"Y que debemos absolver y absolvemos libremente y sin restricción alguna para toda clase de efectos a los procesados, Comandante de Infantería (DEM) don José Luis Cortina Prieto…". Así comenzaba el apartado 16 del final de la sentencia del 23-F, dictada por el Consejo Supremo de Justicia Militar en Madrid el 3 de junio de 1982, tras el juicio de Campamento (unos antiguos cuarteles en la capital) a los responsables de la intentona golpista.

José Luis Cortina tenía entonces 42 años y llevaba, como el resto de los procesados, algo más de un año en la cárcel. A diferencia de los Tejero, Armada, Milans del Bosch y compañía, ese día pudo respirar tranquilo y comenzar una nueva vida en libertad. Poco después, en septiembre, se casaba con Margarita Arracil Pizarro, veinte años más joven.

A la boda, celebrada en la localidad madrileña de Alcobendas, asistieron muchos de sus compañeros de promoción de la Academia Militar de Zaragoza, aunque entre ellos, por razones obvias, no estuvo quien también compartió aprendizaje militar con el novio: Juan Carlos de Borbón, Rey de España. En la ceremonia religiosa se leyó, según cuentan las crónicas sociales de la época, un telegrama del entonces Papa, Juan Pablo II.

El CESID y la AOME

El 23-F supone ahora, en 2021, el ecuador casi exacto de la vida de Cortina, que siguió vinculado al Ejército y, más ampliamente, al ámbito de la Defensa: presidió la consultora i2V y dirigió la revista Atenea, aunque en los últimos años las cosas parecen habérsele torcido en los negocios.

Después de su absolución, abandonó el CESID -lo que hoy es el Centro Nacional de Inteligencia (CNI)-. En el momento del golpe, estaba al frente de la Agrupación de Operaciones para Misiones Especiales (AOME). De ahí que su supuesta colaboración en la asonada abriera otra grieta en el sistema: ¿participaron -además del Ejército- los servicios secretos del Estado?

40 años del 23F

Cortina es uno de los grandes enigmas del 23-F. Varias preguntas giran en torno a él: ¿contribuyó a impulsar el golpe para luego hacerlo fracasar y así proteger el régimen constitucional? ¿Lo impulsó sólo a medias para prosperar personalmente si triunfaba? ¿Trabajó convencido de la mano de los sublevados y dio marcha atrás por lealtad al Rey? ¿Quiso el golpe hasta el final, pero se escabulló en el juicio? Cortina es el personaje más novelesco de este episodio.

Tejero y algunos militares siempre lo dibujaron como el gran enlace entre los golpistas. El hombre que, en la sombra, organizaba las citas secretas que desembocaron en el asalto al Congreso. Él siempre lo negó.

Tras haberse librado de una condena -la Fiscalía pidió para él doce años de prisión- y, estrenando matrimonio, 1983 comenzaba bien para José Luis Cortina, o por lo menos incomparablemente mejor que los años anteriores. Pero el infortunio, o según algunas especulaciones algo distinto, iba a cruzarse en su camino ese verano.

El 27 de julio su padre, Antonio Cortina, inspector de Policía jubilado, fallecía repentinamente a los 75 años calcinado por un incendio en su piso de Madrid. La madre de Cortina y mujer del fallecido se encontraba en la peluquería en el momento del fuego. En ese piso había residido Cortina hijo hasta que contrajo matrimonio un año antes y allí, según el teniente coronel Antonio Tejero, se habría preparado parte del golpe.

Una circunstancia, esta última, que reflejaron las informaciones de la época. "El padre del comandante Cortina muere en un incendio ocurrido en uno de los pisos donde, según Tejero, se preparó el 23-F", titulaba aquel día el diario El País.

¿Fue un incendio meramente fortuito? ¿Se llevó el fuego algún secreto sobre la trama militar y civil del golpe? Interrogantes que sólo este octogenario, huidizo de la prensa desde entonces, podría contestar con algún grado de certeza.

El fallecido periodista y escritor Javier Pradera, en conversación con Javier Cercas recogida en el libro de este último, "Anatomía de un Instante", esbozaba una conclusión inquietante sobre Cortina. Pradera, en gráficas palabras, aseveraba: "Cortina monta el golpe y Cortina lo desmonta. Por lealtad al Rey".

Tejero, durante el golpe.

Tejero, durante el golpe. EFE

Su afirmación alude, sin duda, al carácter de la AOME dentro de la inteligencia española de la época. Casi un servicio secreto dentro del servicio secreto. Una unidad de élite que a diferencia del CESID, y según Cercas, "tal vez era una de las pocas unidades de los servicios de inteligencia españoles equiparable a las unidades de los servicios de inteligencia occidentales".

