Mariano Rajoy, durante su intervención en Santander con motivo del noventa aniversario de la Universidad Menéndez Pelayo.

Mariano Rajoy, durante su intervención en Santander con motivo del noventa aniversario de la Universidad Menéndez Pelayo. Efe

Política GOBIERNO

Rajoy confiesa su fe juancarlista y bipartidista: "¿Qué broma es esa de 17 partidos en el Congreso?"

El expresidente del Gobierno habló sin tapujos durante hora y media en Santander. Contó incluso sus 'gintonics' con Angela Merkel.

7 julio, 2022 02:52
Santander

Era por la mañana en Galicia. Mariano Rajoy y Angela Merkel se levantaron y fueron juntos a hacer deporte. Cinco kilómetros de una etapa del Camino de Santiago. Después, una reunión seria. Por la noche, Mariano –aquí los apellidos y los cargos se habían diluido– llevó a Angela a cenar a un sitio muy cerca de la casa donde él vivió en Santiago. Pasearon por la Plaza del Obradoiro. Les aplaudieron. "Después nos tomamos unos gintonics y nos fuimos a la cama".

El público rompió a carcajadas. Rajoy, cuando se dio cuenta de lo que había dicho, también. "Sé que os reís porque no estáis pensando eso", añadió. El expresidente estaba pletórico. Como sólo lo está el que se levanta casi con un pie en el mar de Santander. Había ido a dar una conferencia, igual que González, Aznar y Zapatero. Pero fue otra cosa.

Vimos al Rajoy de la famosa retranca. Jugó con el suspense. A la entrada del paraninfo de La Magdalena, no atendió a los medios. Llegó con gesto serio. "Buenos días, ya voy a hablar dentro". Esa es la peor frase que puede decirle un político a un periodista... salvo que sea Rajoy.

Tras el agradecimiento de rigor a la Universidad Menéndez Pelayo por invitarle, procedió a desmigar sus "impresiones psicológicas". Así se lo demandó su acompañante en el escenario, el presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Benigno Pendás.

–¿Echas de menos la política? –se trataron de tú.

–No. Porque ahora hablo con mucha más libertad. Antes me lo pensaba mucho, no fuera a ser que me atizaran.

A Rajoy ya nadie le atiza. Es más caminante que expresidente. Más Mariano que Rajoy. Se puso unos chinos en lugar de un traje completo. Se volvería a dedicar a la política aun sabiendo "todo" lo que sabe. ¿Y qué sabe, presidente?

Que la política se ha convertido en "una profesión dura e injusta": "Tienes que enseñar tu declaración de la renta y de patrimonio. ¡No entiendo por qué! Además, es incompatible con todo. Y no te juzgan en los juzgados, sino en las redes sociales y en los periódicos".

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Eso que dijo Rajoy en contra de la hoy cacareada transparencia no lo dice ningún compañero de su partido. No lo decía, en realidad, ni siquiera él mismo mientras fue político.

El credo de Rajoy quedó inaugurado en 1981, cuando con veintitantos años fue elegido diputado del primer Parlamento de Galicia. Las instituciones no tenían locales y se las alquilaba el arzobispado. "Había un nivel enorme en la política. Así que yo estaba callado". La táctica le funcionó y volvió a ponerla en práctica en el Congreso.

"Había rifirrafes, pero lo habitual. Las formas se respetaban y los gobiernos eran respetables. Me enfrentaba a ministros muy competentes. Eso ha ido a peor. Corremos el riesgo de que la mentira atropelle a la gente y pase por encima de la verdad", sentenció.

El método de Rajoy, según él mismo, consiste en una denodada "repetición de obviedades". Pero lo que importa es la forma. Por ejemplo, cuando se reunió mano a mano con Puigdemont, le preguntó: "¿Tú de verdad crees que yo te voy a aprobar un referéndum por la independencia?". Puigdemont dijo: "No". Y Rajoy este miércoles en Santander: "Era desesperante". La gente se reía. La cosa era muy seria, pero lo contaba Rajoy.

No obstante, hubo un momento para la seriedad. A Rajoy le cambió el gesto. Fue cuando recordó la corrupción de su partido: "El caso Gürtel... Hubo gente del PP que hizo lo que no debía... Pero el trato que se le dio [al partido] fue exagerado. La inmensa mayoría es honrada. Me pareció tremendamente injusto. Lo pasé muy mal".

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De entre las intervenciones de los expresidentes, la de Rajoy fue la más amplía en cuanto a temas. Le preguntaron si reformaría la Constitución: "Estoy en contra, absolutamente en contra. Se me ha acusado de inmovilista. Sí, soy un inmovilista. No veo qué hay que reformar. Además, la gente no lo quiere. A mí no me lo pedía nadie por la calle. No sé si hay gente que se estresa con esto".

Sobre el Emérito fue igual de contundente, a sabiendas de que, entre el público habría grandes aliados y grandes detractores: "Estoy absolutamente a favor del Rey actual y del Rey anterior. La institución está muy arraigada y ha aportado estabilidad a España, sobre todo si la comparamos con los regímenes republicanos, que duraron un cuarto de hora. Se está tratando a Juan Carlos I de una forma que no merece. ¿Errores? Sí. ¿Quién no los comete? Si conocen a alguien, preséntenmelo, coño, para invitarlo".

Así íbamos, saltando de tema en tema. También topamos con el Gobierno. "El problema no es que sean veintitantos ministros. Tampoco su gasto público. Ni siquiera las subvenciones regaladas a algunas asociaciones. El problema es que son tantos que se tienen que inventar competencias para regularlas. Eso acaba siendo grave para la economía".

¿Y qué pasa con el Ministerio de Igualdad? Rajoy sacó de pronto una Constitución de Venezuela y leyó un artículo, eterno, que desdoblaba en masculino y femenino: presidente y presidenta, vicepresidente y vicepresidenta. Así continuamente. Diez o doce veces. Quizá más. "No sigo porque me van a echar de aquí", bromeó.

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"El masculino genérico ahora es pecado. ¡Qué fuerte! Hemos visto un viaje a Estados Unidos... Yo no quiero esto para mi país, coño. El informe del Gobierno enviado a la Real Academia decía que la Constitución fue redactada en términos machistas. Parecía una broma", apostilló.

Aunque para "broma", lo de los "17 partidos en el Congreso". "Yo soy bipartidista. Las cosas funcionaban razonablemente bien. ¿17 partidos en el Congreso? ¿Qué broma es esa?".

Terminó Rajoy con unas palabras sobre el Partido Popular. "Lo veo bien porque tiene un líder adulto y responsable". El expresidente, por si acaso, definió el término "adulto": "No tiene que ver con la edad. Mis hijos, uno tiene 23 y el otro está en bachillerato, a veces vienen a casa con sus amigos. Y me parecen razonables. Ustedes conocerán gente muy mayor que les parezca tonta".

"Al PP lo veo formal. Con un equipo de adultos. Está unido y hay solvencia". Algo parecido dijo de Feijóo. En realidad, fue muy parecido todo lo que dijo sobre todo. El credo de Rajoy es fácilmente detectable. Previsible en el fondo, imprevisible en la forma. Cuando comparece relajado, lo exhibe con toda plenitud.