, Juan Carlos. ¡Bum! Resbalamos. Se nos cae el libro al suelo. El segundo tomo de sus memorias. 

Grita de dolor el vecino de abajo. 673 páginas, tapa dura, que hemos traído andando desde más allá de la Plaza de Colón. Como el periódico nos pone seguro, luego iremos al fisio. “Por decir la verdad” (Planeta, 2025). El vecino de dos pisos más abajo murió con las 1.322 páginas de la Revolución Francesa. Era un buen hombre. El vecino, no Pedro J. Descanse en paz. El vecino, no Pedro J.

–No sé si subir el aire, si bajar los estores… –sigue sentado en su sillón, blandiendo el móvil, con la Castellana derramándose por la cristalera.

–Para, por favor. 

Lo suyo es vicio. Lleva provocando temblores a España, que es eso que hay detrás de la Castellana, 45 años. Quiere llegar a 50. Los temblores son de sobra conocidos. Lo bueno de las memorias es que vamos conociendo qué hacía el dichoso dedo para provocarlos. Las conversaciones privadas detrás de los titulares. 

En sus memorias, renace el Pedro J. reportero, que escribe con esa poderosa habilidad de lo cristalino. Lees y estás ahí. Con él. En Moncloa, en Zarzuela, en el palacio de los Churchill, brindando con Gorbachov, discutiendo con Hugo Chávez. Pedro J. ya no puede hacer eso apenas, ya no puede escribir. Es uno de los grandes peajes del director. 

Está jodido porque le ha costado escribir el libro… cuatro años. Siente que no ha aprovechado el tiempo lo suficiente. Eso es muy de Pedro J. Esa es la exigencia que traslada a sus redactores.

Cuando los temblores son de verdad, por su repentina conversión en Walter Burns, el malvado director de Primera Plana, conviene mirarle al fondo de los ojos y pensar: “Es de Logroño, es de Logroño”. Pero, cuando Pedro J. grita, detrás del grito hay miles de portadas inundadas de influencia y poder. 

–Oye, venga, que se nos va la tarde –dice.

La medida del tiempo de herr direktor es una portada. Entre una y otra le tiene que caber una batalla de las Termópilas. Nuestra misión: desnudarlo. Intentar, en el fondo, que nos hable el “Pedro” de Logroño. Para algo estamos en San Mateo. Porque el otro ya ha dicho lo que tenía que decir en sus memorias. Llamar “Pedro” a Pedro J. en medio de una bronca es nuestro gran acto de rebeldía.

–Venga, sí, vamos a empezar. Buenas tardes, “Pedro”.

Si no salimos de aquí, llamad al vecino. Al muerto no, al otro.

Pedro J. Ramírez posa con su nuevo libro.

Pedro J. Ramírez posa con su nuevo libro. Sara Fernández

Cada vez que entro en esta casa, que es más la de un Luca de Tena que la de un chaval de Logroño, pienso: ¿cómo es posible que sigas trabajando? Perteneces a un selecto grupo de delirantes que, pudiendo dedicar el tiempo a viajar por todo el mundo, a comer en los mejores restaurantes, a comprar los mejores libros, se pega trabajando todo el día. 

Es que lo que tú llamas “trabajar” para mí no es trabajar. Concibo el periodismo como una manera de vivir. La manera más digna de vivir que conozco. Tiene muchas alegrías, muchos sinsabores, es cierto. Pero yo soy feliz siendo periodista. 

Aparte del pádel y del baloncesto, me gustaría tener más tiempo para leer Historia. Tengo en la biblioteca muchos libros de Historia que me gustaría leer, pero no puedo hacerlo. ¿Sabes? Lo maravilloso del periodismo es que nunca caes en la monotonía. Vas de un tema a otro; la sorpresa es constante.

Leo un párrafo tuyo: “Cuando deje de ser director de 'El Mundo', no dirigiré ningún otro periódico. A mí me dicen mañana que se han vuelto locos los italianos y que  me apartan y yo seguiría siendo feliz. Sobre todo, me empujarían a dedicarme a muerte a mi gran pasión, investigar la historia. Estoy seguro de que, cuando lo deje, seguiré siendo feliz”. Este giro no te lo firma ni el mismísimo Sánchez.

Un momento, un momento… A continuación de eso, en el libro, al recoger esa frase, digo algo así como… “Probablemente, todos los drogadictos digan en algún momento de su vida que son capaces de dejarlo, que están decididos a dejarlo”. 

O quizá dijiste aquello pensando que nunca te echarían de ‘El Mundo’.

Más bien, pensando que eso no podía ocurrir de manera traumática, como finalmente ocurrió. Para mí, lo que pasó era realmente inimaginable. Estaba previsto que yo dejara de ser director de El Mundo. ¡Faltaban apenas dos o tres años! Hay un enigma que no resuelve el libro.

¿Cuál? 

¿Por qué los italianos me pagaron aquella indemnización tan alta? De haber esperado un par de años, podrían haberme apartado prácticamente gratis. Es evidente que alguien pagó. Es evidente que alguien financió esa indemnización. Por lo que yo sé, fueron tres empresarios españoles del Ibex. Tres millones cada uno. Nueve en total.

¿Qué sabes exactamente de eso? No te había oído contarlo. 

Un importante colega me ha contado hace poco que uno de esos tres grandes empresarios, poco antes de morir, se lo contó a él: que habían pagado entre los tres para echarme del periódico. Ellos financiaron la indemnización de los italianos. Doy valor a ese testimonio porque coincide con otras cosas que yo había escuchado antes.

Quiénes.

Todavía no puedo decirlo.

Entonces, no es una noticia.

Al final de la entrevista, te digo uno de los nombres.

Así dejamos el asesinato sin resolver hasta el final.

Sigamos.

Las obras de Churchill en la biblioteca de Pedro J.

Las obras de Churchill en la biblioteca de Pedro J. Sara Fernández

Si tu salida de ‘El Mundo’ hubiera sido por jubilación en vez de por decapitación, ¿te habrías dedicado a otra cosa? ¿Habrías parado?

Sí. Cuando me nombraron director de Diario 16, tenía veintiocho años. Pensé que iba a ser para un rato. Yo quería hacer muchas más cosas como periodista que no he podido hacer: tener éxito en la radio y en la tele, publicar ensayos ‘bestseller’, ser un gran entrevistador… Quería ser todas esas cosas. Sin embargo, lo que más claro tenía era que nadie decidiría mi carrera por mí.