"Golpe de timón"

El investigador Alfonso Pinilla García, autor de "Golpe de Timón", un libro de investigación histórica sobre el 23-F, editado por Comares Historia, corrobora en conversación con EL ESPAÑOL esa especificidad de la AOME.

"Era una agrupación muy independiente", asegura Pinilla, quien subraya que en aquel momento el propio organigrama del CESID era confuso, pues ni siquiera tenía un director como tal, sino que Javier Calderón ejercía como mero "coordinador" de los servicios de inteligencia, a los que Cortina pertenecía desde los años sesenta.

Para el investigador, había mucha independencia dentro de una inteligencia española "que en aquel momento estaba aún madurando". Pero incluso dentro de la AOME había un grupo de agentes especiales que prepararon tanto la llegada de los furgones de la Guardia Civil ese mismo día al Congreso, como la "conexión Tejero-Armada".

Para Pinilla, lo que ese sector de la Inteligencia hizo antes de la intentona golpista fue "esconder en una bruma" todo lo relativo a la conexión entre Antonio Tejero, el militar que entró a voz en grito y disparando en el Hemiciclo, y el general Alfonso Armada, al que siempre se ha apuntado como el célebre "elefante blanco" del golpe. Es decir, el hombre que, llegado el momento álgido de tensión dentro del hemiciclo, debería aparecer con una solución bajo el brazo, que no era otra que un gobierno encabezado por él mismo.

Según las declaraciones de Tejero, ambos se habrían reunido el viernes 20 de febrero, tres días antes de la intentona, en un piso de Madrid. Así lo cuenta Pinilla a este periódico: "Según Tejero, Cortina se reúne ese día y le dice que tiene luz verde para asaltar el Congreso y que cuenta con una serie de documentos entre los que se cuentan decretos firmados ya por el Rey".

El profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura enfatiza que se trataba de "una implicación muy seria". De haberse probado esa conversación, y la sentencia pone de manifiesto que eso no es un hecho probado, "la implicación del Rey hubiese sido manifiesta", concluye.

Alfonso Armada.

Alfonso Armada. EFE

Sentencia absolutoria

El fallo del Consejo Militar dado a conocer en junio de 1982 -recurrido por el Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo al Tribunal Supremo, que finalmente corregiría al alza algunas de las penas, singularmente la de Alfonso Armada- era claro en su resultando sobre Cortina.

Afirmaba la sentencia que "no se ha probado en autos que mantuviese con el general Armada y con el teniente coronel Tejero las entrevistas ni que realizase los demás hechos de que viene acusado en relación con los que son objeto de esta causa, antes bien, queda probado que en los días y horas que se dice se celebraron tales reuniones, el comandante Cortina se encontraba en otro lugar distinto de los que se señalan como puntos de ellas; sin que aparezca tampoco probado que el citado jefe haya tenido cualquier otra participación en los hechos que se investigan en esta causa". 

En el binomio Tejero-Armada, cuya abrupta falta de entendimiento la misma noche del 23-F ayudó a frustrar la intentona, se antojaba casi imprescindible, para que el golpe hubiera triunfado, que el primero no llegara a conocer exactamente el papel que a la postre tenía pensado asumir el segundo.

Armada, como también relata Cercas en su libro, aguardaba aquella tarde de hace cuarenta años su encuentro con la Historia, que según sus cálculos habría pasado por una llamada del rey Juan Carlos I que nunca llegó: "Lo que sobre todo espera Armada es la llamada subsiguiente del Rey pidiéndole que acuda a la Zarzuela a explicarle lo que ocurre en el Congreso".

Aunque sus relaciones con el Rey se habían deteriorado, hasta el punto de salir de la Zarzuela, las cosas volvían a su cauce, como describe Cercas: "Ambos se han reconciliado y en las últimas semanas ha advertido al monarca en multitud de ocasiones sobre el riesgo de un golpe y le ha insinuado que conoce sus entresijos y que si finalmente se produce él podrá dominarlo. Entonces, una vez en la Zarzuela, Armada se hará cargo del problema, igual que solía hacerlo en los viejos tiempos…".

Un particular cuento de la lechera que, como es sabido, no pasó de ahí y que se frustró definitivamente en la conversación más famosa e importante de aquel día. Aquella en la que Sabino Fernández-Campo, secretario general de la Casa del Rey, ante las preguntas del jefe de la División Acorazada Brunete, el general José Juste Fernández, sobre si Armada se encontraba en Palacio, contestó inequívocamente: "Ni está ni se le espera".

El general José Juste.

