María Berasarte, durante su interpretación de 'Al Alba' en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso.

María Berasarte, durante su interpretación de 'Al Alba' en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso. Europa Press

Política DÍA DE LA CONSTITUCIÓN

Armengol festeja la Constitución de luto y con el himno fúnebre de los fusilados por Franco

6 diciembre, 2023 17:50

Algo debimos de hacer mal. Porque, de pronto, nos vimos en la fila de las autoridades a punto de entrar en el Salón de los Pasos Perdidos. Era tarde para dar marcha atrás. Pusimos la mejor de las caras y afrontamos el besamanos con dignidad. Primero saludamos a la presidenta del Congreso, Francina Armengol; y después, al presidente del Senado, Pedro Rollán.

Ellos sonreían mucho, pero a nosotros nos entraron ganas de darles el pésame. “Lo siento por lo de la Constitución”. Doña Francina tuvo el detalle de ponerse de negro. Habíamos ido, se supone, a celebrar. Ayer, el padre Roca nos dijo: “¡Sonrían por un día! ¡Sonríanse ustedes!”. Pero, empezado el acto, nos vimos en un funeral.

Hay que reconocerle a las autoridades de la Cámara la honestidad en los preparativos. La salud constitucional es la peor desde que desapareció ETA. Artículo 1: "La soberanía nacional reside en el pueblo español reunido en Suiza".

Sonaron, primero, las “pequeñas cosas de Serrat”, que “nos dejaron un tiempo de rosas”. Esas pequeñas cosas de aquella Constitución que “nos sonríen tristes y hacen que lloremos cuando nadie nos ve”.

Era mirar a los líderes políticos presentes, repasar las notas de todo aquello que se habían arrojado al entrar a la Cámara y… Pese a las alfombras, crujían los pasos de la melancolía. Pero todo fue a peor. La siguiente canción, también interpretada con brillantez por María Berasarte, resultó “Al alba”, de Aute. ¡Un himno sobre la pena de muerte para celebrar la Constitución! ¡La canción protesta contra los últimos fusilamientos de Franco! Madrid, año 2023.

Aute solía explicar que era el canto de un condenado a la pena capital en la noche anterior a su ejecución. Pero las calles la hicieron del pueblo; fue un grito desgarrador contra el paredón que reestrenó un dictador decrépito. Allí estaba la Constitución, en una edición enorme, cubierta por el metacrilato, esperando al alba los golpes de esta generación de políticos.

Acompañada por Martín Caminero –un contrabajista fabuloso–, Berasarte iba llenando las paredes del Hemiciclo de aquel dolor. Lo hacía tan bien que, para los que no habíamos nacido, era posible vislumbrar lo que tuvo que ser aquello. Los fusilamientos.

Cantaba ante la Constitución: “Miles de buitres callados van extendiendo sus alas. ¿No te destroza, amor mío, esta silenciosa danza? Maldito baile de muertos, pólvora de la mañana”. Era sobrecogedor. El año pasado estábamos, aunque no tan mal, en una situación parecida. Pero esta vez los organizadores del Congreso quisieron que sintiésemos “el filo de la guadaña”.

"Presiento que, tras la noche, vendrá la noche más larga (...) Los hijos que no tuvimos se esconden en las cloacas. Comen las últimas flores. Parece que adivinaran que el día que se avecina viene con hambre atrasada". La Constitución, la concordia, la fiesta de la convivencia, el orgullo por lo hecho, el cántico de alegría. Armengol, de negro. "No sé qué estrellas son estas, que hieren como amenazas".

No habían venido los nacionalistas ni los de Vox. Es decir: no había ningún nacionalista. Pero, aun así, el ambiente, amor mío, era el de la celda esperando al alba. Menos mal que apareció Pablo, un niño de siete años encargado de leer un artículo de la Constitución. Se les encendió a los políticos, y a nosotros, una ternura maravillosa. Pero ni por esas.

Sánchez y Feijóo no se saludaron. Estuvieron durante horas en el mismo salón, pero se evitaron en todo momento. Nos decía una veteranísima periodista que, incluso en los peores momentos, existía un hilo de institucionalidad. Pero estos dos lo han cortado. Ni se miran.

No hay nada en España que no arreglen un vinito, una cerveza y algo para picar. Acabado el funeral, como sucede en los pueblos, llegó la comida. Cada político intentaba colocar a los periodistas su mercancía averiada, pero hubo momentos de luz. Chispazos. Encuentros entre desertores. Ministros y opositores que se atrevían a cruzar las líneas enemigas. Ese fue nuestro trabajo. Encontrarlos.