Me echó de Diario 16 un gobierno socialista por contar la verdad sobre los GAL. Me echó de El Mundo un gobierno del PP por contar la verdad sobre Bárcenas y la Gürtel. Nadie iba a decidir el final de mi carrera, salvo yo mismo. Por eso, fundé El Español.

Oye, ¿hay algo que se te dé bien aparte del periodismo? Dibujar, cantar… Cualquier cosa. 

No. Tengo la gran suerte de dedicarme a lo único para lo que sirvo. Canto catastróficamente. Lo que me habría gustado por encima de todo es ser un gran jugador de baloncesto. No entendía por qué no pasaba de la mediocridad. Muchos años más tarde, descubrí que tenía un problema en la cadera, un principio de artrosis genético. La cadera es básica a la hora de defender o driblar.

¿Vas a incluir en el tercer tomo que, bajo una cúpula en la ópera de Palermo, te pusiste a bailar y a cantar para sorpresa de los presentes?

Eso sólo podía hacerlo en un entorno donde resultara absolutamente desconocido. Y lo hice.

"Tengo la suerte de dedicarme a lo único para lo que sirvo"

Pagaste 120.000 euros por los papeles inéditos de José María Calatrava [presidente del Consejo de Ministros en el siglo XIX] para escribir tu libro sobre el trienio liberal. ¿Alguna vez has pagado más por un libro o unos papeles?

Creo que sólo he pagado más que eso por un piso. 

¿Y aquella primera edición de la enciclopedia completa que le robaste por los pelos en un anticuario a Pérez-Reverte?

Ahora no recuerdo cuánto pagué por ella, pero pienso que fue menos que lo de Calatrava. 

Consuela saber, leyéndote, que, cuando se inunda la ducha y estás en casa de alguien como invitado, el periodista rico y el periodista pobre reaccionan igual. Secando el suelo con las toallas y con la propia ropa.

¡La anécdota de Murdoch! Vino a mi casa en Mallorca un verano, justo después de la audiencia en el Parlamento británico por las escuchas ilegales de las que había sido partícipe su periódico, el News of the World

Solía hacer deporte por las mañanas. Se le olvidó cerrar la puerta de la ducha. Secó el suelo con las toallas y con la ropa limpia. Lo único que no se le mojó fue la ropa sudada. Le ofrecí la mía, pero no quiso ponérsela.

Pedro J. Ramírez frente a su biblioteca

Pedro J. Ramírez frente a su biblioteca Sara Fernández

¡Qué desplante!

Los ricos también se mojan. Cuando lo vi salir, parecía un ecce homo. Prefirió regresar a su barco, que estaba enfrente, y cambiarse allí, donde tenía treinta o cuarenta alternativas. 

Un colaborador suyo te dijo: “Si tienes 220.000 dólares para gastarte en una semana, Murdoch te lo alquila. Seguro que a ti te haría rebaja”. ¿Lo alquilaste? 

¡No! Además, no soy marinero. Creo que Brad Pitt y Angelina Jolie sí lo alquilaron.

¿Te ves muy reflejado en Rupert Murdoch? No me refiero a lo de dejar la puerta de la ducha abierta.

No, porque Murdoch ha sido por encima de todo empresario. Ni siquiera sé si escribió artículos alguna vez. Lo que sí comparto con él es su pasión por el periodismo. Se le achaca con razón haber contribuido al amarillismo de los tabloides británicos, pero también ha contribuido al desarrollo de la prensa de calidad. Es el último gran magnate de la prensa escrita.

Eso también se te achaca a ti: el amarillismo. Sobre todo, en los inicios, cuando cogiste las riendas de 'Diario 16'. Umbral dijo: “Pedro J. es amarillismo, sí, pero amarillismo del bueno”.

Es cierto que Diario 16 era un periódico tabloide. Afrontamos el desafío de ser al mismo tiempo impactantes y relevantes. La portada era fundamental. Tenían que elegirte en el quiosco. Ese es el camino: ser creativos e ingeniosos sin perder profundidad y rigor. Aquello marcó un camino que continúa ahora en la prensa digital. Combinamos la audiencia con la influencia, el impacto con la relevancia. 

Tengo la sensación de que te importan mucho más el poder y la influencia que el dinero.

Un momento, un momento. ¿Por qué mencionas juntas las palabras “influencia” y “poder” como si fueran indefectiblemente unidas? Como el amor y el matrimonio en la canción de Sinatra. No tiene por qué ser así. No estoy de acuerdo.

En tu caso, esa unión existe. Basta con leer tus memorias. Influencia y poder van de la mano todo el tiempo.

La influencia es una cosa y el poder es otra. El poder lo tiene quien controla el Boletín Oficial del Estado. Tú puedes influir en el poderoso, pero nada más. Cuando el poderoso se levanta revirado o no le gusta lo que publicas, esa influencia desaparece inmediatamente.

Yo nunca he esperado que el poderoso mantuviera una relación de dependencia conmigo por el hecho de que lo que yo hubiera publicado le hubiese ayudado a alcanzar el trono. Nunca. Por eso, influencia y poder son conceptos distintos. 

Si uno analiza tus conversaciones privadas con los presidentes que ahora se publican, ve dos cosas: intentas tirarles de la lengua para obtener información, pero al mismo tiempo les dices lo que tienen que hacer.

¡Y me hacían caso una de cada diez! Yo sólo pienso en hacer la portada del día siguiente.

Aznar quitó la mili porque le convenciste tú. 

Aznar quitó la mili porque un día Ana Botella le echó la bronca y le dijo: “Pero, José, ¿cómo vas a obligar a los chavales a hacer la mili si tú no la hiciste?”. Yo estaba en contra de la mili porque la había tenido que hacer, aunque fuera en unas condiciones no tan malas. 

A Suárez, cuando intentó convencerte de que entraras en política, le dijiste que para qué ibas a entrar si ya influías desde fuera. Y a Cayetana, cuando te dijo que se iba al PP, le respondiste: “¡Cómo te vas a la política! ¡Si el periodismo es política sin responsabilidad!”. 

Era un parafraseo de la frase mítica de Manuel Aznar, que era más tosca, más de ese tiempo: “El único polvo sin responsabilidad es el editorial”. A Cayetana le dije eso para intentar que se quedara, porque era una gran periodista, no porque lo pensara exactamente así. Fue una treta a lo Walter Burns.

Mira, si un periodista realmente quiere el poder, acaba siendo primer ministro de su país o presidente de un gran club de fútbol. Yo nunca he cruzado esa barrera ni la cruzaré.