El general José Juste. EFE

"No contará nada"

Es precisamente en esa clave de bóveda del golpe, donde, según Pinilla, sería muy importante conocer toda la verdad sobre el papel de Cortina. Si bien su participación sólo él mismo -si decidiera romper su mutismo en lo que le quede de vida, o a su muerte a través de sus herederos- podría aclararla. En esto último el profesor Pinilla es pesimista.

"Cortina es la clave que está viva de todo este entramado. Evidentemente él nunca nos va a contar nada. Él dispone, probablemente, de documentación muy sensible para probar esa 'solución Armada'. Puede ser que en el incendio en el que murió su padre parte de esa documentación sensible desapareciera. No lo sabremos nunca, pero el incendio podría estar relacionado con eso", concluye el autor de "Golpe de Timón".

Para Pinilla, "la AOME tiene dos papeles fundamentales en el golpe". En primer lugar, "envolver en una bruma el contacto entre Armada y Tejero". Porque no podría parecer, en ningún momento, que quien va a 'salvar la democracia' -ese era el plan de Armada, llegar a una situación de máxima gravedad y él convertirse en un De Gaulle español y ofrecerse, con un gobierno de concentración, como el clavo ardiendo- aparezca como el individuo que pone en marcha el plan de asaltar el Congreso.

"Y por eso había, como digo, que envolver en una bruma la conversación que el día 21 de febrero mantienen Tejero y Armada en el número 5 de la calle Pintor Juan Gris, de Madrid. Ese es el típico trabajo de los servicios de inteligencia".

Otro de los investigadores del 23-F, Francisco Medina, vincula ese piso a Cortina, ya que su propietario era copropietario a su vez de una empresa en la que también participaba Cortina.

Un espía condenado 

El segundo papel clave de los hombres de Cortina el 23-F, este en clave más logística, es para Pinilla "coordinar la llegada de los distintos autobuses a la carrera de San Jerónimo y facilitar su entrada": "Y también hay pruebas de esto porque algunos coches de esa sección especial de agentes quedaron en la Congreso de los Diputados aparcados, con sus radio frecuencias. Y algunos de los agentes declararon que se les dio esa orden".

Para añadir elementos de película a la cuestión, aparecen nada menos que los servicios secretos de EEUU. Habla de nuevo Pinilla: "La explicación que se dio es que estaban implicados en una operación de escuchas de la CIA, la Operación Mister, es decir, que la Inteligencia de EEUU estaba escuchando a una serie de personalidades españolas y el CESID estaba controlando esas escuchas. Es lo que explicaría la presencia de coches con radioteléfonos aquel día, y el Tribunal lo dio por válido".

Sí hubo un miembro del CESID, por debajo de Cortina en el organigrama, que terminó siendo condenado, el capitán de la Guardia Civil Vicente Gómez Iglesias. Tuvo que abandonar los servicios de Inteligencia tras recibir una pena de seis años, aunque no llegó a cumplir ni la mitad de la condena, tras ser indultado en 1984.

La sentencia señala cómo frecuentaba a Tejero "en los días anteriores al veintitrés de febrero e incluso en uno de ellos lo llevó en su propio coche a cenar en casa de unos familiares en el pueblo de Guadarrama", una localidad de la sierra norte de Madrid.

El fallo del Tribunal militar especifica cómo el mismo día del golpe Gómez Iglesias se había ausentado de un curso al que asistía en la Academia de Tráfico de la Benemérita alegando un cólico nefrítico. Sin embargo estuvo pocos minutos antes de las cuatro de la tarde en el mismo lugar donde se celebraba dicho curso, el acuartelamiento del Parque Automovilístico de la Guardia Civil, para tomar cartas en el asunto que ya a primera hora se traía Tejero entre manos.

La sentencia explica que "al pasar por delante de la puerta del despacho del coronel Manchado, jefe del Parque, vio a éste acompañado del teniente coronel Tejero y del capitán Abad, cuando, como queda relatado, el teniente coronel trataba de convencer al coronel de que le facilitase hombres y vehículos, momento en que el capitán Gómez Iglesias corroboró las afirmaciones del teniente coronel Tejero. Más tarde, y a instancia del mismo jefe, este capitán colaboró en el embarque de la fuerza reunida por el teniente coronel Tejero en los autobuses que habían de trasladarla al Congreso. Hechos que el Consejo declara probados".

Por tanto, un hombre de los servicios secretos ayudó a Tejero en el momento clave para iniciar la intentona de aquel febrero de 1981. Un único hombre, según la sentencia, y sin conocimiento ni connivencia de sus superiores. Incluido el octogenario José Luis Cortina Prieto, que vive para contarlo.