Janira y Tamar Taibo.

Janira y Tamar Taibo. Cedida

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Las hermanas Taibo, las españolas que crearon un 'cole' para refugiados en Líbano: "Es una tierra rota por la violencia"

Con 26 Letters, han enseñado a cientos de niños matemáticas, inglés y árabe. Ahora, ayudan a familias que sufren las consecuencias del conflicto en el país.

Más información: 'Sobrevivir sin lo básico': la crisis en Líbano pone en jaque el futuro de la infancia

Verónica Fernández
Publicada

A sus 19 años, Janira Taibo cursaba estudios de Asia y África especializados en el idioma árabe en la Universidad Autónoma de Madrid cuando, en su tercer año de carrera, le ofrecieron un convenio para estudiar en el Líbano. Decidió aceptarlo y lo que iba a ser un año viviendo en Beirut, acabaron siendo más de ocho.

A su llegada al país, en 2015, lo que más impactó a esta joven madrileña fue la desigualdad. "Había muchos niños pidiendo en la calle, y lo que más me chocó fue ver cómo la gente, especialmente los europeos, parecía acostumbrada a ignorarlos".

También, asegura, le "impresionó el racismo y la aporofobia hacia los sirios, tanto por parte de los libaneses como de los extranjeros. Incluso amigos españoles que vivían allí parecían haber normalizado esos prejuicios, y la verdad que me horrorizó como todos parecían haber normalizado ver a un niño o a una niña en la calle, solos".

Uno de esos niños era Salah, al que Taibo conoció pidiendo en la calle, en el camino entre su casa y la universidad. "Primero conocí a su hermano pequeño, que trató de venderme una rosa. Le invité a comer al McDonald's y luego me presentó a Salah. Desde entonces, me paraba cada día a jugar con ellos. Salah tenía 13 años y yo 19", recuerda.

A pesar de la diferencia de edad y de idioma, ambos conectaron. "Él no hablaba inglés y yo apenas entendía árabe, así que nos comunicábamos con gestos. Un día, Salah me contó que su padre había fallecido de cáncer y solo estaban él, su madre y sus hermanos. Todo con señas. Fue una conversación dura, pero nos reímos mucho los dos por lo absurdo de cómo nos teníamos que comunicar".

A medida que Janira afianzaba su amistad con el pequeño, hubo algo que le dolió mucho. "Fue ver cómo mis propios compañeros me juzgaban por estar con Salah. Pensaban que podía robarme solo por ser pobre. Él nunca me pidió dinero, ni aceptaba que lo invitara a comer. Solo quería cariño. La pobreza hace que la gente juzgue sin conocer", lamenta.

Janira Taibo con una de sus alumnas.

Janira Taibo con una de sus alumnas. Cedida Janira Taibo Beirut

Un día, Salah confesó a Janira, a través de un amigo que hizo de traductor, que no quería seguir en la calle, solo quería ir al colegio, tener amigos y una familia que lo quisiera. "Me fui a casa llorando, llamé a mi hermana y ella me dijo: 'entonces habrá que hacerle un colegio'. Se vino a Beirut, me ayudó a crearlo". Así nació 26 Letters, que más que una escuela se convirtió en una comunidad de personas que se querían, se respetaban y se apoyaban.

Las gemelas Taibo comenzaron dando clase en la calle, luego en una cafetería y cuando el número de alumnos se elevó, se los llevaban a su casa. "Como ya eran muchos niños, pedimos ayuda a algunos amigos, y sin darnos cuenta se formó un pequeño grupo que años después llamaríamos voluntarios". En ese momento, "para nosotras solo era un grupo de personas ayudando a un grupo de niños que queríamos mucho", recuerda Taibo.

Matemáticas, inglés y árabe

Para asistir a la escuela solo había un requisito, tener entre 4 y 18 años. Allí les enseñaban matemáticas, árabe e inglés, también organizaban talleres por edades. "Algunos de los más populares fueron los de ética de la historia, educación sexual, arte y un taller precioso sobre bienestar emocional que hicimos junto a psicólogos el último año", comenta Taibo.

Y añade: "También ofrecimos talleres sobre feminismo, espacio personal y otros temas importantes para la vida cotidiana y la convivencia". Con el tiempo, abrieron espacios para las madres, donde ofrecían talleres parentales sobre higiene, salud del día a día y clases de alfabetización en árabe e inglés.

Tamar Taibo con una de sus alumnas.

Tamar Taibo con una de sus alumnas. Cedida Janira Taibo Beirut

En los primeros años, llegaban a la escuela niños y niñas de todo tipo de contextos y nacionalidades. A medida que se fue conociendo la labor de las hermanas, empezaron a tener listas de espera muy largas y ya la mayoría de los alumnos eran sirios. "Antiguos estudiantes acabaron dando clases o haciendo voluntariado con nosotras, porque después de tantos años, su nivel de inglés superaba incluso el nuestro", explica Taibo.

Hace cinco años, la situación en Líbano se complicó y las hermanas Taibo comenzaron a tener problemas para encontrar voluntarios. "Tuvimos que reducir días de clases, de modo que nuestros propios estudiantes —algunos todavía niños, otros ya adolescentes— empezaron a enseñar a los que tenían menos nivel. Esa iniciativa nos dio la idea de darles un papel más activo", comenta Taibo.