"Si un periodista realmente quiere el poder, acaba siendo primer ministro o presidente de un gran club de fútbol"

Para ser un magnate de la comunicación, ¿hay que casarse tantas veces?

¿Lo dices por Murdoch?

Y por ti.

Es esa vieja técnica de la entrevista… Estás colocando la palabra clave, “magnate”, en la pregunta, para que así, cuando yo responda lo que sea, tú puedas titular: “Pedro J. dice que para ser un magnate…”. Como si yo estuviera hablando de mí mismo como un magnate. 

En este caso, no voy a poder hacerlo por culpa del director.

Yo no voy a tocar una palabra de todo esto. Pero ni soy ni he querido ser un magnate. Hoy, soy empresario de la comunicación al mismo tiempo que director porque no he tenido otro remedio. Las destituciones me obligaron a escoger el camino del autoempleo. Y me ha sido posible hacerlo porque en el mundo digital las barreras de entrada no son tan altas.

Cruz, tu mujer, me envía esta pregunta para ti: “¿Por qué cuando sueñas sólo sueñas con política?”. 

Sueño con la política, con el periodismo, con la actualidad… Es verdad que mis sueños siempre reproducen situaciones verosímiles de mi mundo real. Se entrecruzan personajes de distintas épocas. Lo mismo sale Suárez parando los pies a Sánchez con la Ley de Amnistía… que Sánchez como diputado el 23-F.

¿Sueñas en alto o en silencio? Procura que sea en silencio, no vaya a haber otra boda.

La verdad es que no lo sé. Pregúntaselo a Cruz [suelta una carcajada].

Cuentas en el libro que tomas una pastilla para dormir, pero que Zapatero y Rajoy dormían de maravilla, sin pastilla, en el ejercicio de su cargo.

Sí, me impresionaron las dos cosas. Sobre todo Rajoy, que me contaba que se acostaba a las once como tarde para hacer el sudoku de El Mundo y se quedaba frito. 

No es mala rutina.

Rajoy tenía muchísimo interés en saber cómo iba a ser el sudoku samuray, que íbamos a publicar los fines de semana. Le conté que era la combinación de tres sudokus difíciles.

Pedro J. Ramírez, junto a un té frío en su domicilio.

Pedro J. Ramírez, junto a un té frío en su domicilio. Sara Fernández

A Murdoch le interesó mucho tu idea para rentabilizar el periodismo: una plataforma, tipo Netflix, donde uno pueda consumir medios de distintas empresas, series, películas… ¿Sigues convencido de ello?

Sí, totalmente. Eso podría ser posible si una gran empresa tecnológica se aliara con una conjunción de editores. Si ocurriera, se aceleraría muchísimo la transición del viejo al nuevo modelo de suscripciones. Pero es una quimera pensar que los editores españoles podamos ponernos de acuerdo. Sería, por decirlo con la canción de Pau Riba, como buscar mariposas azules en el mar. 

Pero, ¿tú estás dispuesto? ¿Has hecho movimientos para intentarlo?

Sí, claro que estoy dispuesto. Pero el mero hecho de que yo me declare dispuesto ya es un inconveniente para que salga adelante. Una plataforma donde se comparta el soporte y los beneficios se distribuyan en función del consumo de cada medio.

Fernando Múgica, uno de los periodistas que más has admirado, escribió sobre ti: “El demonio le pondría una matrícula de honor en soberbia… y un suspenso rotundo en pereza”. Lo dijo hace quince años. ¿Tendría que cambiar el demonio tus notas?

Yo no creo que lo de la soberbia sea para tanto. Soy más vanidosillo que soberbio. 

Cuentas en las memorias, y te honra, que con el paso del tiempo has aprendido a no tirar las gafas al suelo y a no dar patadas a las papeleras, pero yo te he visto tirar una botella de agua en la reunión de portada y darnos un baño a todos. Tu abogado podría decir que no sabías que estaba abierta. 

Hombre, pero no la tiraría contra nadie.

Solo faltaba, herr direktor.

Creo que algo recuerdo… Sólo se derramaron unas pocas gotas. Le estás echando literatura.

¡Pero si los jefes de sección van ahora a la reunión de portada con paraguas! 

Literatura. Nada más que literatura. 

En las memorias reconoces ser consciente de que muchos de los que han trabajado contigo te comparan con Walter Burns, el mítico director de periódicos de “Primera plana”, la película de Billy Wilder. ¿Qué es lo más surrealista que le has exigido a un redactor?

El paralelismo viene del sentido de la devoción por este oficio. Por el periodismo. Un director capaz de lo imposible para conseguir la exclusiva… ¿Recuerdas esa escena en que todo el país está buscando a un preso que iban a ejecutar y se ha escapado? Lo tenían escondido en el periódico. 

La realidad superó a la ficción cuando nosotros, en El Mundo, encontramos a Luis Roldán en París mientras lo estaba buscando hasta la Interpol. Cerdán y Rubio le hicieron una entrevista cuando era el hombre más buscado de España. 

Un compañero tuyo de universidad cuenta en una biografía tuya que, cuando ETA liberó a Felipe Huarte, tú te enteraste el primero del lugar del cautiverio y que, para mantener la exclusiva, enviaste a tus colegas a otro lado. Tu biografía necesita que sea cierto.

Te cuento lo que yo recuerdo. Solíamos coincidir en los bares los periodistas que estábamos cubriendo aquel secuestro. Por las noches, recorríamos las inmediaciones del lugar donde creíamos que había sido secuestrado. Circulaban rumores, pistas… 

Algunos de mis colegas sabían que yo tenía una gran amistad con una sobrina del secuestrado. Entonces, sí que es posible que yo les hiciera alguna broma un poco canalla…

¿Mandándolos a otro sitio?

Puede ser, puede ser…

Has relatado con detalle aquellos días en que ETA quiso matarte. ¿Algún subordinado ha querido matarte?

No… que yo sepa. Yo no soy un jefe simpático. Soy consciente de que soy un director muy exigente. También sé que no soy un director empático con las dificultades que tienen los redactores a la hora de hacer su trabajo. Por eso, me sorprende que esa exigencia genere a lo largo de los años relaciones de complicidad tan profunda. 

A los buenos periodistas les gusta, en el fondo, vivir en ese clima de alta exigencia. Y nadie podrá reprocharme que esa exigencia no haya empezado siempre por mí mismo.

"La gran exigencia en la redacción siempre empieza por mí mismo"

Tu hija María me envía esta pregunta para ti: “¿De qué te arrepientes?”. 

