
La bandera de España, repuesta en la fachada de la residencia oficial de la presidencia de la Generalitat. Redes sociales
Illa obedece a los tribunales, pone la bandera de España en su residencia oficial y Junts le ataca: "Desnacionaliza Cataluña"
En el mástil principal de la Casa dels Canonges sólo ondeaba la bandera autonómica. Illa la ha respuesto después de distintas críticas provenientes de plataformas constitucionalistas y de un requerimiento del TSJC.
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Salvador Illa, que es católico practicante, atraviesa la semana de la Pasión en medio de un fuego cruzado. La oposición nacional –PP y Vox– lo encuadra dentro de la fuerza social separatista de Cataluña y parte de la oposición nacionalista –Junts– lo sitúa como el hombre que quiere acabar definitivamente con el procés.
La última piedra de toque ha sido la vuelta de la bandera de España a la fachada de la Casa dels Canonges, la residencia oficial del presidente de la Generalitat y actual sede de la consejería autonómica de Unión Europea y Acción Exterior. Illa no hace uso doméstico de ella, ya que vive donde residía antes de ser investido.
El edificio, situado en el barrio gótico y originalmente, como su nombre indica, sede de los canónigos regulares de la catedral de Barcelona, se convirtió en vivienda presidencial en los años treinta, cuando así lo decretó Francesc Maciá.

El caso es que, tras una denuncia de la plataforma constitucionalista Impulso Ciudadano y un requerimiento del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), Salvador Illa ha devuelto la bandera nacional al muro principal de Canonges y eso ha provocado la ira de Carles Puigdemont, que lo ha acusado en redes sociales de estar "desnacionalizando galopantemente Cataluña".
La versión oficial del gobierno de Illa menciona ese requerimiento del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que instaba a reponer la bandera en la fachada. Además, apuntan a la homogeneización con el resto de edificios gubernativos oficiales, donde sí está puesta la enseña. El Govern, en cualquier caso, omite las presiones recibidas de Impulso Ciudadano.
Según esta plataforma constitucionalista, el hecho de que no estuviera la bandera en Canonges suponía incumplir el artículo 4 de la Constitución, que menciona su presencia en los edificios públicos.
El gesto de Illa, por tanto, no ha sido fruto de la voluntariedad, sino de la instancia judicial. Además, ha llegado después de varios subterfugios con los que el president intentó evitar esta meta. Primero, el Govern arguyó que la bandera de España ya figuraba en Canonges al estar este edificio conectado por un puente con el Palau de la Generalitat. Y, después, Illa sí devolvió la enseña a Canonges, pero... a su tejado.
Puigdemont ha comparado a Illa con Juan Antonio Samaranch que, antes de ser el impulsor de los Juegos de Barcelona 92, presidió con Franco la diputación de la provincia de Barcelona. Una forma de llamar "franquista" a Illa.
"El espíritu de Samaranch vuelve a la Diputación Provincial. El PSC tiene una agenda desnacionalizadora galopante de la mano de sus socios de investidura", empieza el texto de Puigdemont. En esa crítica a Illa subyace también la puñalada a Esquerra Republicana, que permitió la investidura del actual president y que lo sostiene con sus votos en la Generalitat.
El mensaje quizá tenga más carga de profundidad que de superficie. El ataque a Illa viene siendo una constante en Puigdemont, pero la verdadera batalla electoral se libra en el campo independentista, donde Esquerra ha abrazado una suerte de posibilismo nacionalista pactando con el PSC y Junts ha elegido ordeñar a Sánchez con el chantaje más que con la negociación.
En el fondo, son dos estrategias diferentes para emprender un mismo camino: laminar las estructuras del Estado en Cataluña, el famoso "proceso nacional". De ahí que Puigdemont hable de "desnacionalización" al ver la bandera de España repuesta en la Moncloa catalana.
Canonges, además, entraña cierto simbolismo para los últimos presidentes independentistas de la Generalitat. Puigdemont se aisló allí en los días clave del procés y Quim Torra se encerró dentro durante la pandemia. De hecho, los diarios de Torra se titulan Dietari de Canonges. El edificio, pese a que Illa no viva en su interior, tiene uso oficial: es la sede de la consejería autonómica de Unión Europea y Acción Exterior.

Imagen reciente de la residencia oficial del President sólo con la bandera autonómica en el mástil principal. Wikimedia Commons
No obstante la disolución práctica del procés, continúan sus restos simbólicos. Según los datos expuestos por la plataforma constitucionalista Impulso Ciudadano, sólo en un 18% de los ayuntamientos catalanes ondea la bandera de España. Ese porcentaje se reduce todavía más si se circunscribe a los consistorios gobernados por Junts: 30 de 332. También en los de ERC: 18 de 311. En los del PSC, la cifra es algo más alta: 66 de 114.
El mensaje de Puigdemont consta de una segunda parte: "El PSOE tiene un problema. No se puede predicar el reconocimiento nacional de Cataluña en las páginas de La Vanguardia y ahora fomentar la identidad nacional española. O una cosa o la otra, pero las dos a la vez no pueden ser".
Se refiere Puigdemont a una entrevista reciente de José Luis Rodríguez Zapatero —oráculo y negociador de Pedro Sánchez con los independentistas— publicada por el diario catalán. En ella, decía Zapatero literalmente: "Hay que ir al reconocimiento nacional de Cataluña". Y acto seguido exponía un "diálogo de fondo" entre el Gobierno y Puigdemont encaminado a conseguirlo.
Esa entrevista tenía, entre otros objetivos, desactivar las minas que Puigdemont pone a la acción gubernativa de Sánchez. Y, claro, gustó al expresident independentista. Sin embargo, el gesto de Illa devolviendo la bandera de España a Canonges ha supuesto un paso hacia atrás en esa convivencia de poder a cambio de votos forjada entre Sánchez y Puigdemont.
El misterio de Illa
Es difícil saber qué pasa por la cabeza de Illa, que desde que llegó a la Presidencia de la Generalitat ha rehuido los debates que tienen que ver con la relación de conveniencia entre Sánchez y Puigdemont.
Su discurso menciona continuamente la "normalidad" y ha encontrado una punta de lanza en el regreso reciente de empresas importantes a Cataluña. Sin embargo, navega por dos ríos. El constitucionalista y el nacionalista, algo a lo que le fuerza su dependencia aritmética de Esquerra Republicana en el Parlament.
Al contrario que Sánchez, Illa sí mantuvo un discurso más españolista, más netamente constitucionalista. Pero está silenciado por su obediencia a Moncloa y al Partido Socialista. Ese silencio es el que le hace recibir las críticas de los dos lados: de PP y Vox por callar; de Junts y Esquerra por no echarse del todo en sus brazos.
Su propósito tiene que ver con la normalización y se convence a sí mismo de que camina por el sendero correcto diciéndose que merece la pena pagar el peaje de Esquerra, si es a cambio de mejorar la convivencia y restaurar la institucionalidad de Cataluña.