Rubén Juárez, con un turbante para protegerse de las tormentas de arena del norte de Mali.

Rubén Juárez, con un turbante para protegerse de las tormentas de arena del norte de Mali. RJ

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Brigada Juárez, diario de un 'paraca' español desde Mali: "¿Debo atender a quien violó a mi mujer?"

Rubén Juárez fue uno de los primeros militares españoles que aterrizó en el país; ahora cuenta sus vivencias en un detallado diario en forma de libro.

15 diciembre, 2019 01:54

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El Mali de Rubén Juárez estaba al borde del colapso. La ausencia de estructuras de poder había propiciado el avance de los grupos terroristas y criminales. Un avispero con pocas garantías de seguridad. "Tierra roja, color sofocante". Sus impresiones al poner las botas sobre el terreno eran las que, a la postre, sentirían los cientos de militares españoles que en los últimos años se han desplegado en el país africano.

Juárez fue de los primeros.

El despertador sonó a las 5.30 de la madrugada del 16 de septiembre de 2013. Apenas había conciliado el sueño. Ir a Mali le dejaba un sabor de boca diferente al de otras misiones en el exterior en las que había participado. "La recién nacida Emma, de 17 días, evitó que mi esposa y yo tuviéramos una última noche romántica", cuenta con sorna Rubén Juárez, hoy con el empleo de brigada.

Es la primera página de su diario de misión. Ediciones El Drago lo recoge en el libro Memorias de África (a orillas del Níger), un documento inédito que narra las dificultades - y buenos momentos- que afrontó ese primer equipo del Ejército español que pisó Mali: "Doce guerrilleros, diez paracaidistas, dos operadores informáticos del Ejército del Aire y una enfermera".

Portada del libro.

Portada del libro.

Veinticinco militares preparados para sumarse al contingente internacional bajo el paraguas de la Unión Europea. Su misión: "Instruir al Ejército de Mali en técnicas, tácticas y procedimientos propios de nuestra cultura militar de Operaciones Especiales". Que los propios militares locales adquieran las destrezas necesarias para combatir a los terroristas en un escenario crítico para los intereses españoles; de no controlar el polvorín, es más que previsible que se extienda hasta las inmediaciones de nuestras fronteras físicas.

Justicia, no venganza

"Lunes, 13 de enero de 2014. Día noventa y siete". Rubén lleva más de tres meses en Mali. En su diario, como es la rutina habitual, detalla cómo es el transcurso de su jornada. De la educación física a los militares malienses a las cuestiones más teóricas. 

La escena que el paraca vive en este día es el resumen perfecto de lo que se encuentran los militares españoles en su misión: unos alumnos disciplinados y dispuestos a aprender, pese a las heridas que aún duelen de una guerra cruel. Un conflicto que hostiga a base de atentados, de disparos, de violaciones a las mujeres.

Rubén Juárez se dirige a los alumnos del Ejército maliense.

Rubén Juárez se dirige a los alumnos del Ejército maliense. RJ

Así lo refleja Rubén Juárez en su diario:

"Nos adentramos en el mundo de la captura, trato y transporte de prisioneros de guerra. Les cuesta creer que tenemos que actuar con ellos según el convenio de Ginebra, Separación de escalas, trato humano y digno, tres comidas diarias y velar por su seguridad durante el cautiverio. Sus preguntas nos eran ya conocidas:

-¿Tengo que darle de comer a un enemigo que ha matado a algún familiar mío?

-Sí.

-¿Tengo que velar por su seguridad, aun cuando ha violado a mi mujer?

-Sí.

Desgraciadamente tenemos que hacer eso. Aunque no nos guste. Así de injusta es la vida".

Porque el objetivo de la misión no sólo pasa por dotar al Ejército maliense de las capacidades necesarias para afrontar su lucha contra el terrorismo. El horizonte está puesto en el futuro. Y que las tropas oficiales locales respeten las normas internacionales son la base para que la población crea en la acción de su Gobierno.

Incluso, cuando se captura al enemigo que ha cometido las mayores atrocidades. Hay lugar para la Justicia, pero no para la venganza.

Los riesgos de Mali

El paraca Rubén Juárez fue de los primeros en llegar a Mali. Sus crónicas detalladas son un recordatorio de la inestabilidad que se vive en la región y que amenaza a buena parte del Sahel. La falta de estructuras de poder y seguridad propician la expansión de las principales amenazas.

Instrucción de mortero a los militares malienses.

Instrucción de mortero a los militares malienses. RJ

Desde 2013, cientos de militares españoles han pisado Mali en la misión de adiestramiento y asesoramiento a las autoridades locales. Una misión no exenta de riesgo. En mayo de 2018, el Ejército comunicó la muerte del soldado Antonio Carrero, de 28 años, al volcar el vehículo Lince en el que viajaba. A título póstumo y hace una semana, el Gobierno le ascendió a cabo a propuesta del Consejo de Ministros.

Episodios a los que hay que sumar las intentonas criminales contra el contingente internacional. En fechas recientes, EL ESPAÑOL entrevistó a los soldados Daniel Gómez y Richard Ríos, condecorados con la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo por frenar el ataque terrorista con coches bomba contra la base de Koulikoro, donde se encuentran 300 efectivos de las Fuerzas Armadas.

La misma distinción se le otorgó al comandante Miguel Ángel Franco; en junio de 2017 y en plena jornada de descanso, lideró una acción heroica para salvar a decenas de personas de un ataque yihadista en el resort en el que reposaba. Y eso que las condiciones no eran las idóneas: se encontraba en bañador y chanclas cuando sufrió la embestida terrorista.

Esas amenazas -terrorista, criminal, inseguridad- eran extremas cuando Rubén Juárez aterrizó en Mali. Él era consciente de ello y por eso, en la última página de su diario ["Jueves, 17 de abril de 2014. Día ciento noventa y uno"], detalla la emoción que sintió al reencontrarse de nuevo con su familia:

"En cuanto puedo, me acerco a mi mujer e hija, cogida en brazos de mi esposa. Vicky y yo nos besamos en los labios dos veces y la abrazo. Las mochilas me estorban, pero no las suelto. Ella enseguida me da a la pequeña Emma. La cojo en brazos. La beso. Sonrío. Y otra vez la beso. En la cara, en la boca, en la frente, en las manos... Emma no deja de mirarme el bigote y la boina con los ojos muy abiertos. Son más de las cinco de la madrugada".