Eh… No sabría cómo… ¡Caray! Habría que pedirle a María que concretara un poco más la pregunta. Quizá, lo que ella está sugiriendo es que voy a contestar que no me arrepiento de nada. Es imposible separar mi vida como periodista del resto de mi vida.

Nunca he traicionado la obligación sagrada que nos condena a publicar la verdad cuando estamos convencidos de que la hemos encontrado. Muchas veces, sabes que vas a publicar algo que te perjudica personalmente. Que vas a perder amistades, que vas a tener problemas familiares…

Merche y Montse, tus hermanas, me mandan esta pregunta para ti: “El año próximo, nuestro padre cumpliría cien años y, haciendo balance de tu vida, nos gustaría saber qué dejaste en Logroño que te gustaría recuperar. No vale responder ‘la juventud’”.

Creo que conmigo están y han estado muchas cosas de mi infancia y de mi juventud. Tuvimos la suerte de crecer en una familia liberal, con muchas menos restricciones de lo habitual. Por ejemplo, yo nunca me sentí empujado a tener que relacionarme con el régimen de alguna manera. Tampoco tuve conciencia de que hubiera alrededor conflictos que me condicionaran. 

Ellas te preguntan por algo más concreto.

¿Las palas del ping pong? [intenta escapar]. 

Ten en cuenta que, cuando hacemos esta entrevista, son las fiestas de San Mateo.

Hay un dicho… “En las fiestas mateas saluda a todo el que veas y, si lo vuelves a ver, lo saludas otra vez”.

¿Hace cuánto que no vas a las fiestas de San Mateo?

Unos cincuenta años… [tiene setenta y tres].

El gran peaje que se paga por ejercer el periodismo de manera absoluta es extraviar el tiempo de la familia. El principio de los hijos, el final de los padres. Si volvieras atrás, ¿eso lo harías de otra manera? ¿Te pesa?

Es el problema con el que convive cualquier periodista. No se puede ser periodista con horario. Tampoco se puede dejar de serlo unos días al año. El periodismo es una manera de ser y de estar… ¡hasta cuando sueñas! Los lunáticos de esta variedad nos miramos y nos reconocemos. Perseguir la verdad a cualquier precio tiene un coste.

La culminación de la felicidad de un periodista llega cuando tu vida personal y tu vida periodística se funden en una sola. Eso es lo que me ha ocurrido a mí con Cruz y con El Español.

Mucho antes que con Cruz, ya encontraste el amor en el periodismo.

¿Cómo? 

Zapatero. 

Y mira que hay que ser masoquista para tener una relación así con las cosas que escribía de él.

¿Seguís juntos o lo habéis dejado? Hablo también de Zapatero, no de Cruz.

Siempre hemos mantenido la relación. Intercambiamos mensajes de vez en cuando. Nunca había habido una distancia ideológica tan grande como ahora. Zapatero se ha radicalizado mucho desde que dejó de ser presidente.

Pedro J. Ramírez durante un momento de la entrevista.

Pedro J. Ramírez durante un momento de la entrevista. Sara Fernández

Ha ocurrido lo contrario de lo que te confesó cuando se marchó.

“Seré un expresidente ejemplar”, me dijo. Y no lo está siendo. No lo reconozco cuando veo al Zapatero que le baila el agua al régimen de Maduro. Tampoco cuando se emplea sin contención en algunos temas en los que él sí gobernó con contención. Cada vez que se habla del dinero de Venezuela, cada vez que salen a relucir esas teorías…

¿Qué piensas?

Que me llevaría una de las mayores sorpresas de mi vida si fuera verdad. 

¿Se lo has preguntado a él? 

Eso en concreto, no. No se lo he preguntado.

"Me llevaría una de las mayores sorpresas de mi vida si Zapatero estuviera implicado en la trama"

El otro día, publicamos una información muy relevante: las reuniones entre Koldo y Delcy en Venezuela, según los mensajes interceptados por la UCO, eran para gestionar los pagos a la trama por parte de la petrolera venezolana. La oposición mete en esa ecuación, sin pruebas, a Zapatero.

Para mí, hasta ahora, resultaba mucho más verosímil pensar que Zapatero estaba buscando el Nobel de la Paz; un reconocimiento a su idealismo en favor de una causa imposible. Porque es cierto que Zapatero ha hecho gestiones para ayudar a presos políticos en Nicaragua, Cuba y Venezuela.

Hoy, hay indicios de otras cosas… Aldama ha vinculado a Zapatero directamente con la financiación irregular del PSOE a través de Venezuela. Yo no tengo información en ese sentido. Si es verdad, me llevaré una de las grandes decepciones de mi vida. Deseo que no sea verdad. 

En el libro, revelas la gran mayoría de vuestras conversaciones privadas, que se celebraban en Moncloa ante el periodista Óscar Campillo, que hacía de notario. Lo vuestro era ese amor adolescente que todos hemos tenido. Os enviabais mensajes en clave en artículos y comparecencias, os lanzabais piropos enmascarados... ¡Hasta creaste un personaje ficticio para poder contar en tus cartas lo que te contaba!

El otro día, hablando de esto con Aznar, él me decía: “Vaya chollo para un periodista. Habría que haberlo destituido como presidente nada más conocerse que tenía esa relación con un informador”. Es que Aznar y Zapatero son dos extremos, como el agua y el aceite.

Es paradójico porque, aunque mi sintonía es mayor con Aznar, conozco mucho mejor a Zapatero. Aznar es muy hermético. Administra con muchísimo cuidado sus emociones. Por mucho que confíe en un periodista, no le da una información ni patrás. Sacarle algo era la faena más difícil para el torero más voluntarioso.

Entonces, sobre las grandes emociones del hombre sabes más de Zapatero que de Aznar. 

Es que Zapatero buscaba contrastar sus ideas con quienes pensaban de forma muy diferente. Creo que me eligió para eso. Lo hacía con algunos más, pero probablemente no con tanta intensidad. Fui su elemento de contraste. Me siento identificado con esa democracia deliberativa de la que él hablaba. Procuro aplicarla a la redacción. Aquí se debate todo. Oye, hace mucho calor aquí, ¿no?

Bueno, sí. 

¿Qué hago?

No sé, lo que quieras…

¿Subo el aire o lo dejo como está?

Estás muy deliberativo.

