De izquierda a derecha: Luis de Grandes (PP), Jesús Caldera (PSOE), Joan López de Lerma (CiU) e Iñaki Anasagasti (PNV).

De izquierda a derecha: Luis de Grandes (PP), Jesús Caldera (PSOE), Joan López de Lerma (CiU) e Iñaki Anasagasti (PNV).

Política CONGRESO

Exportavoces de PSOE, PP, PNV y CiU se citan para analizar el 'clima bronco' y 'vergonzoso' del Congreso

Luis de Grandes (PP), Jesús Caldera (PSOE), Iñaki Anasagasti (PNV) y Joan López de Lerma (CiU) serán algunos de los asistentes al almuerzo.

25 marzo, 2024 02:31

Cuando pasen las elecciones vascas, catalanas y europeas, portavoces parlamentarios de izquierda, derecha y nacionalistas en legislaturas pasadas comerán juntos en el Congreso de los Diputados para analizar el clima "bronco" y de "vergüenza ajena" que viene caracterizando los últimos debates parlamentarios. Así lo ha sabido este periódico a través de los participantes de este encuentro que ya se está gestando.

Luis de Grandes (PP), Joan López de Lerma (CiU), Iñaki Anasagasti (PNV) o Jesús Caldera (PSOE) son algunos de los integrantes de este núcleo de exportavoces que conversa de manera amistosa e informal con cierta frecuencia.

La comida estaba pendiente desde hace mucho, se fue aplazando, pero los últimos acontecimientos han animado a organizarla por fin. De hecho, la primera iba a tener lugar cuando todavía vivía Alfredo Pérez Rubalcaba, que era otro de los invitados. El exdirigente socialista falleció en mayo de 2019.  Apenas un año después, llegó la pandemia y el plan quedó en el aire. A lomos de los últimos "sucesos" ocurridos en el Parlamento, la idea ha resucitado en los mensajes cruzados de WhatsApp.

Los insultos vertidos desde una y otra bancada han convertido, por ejemplo, las sesiones de control en sucesos, más que en debates parlamentarios. Las crónicas de esos momentos tienen que ver con gestos, amenazas e improperios, y no con el contenido de lo que se dice en la Cámara.

Aunque estos exportavoces sostienen tesis distintas –e incluso opuestas– sobre el origen de este descabalgamiento, todos ellos coinciden en una apreciación: antes se podía ser duro y contundente, pero nunca se hacían excursiones por la vida personal del adversario.

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Había más ironía en el ataque, y eso enmascaraba la contundencia. El "tahúr del Misisipi" que arrojó Alfonso Guerra contra Adolfo Suárez fue, en aquel tiempo, todo un escándalo. Hoy –coinciden los exportavoces entrevistados– quizá ni aparecería en una crónica parlamentaria. Lo mismo sucedería con el "Rambo desorientado" con el que Suárez obsequió a Fraga.

Era otra manera de decir, otra manera de atacar. Se elegía la ironía como método para poder decir lo que se pensaba. En los primeros años de la Transición, hubo quien intercambiaba críticas en verso con el rival, como es el caso de Fernando Suárez, de Alianza Popular.

"Para nuestra generación, el Parlamento era algo así como un templo. En la barra del bar, a pocos metros, éramos muy duros, también decíamos barbaridades, pero dentro no. Sabíamos lo que había costado llegar adonde estábamos. Fíjese, en mi tiempo, rompimos la relación con el PP de Aznar y yo siempre mantuve un cauce informal de conversación cálida con Álvarez Cascos o Rodrigo Rato", cuenta a este diario Anasagasti, que era el portavoz del PNV.

Sin cortesía parlamentaria

De Grandes coincide en que lo que sucede hoy "no es comparable a ninguna de las situaciones vividas desde 1977": "Los ataques personales muy rara vez se producían. Por eso, cuando ocurrían, eran noticia durante días. Respetábamos los mínimos de un parlamento democrático". Lo de hoy es una constante, una manera de hacer política.

Este exportavoz del PP sabe de lo que habla porque fue diputado, casi de manera ininterrumpida, desde 1979 hasta 2004, primero con UCD y después a través de las listas de Génova. "Entiendo que a la gente le produzca vergüenza ajena lo que ve por la tele. Es difícil bajar más el nivel", remacha.

Jesús Caldera fue ministro en la primera legislatura de Zapatero, pero antes ejerció la portavocía del PSOE en el Congreso durante los últimos cuatro años del gobierno de Aznar. Dice: "La situación es inaceptable. Además, el daño no se lo están haciendo solo a los partidos, sino a la institución. Esto debe reconducirse. La responsabilidad es de todos".

Anasagasti aporta, además del generacional, otro factor interesante: "Creo que había una contención en el léxico porque ETA mataba. No había que degradar las instituciones porque había un enemigo ahí fuera que asesinaba".

Hasta aquí las apreciaciones recabadas acerca del clima que se respira en el Congreso de los Diputados. Sin embargo, aunque esta conclusión –la más importante– sea común, el diagnóstico acerca del porqué es diametralmente opuesto en todos ellos.

Anasagasti, como era de prever, no cree que los nacionalistas vascos tensen la cuerda. De Grandes (PP) no piensa que sus sucesores hayan prendido la chispa; al contrario. Y lo mismo Caldera (PSOE), que pone el punto de mira en los de Feijóo.

Pero se expresan de otra manera. De un modo lo suficientemente cortés como para que les apetezca sentarse a comer todos juntos en el comedor del Congreso. No es sólo el paso del tiempo, también mantenían esta estrecha relación estando en activo.