Nos decía una ministra: “Vosotros también tenéis parte de culpa”. Hablaba de los medios y la polarización. ¡Pero cómo vamos a transmitir el mensaje contrario si se esconden para saludarse entre los distintos!

María Jesús Montero, como Yolanda Díaz, es tocona. Pero es una tocona transversal. Cogió por banda a Juanma Moreno, lo agarró por las manos y no lo soltaba. Nos decía María Jesús: “Voy a ver si encuentro agua”. Nosotros no sabíamos si se refería a Doñana o a un vaso de agua, porque pasaban las bandejas repletas de alcohol, pero sin agua.

Decía otra ministra: “¿Dónde está el presidente?”. Luego lo encontraba y se tranquilizaba. Después, escuchamos a una diputada del PP, medio en serio medio en broma: “Yo, si no me deja el presidente, no voy ni al baño”. Son corrillos delicados. Todos se miran, todos se escrutan. Al día siguiente, todos saben con quién han intimado. Y esa es información sensible que en cualquier momento puede ser utilizada.

Nuestros preferidos son esos a los que todo esto les importa un pimiento. “¡Presidenta! ¡Vengo a despedirme para siempre!”. Era Iceta, que corría a besar a Ayuso. Le dijo que ya sabe dónde le tiene, que ya hablarán. Se echarán de menos. Luego Ayuso, nostálgica, amor mío, al alba, se preguntaba qué va a hacer sin Iceta en esos actos tan aburridos a los que a veces toca ir. Con Iceta era más divertido.

Ayuso bebía limonada. Le dijimos que tenga cuidado con la dictadura, que si continúa la guerra con el Gobierno por el plan hidrológico, Madrid puede quedarse sin agua. Nos dijo que ella, por Madrid, lo da todo y que, en ese caso, compraría agua de donde fuese.

Se ponía la cosa divertida, pero se metió por medio un secretario de Estado. Se presentó casi en un susurro, como queriendo pasar desapercibido. Iba a intervenir su jefe de prensa, pero le tranquilizamos: “No es un espontáneo, ¡es un secretario de Estado!”. Con más razón.

Le descubrimos a Ayuso que Miguel Tellado, el nuevo portavoz del PP, fue nacionalista y de izquierdas. Quizá por eso tenga tan buena sintonía con Patxi López. Estuvieron charlando un rato. A ver cuántos puñetazos parlamentarios les dura.

Se nos iba la mañana. Tanto buscar encuentros inesperados que apenas podíamos comer. Cuando vimos una bandeja, corrimos a por ella. Pasaba por ahí Isabel Rodríguez, ministra de Vivienda y exportavoz, toda de blanco, y casi le tiramos un canapé encima. No se enteró, pero sí se percató, y nosotros no, de que el encuentro terminó con nuestra pegatina de prensa en su americana: “Oye, esto es vuestro”.

–¿Nos echa de menos, ministra?

–¡Estoy muy tranquila! Mirad, ahora, hasta puedo irme pronto. Voy fatal con los tacones. Y aun así, me siento liberada.

En ese instante, pasaba el padre Ángel por detrás, que siguió todo recto, sin preguntar de qué “liberación” se trataba. Hay gente que lleva el consenso en la sangre y otra que no lo lleva. Isabel Rodríguez es de las primeras, aunque el carné de su partido le impide pasar del gesto al hecho. Lo comentábamos con un opositor, que nos decía: “Es muy difícil atacar a Isabel. Le insultas y te da un abrazo”.

La que también quería marcharse pronto era Calviño, que espera dejar el Gobierno al alba para liderar el Banco Europeo de Inversiones. Nos pidió que no digamos lo que ella dice, pero en resumen: la cosa va bien, se puede anotar esto con precaución.

–No se lo va a creer usted, vicepresidenta, cuando regrese a la tranquilidad de Bruselas.

No quiso responder. Pero hay miradas que…

En estos saraos, los más importantes se van pronto y los menos se quedan hasta cerrar el bar. Un clásico de cuando se encienden las luces es el presidente de Murcia, Fernando López Miras. Pero quien también se tomó la última fue el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, no fuera a ser la última de veras.

Sólo son 45 años, pero sonó todo tan viejo… Puestos a lo vintage, ¿por qué no “Libertad sin ira” o “Habla pueblo habla”? Pero no, nada había más apropiado para hoy: la "silenciosa daga". Constitución, amor mío, ahora anochece más pronto. Ya llega el alba.