¿Lo ves? [con los titulares, delibera de forma… más intensa. Con otra sintaxis]

Te leo al azar algunas frases que escribiste sobre Zapatero: “Ha convertido España en una máquina de fabricar parados”. “Se trata de un hombre que ha aprendido todo lo que sabe sobre política económica en las tres o cuatro tardes de inmersión acelerada que le recomendó su ministro Jordi Sevilla al llegar a la Moncloa”. Y, aun así, iba a todos tus eventos y te invitaba a cenar a palacio muchas más veces que al grupo Prisa. Eso hoy es impensable en Sánchez, pero también en muchos políticos del PP.

Y hubo frases muchísimo peores de las que has citado. Ese mérito no se le ha reconocido lo suficiente a Zapatero. Él nunca persiguió a los medios de comunicación, nunca denostaba en público a los periodistas. Jamás puso en marcha leyes contra la prensa. Todo lo contrario que Sánchez. 

Ahora que las instituciones están como están… Zapatero puso al frente del CGPJ a Carlos Dívar, un conservador del Opus Dei, con el que no sintonizaba ideológicamente en nada. Para la CNMV eligió a Manolo Conte, también en las antípodas.

"Zapatero puso al frente de algunas instituciones a gente con la que no sintonizaba ideológicamente"

Óscar Puente, ministro de Transportes, me manda esta pregunta para ti en ese sentido: “¿Cómo es posible que tuvieras esa magnífica relación con Zapatero habiendo defendido durante años una tesis sobre el 11-M y su llegada a Moncloa que se demostró falsa?”.

Óscar Puente, por lo que veo, podría hacer carrera como entrevistador que parte de premisas falsas. Yo no he defendido ninguna tesis sobre el 11-M, porque mi principal tesis, si es que se puede llamar así, es que no sabemos lo que pasó. Ni qué explosivos detonaron ni quiénes los hicieron detonar. Tampoco conocemos a los autores intelectuales.

Entiendo que Óscar está muy ocupado, no tanto por las tareas del ministerio como por las comunicativas, y que no se leerá el libro. Si lo hiciera, se daría cuenta de que no conocemos la verdad del 11-M. Hablé mucho con Zapatero de esto. 

¿Y qué te decía? 

Yo le decía… “Presidente, demuéstrame qué explosivo estalló en los trenes”. Unas veces salía por la tangente. Otras, me decía que llamara a Rubalcaba, que era químico, para que me rebatiera. Me daba por imposible. 

También descubriría Óscar, leyendo el libro, que una sentencia de la Audiencia de Madrid dice literalmente que todo lo esencial de lo publicado por El Mundo era veraz. La sentencia termina diciendo que la verdad judicial no tiene por qué coincidir con la verdad periodística. No se atrevieron a recurrir esa sentencia. Óscar es inteligente. Bastante más inteligente que la media de los políticos de hoy. Si se leyera el libro, haría la pregunta de otra manera.

Pedro J. Ramírez, en su domicilio.

Pedro J. Ramírez, en su domicilio. Sara Fernández

El 11-M ya lo analizamos en la entrevista anterior, pero… Una cosa más. Las grandes investigaciones de tu carrera generan consenso entre quienes trabajaron a tu lado. El 11-M genera críticas entre tus amigos y tus compañeros. ¿Por qué? 

Porque es el único caso en el que no descubrimos la verdad. Nuestra actitud ante la investigación fue la misma, pero el resultado fue distinto. Incluso muchos de los periodistas que investigaron fueron los mismos. 

Hacer estallar tantos trenes en Madrid de manera simultánea es algo muy complejo, inalcanzable para aquellos a los que se atribuía la masacre y que fueron resultando absueltos. Luego dijeron que los que habían puesto las bombas fueron los que se suicidaron en Leganés, pero no hay nadie en el sumario que los reconozca.

Al que sí reconocieron fue a Zougam, que está en la cárcel. El Mundo descubrió años después por qué lo reconocieron y en qué circunstancias: dos chicas rumanas que buscaban beneficios de papeles.

En algunas cosas metimos la pata, lo he contado por escrito. Por ejemplo, con lo de la cinta de la orquesta Mondragón… El 11-M debe quedar para los historiadores. Ya no es un asunto abierto en los tribunales. Es uno de los tres o cuatro grandes sucesos del siglo XXI en España; así quedará. Cualquiera que, dentro de muchos años, cuando nosotros no estemos, se enfrente al caso sin prejuicios, llegará a la conclusión de que no sabemos lo que pasó.

"Cualquiera que se acerque al 11-M sin prejuicios, verá que todavía hoy no sabemos lo que pasó"

Volvamos a Zapatero. Tras leer el libro, es inevitable tener una sensación: Zapatero hace por convencimiento intelectual lo que Sánchez hace por necesidad aritmética. Zapatero es el verdadero autor de las políticas que vemos hoy en España en relación a los nacionalismos y el Estado.

Zapatero nunca posó con una monumental bandera de España, como hizo Sánchez. Eso que dices es cierto, pero… Zapatero, estando en activo, jamás habría comprado su investidura a cambio de una amnistía o de variar las reglas del juego.

Tú que lo conoces, ¿por qué ha llegado esta metamorfosis?

Él piensa que la sociedad española no le ha reconocido lo suficiente su papel en el final de ETA y sus avances en políticas de igualdad, que ahora son asumidas con gran consenso.

'El Mundo', contigo de director, estuvo en contra del matrimonio homosexual. Los editoriales decían que no se podía llamar “matrimonio”. Zapatero te recriminó años después esa posición y tú le reconociste que estabas equivocado.

Yo me inclinaba más por llamarlo “unión conyugal”. A Zapatero le gustó la idea, pero un día vino y me dijo: “Va a ser matrimonio. Zerolo no quiere lo de unión conyugal”. Zerolo tenía razón en el sentido de que al conjunto de la sociedad no le importaba la denominación. Y también creo que Zapatero tenía razón cuando decía, en contra de lo que muchos pensábamos, que ETA estaba dispuesta a dejar de matar y que la izquierda abertzale no violenta estaba ganando la partida.

Te dijo Zapatero: “Los de Batasuna están como locos por ser como los de Esquerra Republicana”. 

Tenía mejor información que la nuestra. Joder, es que acababan de volar la T-4. ¿Cómo íbamos a pensar así? Zapatero es un nefelibata, una mezcla de ingenuidad y temeridad.

De todos modos, aunque Zapatero se ha colocado hoy en ese lado del muro, cuando dejó la presidencia, te hizo varias confesiones: que haría todo lo posible por favorecer pactos entre el PSOE y el PP, que se arrepentía de la tensión generada por su parte y que le daba pena haberse llevado mal con Rajoy. Iba basculando con inusitada rapidez entre la ruptura y la Transición. 

