Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado, durante el Congreso del PP en Sevilla.

Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado, durante el Congreso del PP en Sevilla. Julio Muñoz Efe

Política XX CONGRESO DEL PP

Amanece (en el PP) que no es poco: chispazos de una fiesta con entierro

2 abril, 2022 03:09

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Isabel Torres, la mujer de Pablo Casado, se quitó la mascarilla dos veces el día del entierro de su marido. La primera para besarle en los labios después del discurso. La segunda, para sonreír y mirar desacomplejadamente a las cámaras que les filmaban. En esos dos gestos estuvo la verdad del ya expresidente del PP, que se fue haciendo lo que debía... y ocultando lo que pensaba.

Casado, educado en el patriotismo partidista de Nuevas Generaciones, hizo lo que se esperaba de él: cumplir con su sentido del deber. Dijo adiós sin estridencias, sonrió todo lo que pudo, abrazó a quienes le apuñalaron y garantizó una transición ordenada.

Por eso, en la mirada de Isabel, su mujer, estuvo la verdad: esa amplísima distancia que separa los códigos del ciudadano de a pie de los del político. Isabel no aplaudió cuando no quiso, no rio cuando no quiso, no abrazó a quien no quiso y no fingió... porque no quiso.

La otra cara de la moneda, literalmente, ya que Casado lo abrazó en repetidas ocasiones, fue la de Feijóo. Severidad absoluta. Resultaba paradójico: el ganador del Congreso, en cualquier celebración civil, habría parecido el perdedor. Y viceversa.

No hay mejor frase que ésta para explicarlo. Del propio Feijóo: "Si no tuviera falta de sueño, deberíais sospechar de mí". "Alberto, tienes mala cara", le han dicho sus amigos estos días.

¿Cómo era eso que decía Felipe González, por cierto amigo de Feijóo? El líder, por mucho que se rodee, al final está solo. Y a Feijóo, cuando apaga la luz, le cuesta dormir. Es normal. Aznar y Rajoy, en sus respectivos discursos, le dijeron: "Tendrás al partido detrás". ¡Detrás! ¡Para echarse a temblar! Que se lo pregunten a Casado.

Sin embargo –y eso también ha debido de pensarlo Feijóo en su primer desayuno sevillano–, amanece en el PP, ¡que no es poco! Los demás saben que amanece, o que por primera vez en mucho tiempo la meteorología augura un poco de sol. Por eso sonríen.

¡Cuánto sonreía Cuca! Tanto que le pusieron un niño en brazos para hacerle una foto. Cuca lo mimó. Pero un minuto después, el niño empezó a corretear... y se cayó.

"Veo el ambiente muy bueno", dijo Isabel Díaz Ayuso al poco de llegar al Palacio de Congresos. Y lo dijo convencidísima. Se vino sin Miguel Ángel Rodríguez, que no era día de batalla. La realización –los periodistas no podíamos entrar al pabellón– cortó el momento en que se cruzó con Casado. Después revelaron que hubo saludo. Pero no lo vimos. Y en política, lo que no se ve no existe.

La presidenta de la Comunidad de Madrid nació en Nuevas Generaciones. Casado nació en Nuevas Generaciones. Pero a ella le pidieron fotos los militantes de "Fuerteventura" y de "Galicia". A él, minutos después en la misma cuesta de entrada, le pidieron fotos unas chicas de "Nuevas Generaciones".

El lío entre los dos fue la dinamita, pero probablemente, el fondo del asunto, reside en esa frontera no cruzada por Casado: de generar el entusiasmo en los amigos a generar el entusiasmo de la gente.

Sonrió Aznar, que no es un hombre demasiado dado a la sonrisa. Por lo menos en público. Lo hizo desde su casa debido a su positivo por covid. Con un nudo de la corbata impecable. Sobrevoló la duda. Porque se asomó en plano americano, de cintura para arriba. ¿Y si estaba en calzoncillos? ¿O en pijama? ¿Cuántos nos hemos conectado así a las llamadas de curro durante la pandemia? ¡Queremos foto, presidente!

Parece mentira que Rajoy y él hayan sido líderes del mismo partido. Cuando salió Mariano, el tono épico de Aznar se diluyó y pareció que nos adentrábamos en un monólogo de Leo Harlem. Es decir, de los buenos. Un chiste tras otro hasta la victoria final.

Entre una conexión y la otra, se coló en la retransmisión un inexplicable "¡cabrones!". Nadie supo de dónde salió aquello. Muy pedagógicamente, uno de los hombres de confianza de Feijóo explicaba: "Estos actos son un lío. Dices 'presidente' y se giran ocho personas con sus veintitrés jefes de gabinete". El problema es que dices "¡cabrones!" y no se gira nadie. Si Feijóo los encuentra, tendrá opciones de gobernar.