La carta de despedida de Iván Redondo: Hay que saber parar

La carta de despedida de Iván Redondo: "Hay que saber parar"

Política GOBIERNO

El misterio del ministerio: la guerra de Iván Redondo con Moncloa por su salida

El exdirector de gabinete sostiene que fue él quien dio un paso atrás, mientras en Moncloa reiteran que quiso ser ministro de la Presidencia y no pudo.

5 octubre, 2021 02:04

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En cuanto Iván Redondo supo que no había vuelta atrás, se preocupó por dejar escrita una carta de despedida. "Hay que saber parar". Son muchos los escritores que, preocupados por su posteridad, dejaron sellado un epitafio. El del exdirector del gabinete de la Presidencia fue claro: 'me voy yo, no me echan'.

Esa obsesión por el "relato" –una palabra mercadotécnica que ha alcanzado una repetición sin precedentes gracias o por culpa de Redondo– quedó también de manifiesto en la entrevista con Évole. El episodio que más mimó el protagonista fue el de su adiós. En muchos otros temas, casi todos, predominó el silencio. En éste, hubo detalles. Revelaciones. Y esas precisiones son las que han provocado estupor –y cierto desdén– en Moncloa.

Mientras estuvo en el Gobierno, Redondo peleaba –desde muy pronto, casi de madrugada– por "ganar la batalla del relato" a la oposición. Ahí queda aquella entrevista que concedió a El País, donde quedó al descubierto su predilección por la llamada guerra cultural. Hoy, de salida, reconvertido en columnista y consejero de La Vanguardia, pugna contra los que fueron los suyos por eso mismo: el manido "relato".

La versión que dio Redondo de su salida, como era previsible, nada tiene que ver con la que se cocinó en el entorno de Pedro Sánchez. Lo que resulta inverosímil es que son prácticamente opuestas. Difieren en lo sustancial. Unos dicen que se fue y otros que, cegado por su ambición, el presidente lo dejó caer.

El texto que sigue se construye tras escuchar en los dos frentes. El rector de uno de ellos, además, lo hizo on the record, a micro abierto, en La Sexta. Vamos con la versión de Redondo: continuando con su carta de despedida, le dijo a Évole que quiso parar, que se lo transmitió al presidente y que Sánchez lo entendió.

Dibujó la imagen –y en parte tiene razón– de un asesor que cosechó una victoria tras otra. Hasta que llegó el fiasco de la Comunidad de Madrid –insistió en que no tuvo mucho que ver con esto–. Un profesional exitoso que deja Moncloa con un currículum inmaculado; y que cierra la puerta por una sobredosis de cansancio. Eso fue lo que pretendió dibujar Redondo.

Los detalles son estos: habló de una cena que se produjo el martes inmediatamente anterior al sábado en que se conoció su destitución. Allí, según contó, dos amigos comunes a él y a Sánchez intentaron convencerle de que se quedara. Pintó una suerte de encerrona en la que se le ofreció el oro y el moro. Incluso un ministerio que rechazó –dijo Redondo–. No quiso dar sus nombres.

En el otro lado de la balanza, describen a un Redondo que "ya había decidido dar el salto a la política". No iba a ser la primera vez. Lo hizo en Extremadura, donde se convirtió en consejero de la Presidencia tras encumbrar presidente a Monago.

"Daba por hecho que no iba a tener problemas, que iba a conseguir un ministerio importante. Quienes le vieron esa semana saben que Iván no estaba de salida, sino todo lo contrario", apunta una de las fuentes consultadas.

Los detractores de Redondo –siempre los tuvo, sobre todo entre los cargos de gobierno procedentes del aparato socialista y entre los dirigentes del PSOE– apuntan que el puesto deseado fue el ministerio de la Presidencia. Pero Sánchez ya se había decidido por Bolaños, "la otra lucecita de Moncloa" que otrora formó con Redondo una pareja conocida como "Oliver y Benji".

"Iván se fue. Es cierto, pero porque planteó una especie de órdago. Esa semana de la crisis de gobierno estuvo muy inquieto porque perdió su comunicación con Sánchez, que además se fue de viaje a los bálticos. Tomó café con muchisima gente", insisten las fuentes consultadas.

Cuando Sánchez y Redondo se vieron por última vez, la suerte ya estaba echada. Los dos amigos "que se habían dejado entrar en sus vidas" se despidieron con un mero apretón de manos. El presidente ni lo mencionó en el listado de agradecimientos a los demás ministros salientes.

La cuestion es: ¿cómo encajan las dos versiones? ¿Cuál es el trozo de realidad que comparten Redondo y Moncloa? ¿Redondo pidió Presidencia y, cuando Sánchez dijo "no", entonces amenazó con su adiós? ¿Y si Sánchez, ante esa tesitura, ofreció una cartera distinta a Redondo? ¿O si simplemente el presidente trató de retenerle en el puesto de director de gabinete donde siempre había funcionado? Eso: la batalla del "relato". Y el misterio del ministerio.