Al marcharse, tenía la intención de ser un presidente muy autocrítico. De hecho, me dijo que titularía sus memorias algo así como “Los errores que cometí”. Él tenía un plan de vida: mudarse a León con su familia y venir a Madrid una vez por semana al Consejo de Estado. 

Me dijo, efectivamente, que favorecería los consensos con el PP. Creo que fue lejos del poder, al ver esa opinión tan mala que había sobre él, al ver que incluso se le ridiculizaba como personaje, cuando comenzó a convertirse en lo que es hoy.

Pedro J. sostiene su último libro

Pedro J. sostiene su último libro Sara Fernández

Al principio, Sánchez no le hacía caso.

Sánchez lo desdeñaba. Hubo una etapa en que no tenía ninguna relación con Moncloa, pero Sánchez vio la oportunidad, lo captó y ahora lo ha convertido en mediador con Puigdemont.

Es mucho más fácil decir a los tuyos lo que quieren oír que marcar distancias. Él está yendo a lo fácil, que hoy es echar leña al fuego. Podría haber sido el gran expresidente que se propuso.

¿Cuándo se jodió la Transición?

Te lo podría identificar con un día concreto, cuando Zapatero, ya elegido presidente, quedó con Rajoy para acordar que ningún Estatuto de autonomía podría reformarse sin mayoría cualificada. Eso habría exigido un gran consenso para cualquier reforma territorial.

Yo sabía que ese era el objetivo de la reunión porque me lo habían contado los dos por separado. Esa noche me quedé muy sorprendido porque ninguno de los comunicados hablaba de pacto. Hablé con Zapatero y lo encontré entusiasmado. Había recibido la primera carta de Batasuna. 

Y empezar una negociación con ETA era incompatible con blindar los Estatutos de la mano del PP. 

Exacto. Y Zapatero, en ese instante, comenzó a transitar el camino con Izquierda Unida y Esquerra Republicana. 

Le dolió a Zapatero que utilizaras una frase de uno de sus profesores favoritos, Sosa Wagner, para criticar su obra: “Es lógico que los nacionalistas busquen munición para su propia supervivencia, pero que se les proporcione tal munición desde las instituciones estatales es una forma de jugar con fuego”. 

Claro. Pero, fíjate, en aquel tiempo, con tanta tensión, con tanta crítica por mi parte, vino a un acto de Unidad Editorial. Subió conmigo al escenario del Teatro Real para debatir sobre el modelo de país. ¿Te imaginas a Sánchez haciendo eso con cualquier director de periódico? ¡Es imposible! 

Insisto, yo no soy nada indulgente con el comportamiento de Zapatero. Me parece un horror lo que está haciendo respecto a Venezuela. También su papel de mediador con Puigdemont, pero hay que reconocerle el talante. 

Vamos con la revelación más gorda que haces en el libro. Bueno, un momento… Aquí, se publican conversaciones privadas que manteníais los dos. ¿Le has pedido permiso a Zapatero para hacerlo? 

En el primer tomo, que ya había conversaciones con él, le mandé el borrador y sólo me pidió que quitara de su boca un “cojones” y un “joder”. En este, no me ha dicho nada. 

Él te pidió que no publicaras esto en el periódico: te contó que se había planteado regalar a ETA un referéndum para anexionar Navarra al País Vasco a través de la disposición transitoria cuarta de la Constitución. Estaba convencido de que así dejarían de matar. Te quedaste en el sitio.

Fue justo después del atentado de la T-4. Yo le preguntaba que cómo era posible que creyera que ETA quería dejar las armas. Y me dijo: “Sigo creyéndolo”. Le pesaba haber sido “demasiado duro” en la negociación. Entonces me lo contó: creía que habría bastado con concederles el referéndum para anexionar Navarra al País Vasco a través de la disposición transitoria cuarta de la Constitución.

Empezamos a discutir. Yo le decía que eso sería ceder a un chantaje, que sentaría un precedente peligrosísimo… Y él decía que, aunque lo perdieran, ETA se conformaría y dejaría de matar. Me pareció una locura. Luego no lo hizo y, en cambio, evitó que los socialistas navarros gobernaran con los nacionalistas. Ordenó la abstención. Me dijo irónico: “El que iba a entregar Navarra a ETA se la entrega a UPN”. Y sonrió.

En esas mismas conversaciones, te hablaba de Otegi, según tus palabras, “con admiración” y “términos comprensivos”: “El presidente del Gobierno de España me estaba diciendo en su despacho que el pobre Otegi estaba jodido porque los tíos de las pistolas le daban miedo”.

Reconozco que, en el caso de Otegi, no puedo ser un observador, digamos, neutral. No puedo acercarme al personaje sin sentir una gran repugnancia. Viví en directo cómo justificó el asesinato de nuestro columnista José Luis López de Lacalle. Lo hizo con expresiones estremecedoras… Que aquello era para “poner sobre la mesa el papel de algunos informadores”. 

Otegi estableció una especie de cortafuegos en Andoain, con la movilización de la izquierda abertzale, para ensuciar el homenaje de la familia y los amigos a José Luis.

Cambiemos de etapa. Mariano Rajoy es el presidente con el que más duro has sido. No sólo en lo político, también en lo personal. Se te nota a la legua que te pone nerviosísimo y lo descuartizas en cada retrato.

Pero antes de la ruptura tuvimos muchísimo contacto, ¿eh? Nos veíamos con frecuencia cuando él estaba en la oposición. En su casa, en la mía, en la de Luis de Guindos… A mí, me ocurrió con Rajoy lo que a millones de españoles: fue la gran decepción. 

Perdió una barbaridad de votos entre su primera y su segunda legislatura. A nadie le había pasado eso estando en el poder. Al contrario que Aznar, llegó directamente con mayoría absoluta. Y la desaprovechó. Fue el estafermo, la indolencia. No hizo nada.

"Rajoy es el gobernante que más daño ha hecho a la derecha en España"

¿Ha sido el gobernante que más daño ha hecho a la derecha? 

Sí, creo que sí. Sobre todo, en términos de oportunidad perdida. Sin Rajoy, no sabemos si hubiera llegado a existir Vox. Desde luego, habría tardado mucho más en aparecer. Tampoco habría irrumpido Ciudadanos.

Hablas de la frase: “Si alguien se quiere ir al partido liberal o al partido conservador, que se vaya”. Tendrías que estarle agradecido. Gracias a eso pudiste votar a un partido liberal sin taparte la nariz.