Crearon comités y pusieron a seis estudiantes a cargo de distintos aspectos de la escuela. Llegó un momento en que su iniciativa funcionaba sola, sin que Janira y Tamar tuvieran que estar allí físicamente.

Alumnos de la escuela, cuyo único requisito para asistir era tener entre 4 y 18 años.

Alumnos de la escuela, cuyo único requisito para asistir era tener entre 4 y 18 años. Cedida Janira Taibo Beirut

"Transformar 26 Letters en una escuela democrática no solo empoderó a los estudiantes, sino que también nos permitió a nosotras, que llevábamos años trabajando sin descanso y sin cobrar, poder respirar un poco", explica Janira Taibo. A partir de ese momento, las madrileñas empezaron a encargarse, principalmente, de la parte organizativa.

De escuela a ONG

En octubre de 2024 la situación en Beirut, y en el resto del país, empeoró por la guerra y la escuela tuvo que cerrar. Taibo reconoce que siente "desesperación, soledad y rabia. Han sido años muy duros, trabajando con una comunidad constantemente perseguida. Durante todo este tiempo, hemos visto cómo todo lo que construimos se derrumbaba una y otra vez".

Han vivido ataques racistas, intentos de incendio del centro, hambre extrema, estudiantes golpeados por la policía solo por ser sirios, bombas cayendo cerca de las casas de sus alumnos, familias atrapadas en Libia al intentar escapar…

"Hemos visto a nuestros niños crecer y convertirse en adultos atrapados en un sistema que no les da salida. Algunos fueron deportados, otros encarcelados. Y duele ver que, por mucho que lo intenten, el mundo les da la espalda. Porque al final del día, siguen siendo sirios en el Líbano. No importa su bondad, ni todo lo que valen. Viven en un país donde no tienen derechos, en una tierra rota por la violencia", cuenta Taibo.

Alumnos de la escuela.

Alumnos de la escuela. Cedida Janira Taibo Beirut

Reconocen que "nos encantaría decir que todo lo que hacemos nos llena de esperanza, pero la verdad es que cada vez cuesta más. La guerra en Líbano les robó la esperanza. Y si ellos la han perdido, nosotras también".

Tras el cierre de la escuela, los esfuerzos de Janira y Tamar Taibo se centran en ofrecer ayuda humanitaria. "Somos quienes contestan el teléfono y organizan la recaudación de fondos para causas concretas o familias concretas".

Previamente, las gemelas Taibo ya se habían dado cuenta de que necesitaban ayuda, y aunque no les gustaba mucho la idea de institucionalizarse, decidieron registrar 26 Letters como ONG para poder continuar y crecer.

Actualmente, funcionan con un sistema de patrocinio. Las personas que quieren ayudar pueden entrar en su web, ver los perfiles de las familias que necesitan apoyo y donar directamente a ellas. El 100% de esa donación va a la familia. También consiguen apoyo a través de proyectos financiados por otras organizaciones, como el Global Campus of Human Rights.

A día de hoy, tienen registradas a unas 450 familias, "pero la necesidad es tan grande que muchas veces no llegamos", reconoce Janira Taibo. Asegura que su objetivo es seguir con la ayuda humanitaria para las familias, centrándose en lo urgente, "que puedan seguir sobreviviendo".

La historia de Primo

Se llama Aissa, pero las hermanas Taibo le llaman Primo. Comenzó en la escuela como estudiante a los 11 años. A los 16 ya hacía voluntariado como profesor, y al poco tiempo asumió su dirección. A los 15, intentó volver a Siria para terminar sus estudios, pero fue secuestrado. Cuando logró regresar al Líbano, prometió no volver jamás. Desde entonces, se volcó en la escuela. La reconstruyó y cuando cerró por la guerra se encargó de que la ayuda humanitaria siguiera llegando.

Durante los bombardeos, las familias lo llamaban a él. Con su moto, trasladaba a gente herida al hospital. Hacía voluntariado en los colegios que acogían desplazados. Y pronto lo pusieron a cargo. Dormía allí porque las familias se sentían más seguras si él estaba cerca.

Alumnas de 26 Letters.

Alumnas de 26 Letters. Cedida Janira Taibo Beirut

Hace unos días, a las 4 de la mañana, Janira Taibo recibió la llamada de un estudiante. Habían dado una paliza a su hermano. "Escribí a Primo 'estás despierto'. Enseguida me preguntó que qué necesitaba. Sin dudarlo, se acercó a por el herido y lo llevó al hospital", relata la madrileña.

Hoy, Primo se sienta en una silla de plástico, esperando. Espera a ver si su padre vuelve de Siria y les dice que es seguro. Espera a ver si su hermana podrá seguir estudiando después de que tuvieran que sacarla del colegio por no poder pagarlo. Espera a ver si su hermano sale del calabozo por no tener papeles.

Hoy Primo se sienta en una silla de plástico frente al edificio en el que su padre es portero soñando con ir a Europa. Primo solo tiene 20 años y ya ha hecho más por su comunidad que muchos adultos en toda su vida.