1. El juez José de la Mata, en vilo ante la bronca de Jordi Pujol. Los mejores titulares son los que jamás llegarán a publicarse.

2. Jordi Pujol llegó, vio y repitió punto por punto lo que ya había declarado en ocasiones anteriores. Que el dinero procede de una herencia familiar, que si la cuenta andorrana figuraba a su nombre era solo para evitar que el dinero acabara en manos de su nuera (en proceso de divorcio del primogénito de los Pujol Ferrusola) y que lo que se hiciera con esa cuenta no es problema suyo sino de su hijo. Tampoco hubo medidas cautelares por parte del juez, muy demandadas por cierto por Twitter en compensación kármica por el encierro de los titiriteros del Gora Alka-ETA. La noticia ayer, en definitiva, es que no hubo noticia.

3. Decía La Sexta en noviembre de 2015 que Jordi Pujol y su familia habrían escondido 2.400 millones de euros en Panamá. Esos millones deberían sumarse a los 900 que, según el diario La Razón, el clan Pujol atesora en Belice. El condicional es importante porque a día de hoy nadie ha confirmado oficialmente esas cifras. Mucho menos las “decenas de miles de millones” (en sentido estricto, un mínimo de 20.000 millones de euros: el 10% del PIB catalán) de los que habla Victoria Álvarez, la exnovia del hijo mayor del clan Pujol.

4. De ser ciertas esas cifras, el hombre que entró ayer en la Audiencia Nacional para responder a las preguntas del juez José de la Mata adquiriría una nueva dimensión. Una dimensión paralela, concretamente. Porque esos 3.300 millones (vamos a dejar de lado a Victoria Álvarez) superan en casi 800 el PIB de Andorra, que ronda los 2.500 millones de euros. Disfrutar de un capital personal superior al PIB del país de 80.000 habitantes en el que escondes tu dinero es un hito al alcance de muy pocos. ¡Quién fuera un hombre PIB!

5. En realidad, las cifras confirmadas por el momento (quizá la punta del iceberg) se mueven en niveles inferiores a los miles de millones. La cuenta andorrana por la que ayer preguntó el juez José de la Mata al antiguo presidente de la Generalitat contaba con fondos por valor de 1,8 millones de euros. Digamos un piso de tamaño medio en la zona alta de Barcelona. Sin embargo, EL ESPAÑOL ha acreditado el ingreso de 200 millones en efectivo en Andorra. Y es muy probable que sea justo ahí, en algún punto medio entre el pisito y el país pirenaico, donde ande la verdad.

6. En octubre del año pasado, el diario La Vanguardia publicó un artículo sobre Jordi Pujol titulado ¿Qué coño es esto de la UDEF? La frase fue pronunciada por Pujol en 2013 en el marco de una entrevista concedida a Espejo público (Antena 3) y pronto se convirtió en el emblema de la prepotencia con la que Pujol se había movido por Cataluña durante los últimos treinta años. Prepotencia, por cierto, tolerada e incluso admirada en secreto por la oposición parlamentaria y por los medios de comunicación de estricta obediencia nacionalista. Ver a Pujol reprochar las preguntas incómodas de los periodistas y a estos aceptar el rapapolvo entre pucheros era todo un espectáculo. Hoy, esa pleitesía sumisa suena a ciencia ficción. Pero ocurrió.

7. Lo significativo del citado artículo de La Vanguardia, sin embargo, venía después. En ese texto, firmado por “Vanguardia. Redacción”, se decía lo siguiente:

“Este martes, consecuencia de los registros que se están llevando a cabo por parte de la Policía Nacional en Barcelona y Madrid (…) Pujol está ampliando su conocimiento sobre esta unidad, nacida en 2005 como un organismo para la investigación de delitos económicos”.

8. Solo alguien que ha vivido en Cataluña durante el régimen pujolista puede comprender el alcance de esta minúscula, casi imperceptible ironía: “Pujol está ampliando su conocimiento sobre esta unidad”. Que La Vanguardia, probablemente el diario más genuflexo con el poder de la historia de la prensa española, se atreva a ironizar sobre la figura de Pujol es la prueba irrefutable de que Pujol es ya un activo tóxico en Cataluña. Un mito amortizado.

9. Se podía leer ayer en las redes varias críticas a la decisión de Pujol de declarar en castellano y de renunciar a su derecho a hacerlo en catalán y con la ayuda de un traductor. Que sepa España entera que ese hombre al que se mitifica como el padre espiritual del actual proceso independentista es considerado en algunos sectores de Cataluña (pequeños pero ruidosos) como poco más que un Tío Tom del españolismo que suplica humillantemente el perdón del Estado.

10. Según el diario catalán El Punt Avui, fuentes próximas a la Fiscalía y a la defensa confirmaron ayer que el juez no preguntó a Pujol por las supuestas comisiones ilegales del 3% ni por la adjudicación de obra pública en Cataluña. O el juez lo ha dejado para más adelante (quizá para hoy) o los indicios respecto a este punto no son los suficientes como para sostener una acusación de este tipo.

11. La estrategia de Pujol es extraña porque descarga toda la responsabilidad en sus hijos y, más concretamente, en el mayor de ellos, Jordi Pujol Ferrusola. Que es, por otro lado, el centro de la investigación del juez de la Audiencia Nacional. Quizá el clan planea sacrificar a su reina (que no es el padre sino el hijo) para escapar del jaque mate.

12. En cualquier caso, Jordi Pujol es ahora, hibernado el proceso independentista en Cataluña, una pieza de caza menor. Ni siquiera su amenaza de hacer caer “todas las ramas del árbol” provoca el más mínimo morbo. Su generación política, aquella que podría “caer” si Pujol se decidiera a cantar de plano, anda retirada de la primera línea política, alejada del radar mediático o en la cárcel. Jordi Pujol no acabará en prisión y ver entrar en ella al primogénito produciría el mismo impacto que la de un concejal de urbanismo de un pueblo mediano. Si la medida del poder de un político la da el fervor con el que sus detractores desean su entrada en prisión, el poder de Jordi Pujol y de su clan hace tiempo que rivaliza con el de una coca-cola desbravada.