¡Es que lo dijo públicamente en un mitin! Sigo creyendo en el centro como posición ideológica diferenciada, como actitud cívica ante la vida, como estrategia política. El liberalismo es diferente al conservadurismo y al socialismo.

Con un liberalismo fuerte, se podría ejercer una estrategia de pactos para impulsar el regeneracionismo y la libertad individual. A mí, que no me digan que el centro no existe, que no me digan que es una equidistancia entre dos lugares. No tiene nada que ver con eso. El centro es condenar con igual firmeza los excesos ideológicos de la derecha y de la izquierda.

“Rajoy era un hombre que no entendía muy bien para qué estaba metido dentro de su propio cuerpo”. ¿Qué quieres decir con eso? 

Lo pensé después de pasar un día de campaña con él en Galicia. Me sorprendió que, en la plaza del Obradoiro, en su lugar natural, estuviera incómodo con la gente que le pedía autógrafos. ¡Era su gente! Le pasaba un poco como a Calvo-Sotelo, del que decían: “¡No da la mano a los obreros!”. 

En el caso de Rajoy, no tenía nada que ver con el desdén. Simplemente, no estaba hecho para la acción política. Era un burócrata, un hombre de despacho. Cuando estuvieron a punto de matarse en el helicóptero, me dijo que pensó: “¿Para qué me habré metido en esto?”. Pienso que hasta lo de la Gürtel le pasó por indolencia.

El león de El Español, sobre el nuevo libro de Pedro J.

"El león" de El Español, sobre el nuevo libro de Pedro J.

¿Está siendo el mejor expresidente del Gobierno? 

Probablemente, sí. La dejadez es un atributo fundamental para ser un gran expresidente. Rajoy se ha quitado de en medio. A Rajoy, volviendo a tu pregunta original, no lo recibí con los puñales desenvainados. Le di el beneficio de la duda que he dado a todos los presidentes.

Hombre, director, al llegar Rajoy al Gobierno, tú ya habías hecho una conspiración contra él cuando perdió por segunda vez. Llevaste a tu finca a Esperanza y a Gallardón para reconciliarlos y lograr que tumbaran a Rajoy.

Vamos a ver, vamos a ver… Cuando él llegó a la presidencia, ya habían pasado tres años y pico desde aquello. Yo decía que alguien que había perdido así, cuando Zapatero ya había cometido grandes errores, no debía seguir al frente del PP.

Entonces, es cierto que reuní a Esperanza y a Gallardón. Vinieron a la finca, comimos, dimos un paseo… Ahí se planteó, en 2008, una alternativa al liderazgo de Rajoy. Pero aquello no prosperó. Después del Congreso de Valencia, Aznar me dijo: “El único que podía haberle ganado era yo”. 

En El Español, hace poco publicamos que el gobierno de Rajoy, a través de Montoro, filtró las infracciones fiscales de Aznar para abortar su vuelta a la política. ¿Qué sabes de eso? Supongo que hablaste con Aznar.

Hubo una conversación durísima entre Ana Botella y Rajoy cuando él era ya presidente. Ana le recriminó cómo estaba tratando a su marido. Se lo reprochó con enorme dureza. Aznar se planteó volver cuando consideró que Rajoy y Montoro habían traicionado el programa electoral del partido. 

Aznar lo deslizó en una entrevista que le hizo Gloria Lomana en Antena 3. Justo después, se publicaron sus infracciones fiscales. Eso le llevó, en gran parte, a no intentar el regreso.

No querías conocer a Bárcenas.

Mi vecina de entonces era muy amiga de su mujer. Ella insistía e insistía… Yo le daba largas. Hasta que un día me pilló en un momento… Accedí. Aquel encuentro dio lugar a mi artículo “Mis cuatro horas con Bárcenas”. Cuando comencé a escucharle, me di cuenta de la gravedad de lo que contaba. Porque coincidía con las indagaciones de algunos de mis periodistas.

Corrí a casa y tomé notas. Me puse a escribir. Tenía un gran riesgo. No había sido una entrevista formal, aunque él tampoco me pidió que fuera off the record. Podría haberme desmentido y yo no habría tenido con qué defenderme.

Así empezó tu final en ‘El Mundo’.

Es una de esas veces en las que el destino te obliga a hacer algo que no quieres. Nuestro periódico tenía muchos más lectores del PP que del PSOE. Sabía que aquello me iba a generar problemas serios en la empresa, pero… Cuando la flecha está en el arco, tiene que partir. Estamos condenados a publicar aquello que averiguamos.

En el libro, confiesas que una vez votaste al PSOE.

En unas madrileñas. Voté por Simancas, pese a mi buena relación con Esperanza entonces, porque me parecía una cuestión de justicia.

Las famosas anotaciones de “M.Rajoy” no pudieron demostrarse como ciertas. Los tribunales no las consideraron prueba suficiente. ¿Tú estás convencido de que Rajoy cobró sobresueldos?

La hipótesis de que esas anotaciones sobre Rajoy pudieran haberse añadido a posteriori la descartamos con una gran prueba caligráfica. Eran anotaciones sucesivas, realizadas en distintas etapas y con distintas tintas, conforme se pagaban los sobresueldos. Sí, estoy convencido de que Rajoy cobró.

"Sí, estoy convencido de que Rajoy cobró sobresueldos"

Con Amedo y Domínguez, contaste en el primer tomo quiénes eran los que, desde el Gobierno, ejercían la presión para que no cantaran. Con Bárcenas, dices que eran Acebes, Arenas y Michavila. ¿Quién crees que lo está haciendo con Ábalos y Cerdán?

Antes, una reflexión previa… En esos tres grandes casos de corrupción que mencionas –los GAL, Bárcenas y Koldo–, parece imposible que las cosas pudieran suceder sin el conocimiento del líder. Pero, en la hipótesis remota de que González, Rajoy y Sánchez no lo supieran, su responsabilidad política sería abrumadora. Por tanto, son el caso Felipe, el caso Rajoy y el caso Sánchez.

Sobre la pregunta: es que estamos al principio de esta película. Es evidente que Ábalos no quiere que cante Koldo y que Cerdán no quiere que cante Ábalos. Sánchez, a su vez, no quiere que cante ninguno de ellos. De momento, lo que sabemos es que la fontanera y su equipo estuvieron trabajando para tapar la corrupción.

Además de la maquinaria mediática. 

Sí, porque el Gobierno dispone de muchísimos recursos, de mucha “maquinaria”. Son los que ponían la mano en el fuego; los que ahora tapan los debates sobre la corrupción con cualquier otra cosa que tienen a mano. Y el que encabeza todo eso es Sánchez.

Dices que, de todos los presidentes que has conocido, pese a tu idilio con Zapatero y Aznar, el único al que has querido de verdad, utilizando “querer” en su acepción más pura, es Adolfo Suárez.

En el libro cuento la muerte de Suárez. Probablemente, sea debido a esa emoción retrospectiva… Suárez tiene mucho que ver con lo que Tom Wicker, un gran periodista americano, escribió sobre Kennedy: “Le queríamos no sólo por lo que él era, sino por lo que nosotros creíamos que era. Y no sólo le queríamos por lo que creíamos que era, sino por lo que él nos hizo creer a nosotros que éramos. Y no sólo por lo que nosotros creíamos que éramos, sino por lo que ya sabemos que no conseguiremos ser nunca”.

Por decir la verdad

"Por decir la verdad" Sara Fernández

La cita es muy buena.

El mito de Suárez se engrandece día a día para quienes tenemos la perspectiva de lo que ha ocurrido en España desde finales del franquismo hasta hoy. Suárez es el único que utilizó el poder para devolvérselo a la sociedad. Dio todo lo que tenía. En él valore siempre muchísimo su capacidad de desprendimiento, después de todo lo que le había costado llegar hasta allí. 

Nuestra relación personal fue muy afectuosa. Fui consciente de su fragilidad como ser humano, causada por lo que sufrió con la enfermedad de su mujer, con la muerte de su hija… Pese a esa fragilidad, siempre proyectó una gran fortaleza. Suárez es la persona más admirable que he conocido jamás. Tengo una frase grabada que me dijo una vez: “No me quieren por lo que hice, sino por lo que hicimos juntos”. 

Juan Carlos I también hizo el mismo ejercicio que Suárez: entregó el poder omnímodo que recibió. Pudo ser una figura equiparable a Churchill o De Gaulle, pero luego arruinó parte de su reputación.

Sí. Juan Carlos podría haber sido la figura más admirable de España en siglos. Con González, con Rajoy… Me sentí decepcionado. Pero por Juan Carlos me sentí personalmente traicionado.

Juan Carlos era la proa de todo nuestro proyecto generacional, nuestro capitán. Él nos representaba más allá de que hubiera terrorismo, corrupción, terrorismo de Estado, separatismo, crisis económica… Juan Carlos encarnaba el triunfo de España sobre sus demonios interiores.

Pero luego…

Luego se comportó de una manera indigna, traicionando la confianza que millones de españoles habíamos depositado en él. Hoy, la Transición es más vulnerable, entre otras cosas, por su culpa. Los buitres revolotean de nuevo con graznidos que nos resultan familiares.

"Juan Carlos I podría haber sido la figura más admirable de España en siglos"

Das a entender que Juan Carlos te llamó para contarte personalmente lo de su abdicación antes de que se anunciara porque tenía cargo de conciencia. ¿Participó en tus destituciones? ¿Estás seguro de eso? 

Sí. ¡La primera vez me lo contó él! Un día, fui a verle a Zarzuela y me dijo: “Pedí a Juan Tomás de Salas –factótum de Diario 16– que te echara. Lo que no imaginé es que sería tan tonto como para hacerlo”. Y en la segunda conspiración, la que acabó con mi salida de El Mundo, me consta que participó Zarzuela. Les interesaba que dejáramos de publicar las informaciones sobre Corinna.

Ahora sí, los tres empresarios. Quiénes son.

Estoy en ello. Uno fue César Alierta, presidente de Telefónica. Pero no voy a dar los otros dos nombres porque todavía no lo puedo demostrar.

Alierta te la tenía jurada porque 'El Mundo' fue hasta el final con sus manejos de información privilegiada para lucrarse cuando dirigía Tabacalera. Era constitutivo de delito, quedó probado que decíais la verdad, pero no lo condenaron porque ya había prescrito.

Me consta que él tenía informadas a personas de su entorno acerca de la evolución de mi proceso de destitución. Cuando se inició la acción penal, ya habían transcurrido cinco años desde la comisión del delito. Por eso, el resultado judicial fue aquel.

Escribes: "Para nosotros, lo esencial no es que Alierta fuera condenado, sino que quedara acreditado que todo lo publicado era verdad".

Reconoció a mucha gente, a partir de ahí, que me la tenía jurada y que esperaría la ocasión para cobrarse su venganza. Para Alierta, yo era el culpable de su desprestigio.

Lo sitúas al frente de la conspiración, en el lado empresarial, con esta frase: "Alierta era el más locuaz de todos los protagonistas y transmitía su estado de ánimo cambiante a la cúpula de Telefónica en función de cómo evolucionaban sus expectativas de cortarme la cabeza".

Como las operaciones no prosperaban, optaron por rendir la fortaleza con el hambre. Redujeron la publicidad institucional [esto lo hizo el Gobierno] y también la de los grandes anunciantes. Estrangularon drásticamente los ingresos publicitarios de El Mundo de manera temporal. Quedó probado en el Observatorio mensual de la prensa diaria.

Pero no te cuadraba que lo hubieran conseguido así. Crees que alguien pagó esa indemnización porque, si no, los italianos te podrían haber echado un par de años más tarde sin necesidad de pagar esa cifra.

Exacto. Eso es lo que he ido sabiendo con el paso del tiempo, con varios testimonios que se acercaban a eso, y finalmente con lo que me contó nuestro importante colega: la confesión de uno de ellos, ya te puedes imaginar quién, antes de morir.

Termino con una pregunta que me envía para ti Alberto Núñez Feijóo: “De qué tres noticias de las que has publicado hasta la fecha estás más orgulloso y qué tres titulares te gustaría poder escribir para la España de los próximos diez años”.

Estoy muy orgulloso de haber publicado “Fracasó el golpe de Estado”, aquel 23 de febrero. Publicamos esa portada con bastante antelación, antes de que sucediera, como un desiderátum. También estoy orgulloso de las portadas de los GAL. Y de la de “El Mundo contra la guerra”, manifestando nuestra posición antibelicista en Irak.

Sobre el futuro… Me gustaría publicar, al día siguiente de las elecciones, “la derrota de Pedro Sánchez propicia la vuelta a los grandes pactos de Estado entre PP y PSOE”. También me gustaría escribir… “La inteligencia artificial permite avances decisivos en la lucha contra el cáncer, el alzhéimer y el parkinson”. Y, hombre, también me gustaría escribir: “Pedro J. cumple cincuenta años como director de periódicos”.