
José Antonio Mateo Flórez creó el Grapel en 1972.
Mateo, el hombre de 88 años que creó el Grapel, la técnica a bisturí que convierte en arte el papel de las radiografías
Un primer garabato "por casualidad", hecho en 1972, hoy se ha transformado en una colección de 500 obras y en todo un movimiento que solo él practica.
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"Andrea, solamente quería decirte algo para que lo sepas de antemano, aunque te darás cuenta tú misma. Mateo no es simplemente una persona mayor que hace arte, sino un artista que se ha hecho mayor". Me bastó simplemente con cruzar el umbral de la puerta de su domicilio para darme cuenta de que su nieto tenía razón.
Aunque, cuando es preguntado si él mismo se considera un artista, responde que "eso dicen las malas lenguas, yo lo que estoy es un poco loco". Cree que es eso lo que quizás más le asemeja, pero la veintena de cuadros que tiene colgados en las paredes de su casa demuestran todo lo contrario.
Habla de ellos con una sonrisa de oreja a oreja porque, a pesar de tener 88 años –89 hará en mayo– aún conserva la ilusión y la inocencia de aquel niño que ya pintaba sus primeras obras. Fue a los 15 cuando hizo sus inicio en el óleo, pero el arte le acompañó en todas sus facetas desde la infancia. "Tuve la suerte de nacer en un hogar en el que se pudo acceder a una radio, y desde entonces vivo siempre con música".
Puede que fuera esa sensibilidad hacia las melodías lo que despertó su interés por los instrumentos. Toca nada más y nada menos que 13, y todos ellos aprendidos de manera autodidacta. Algunos, si no podía acceder a ellos, se los fabricaba él mismo. "Eso que ves es en realidad una calabaza", dice señalando lo que parece un pequeño ukelele, que cuelga junto a otros tantos semejantes en la pared de su taller, al que él llama "la leonera".
Es ahí, sentado en una pequeña mesa que se encuentra frente a la ventana que da a su estimado barrio madrileño de Valdezarza, donde José Antonio Mateo Flórez se sienta cada día desde las 6:30 de la mañana con la única intención de seguir creando arte. Bisturí en mano, raspa papel de radiografía con una finura que hace que esta herramienta parezca casi un cincel.

Mateo, en su "leonera", frente a los instrumentos que fabrica.
"Yo lo que creo son tallas", porque con nada más que su paciencia –una "sin límite" que ensaya desde que era joven– consigue crear hasta 17 capas en una película que tiene poco más de medio milímetro de grosor. Bautizó esta técnica artística como Grapel, que viene de las primeras sílabas de 'grabado' y 'película'. Y digo bautizó porque fue Mateo el que, en el año 1972, creó y patentó este curioso movimiento.
Admite que fue "por casualidad", cuando un buen día del mes de septiembre de ese año, el ingeniero que trabajaba junto a él en el ahora llamado Hospital 12 de Octubre, quiso que le acompañara a la recepción de los nuevos materiales para los equipos de rayos X.
"Mientras se iba calentando la máquina, no sé muy bien por qué, se me ocurrió coger una radiografía, una cartulina y un bisturí. Me dio por raspar en dos sitios distintos, y vi que conseguía dos tonos de color diferentes, así que me propuse ver cuántos podía llegar a obtener si seguía haciendo lo mismo", relata.
Y fue así como, de manera fortuita, lo que en su día fueron dos garabatos mal dados, hoy se han convertido en una colección de obras que ya cuenta con 500 piezas. Sin saberlo, Mateo no sólo se convirtió en el inventor de un movimiento artístico sin precedentes, sino que ha sido, hasta hace apenas unos días, el único en el mundo en practicarlo.
Un paseo por el espacio
Recorrer los pasillos de Mateo se siente casi como dar una vuelta al mundo. Cuidadosamente colocados en el interior de un imponente y ornamentado marco dorado, e iluminados adecuadamente para que se pueda apreciar bien su obra, se encuentran uno tras otro alguno de sus cuadros más especiales.
Empezamos por Madrid, la ciudad donde vive hace ya más de 40 años. "Aquí tengo la puerta de Alcalá, el Museo de Historia y la Cibeles". Pronto, dejamos la gran ciudad para dirigirnos a los campos de Castilla. Concretamente a Puebla de Sanabria, el municipio zamorano que le vio nacer.
En una oda a sus raíces, dedicó un cuadro a cada provincia, dejando en su acogedor salón sitio para el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, las catedrales de Burgos y León, el acueducto de Segovia y el empedrado que levanta la gran muralla que recorre las calles de Ávila.

Mateo junto a los cuadros que expone en su casa.
Traspasando ya fronteras, nos encontramos tributos a Japón o México, ya sea a través de alguno de sus instrumentos o de sus obras. "Ahora, os voy a llevar a flotar por el espacio". Tras otra de las puertas del domicilio, Mateo nos tiene reservada una última sorpresa. Cierra la puerta, y acto seguido enciende un interruptor que ilumina de manera simultánea todos los planetas que componen el sistema solar.
"El color azul de la Tierra es porque detrás lleva traspuesta una acuarela". Porque Mateo completa su colección con varios retratos de sus familiares —algunos incluso de él mismo— hechos a esta técnica o al óleo. "No sólo hacía Grapel... aunque ahora sí".
Lleva 53 años dedicando todos sus días al bisturí, y es por eso por lo que su colección ya suma 500 obras a las que dedica, de media, "unos 15 días, invirtiendo más de cinco horas cada uno de ellos". "Pero en casa no hay sitio para tanto", avisa.

Mateo hizo al completo el sistema solar en Grapel.
Algunas residen guardadas en los cajones. Otras, en el museo. Porque sí, efectivamente, Mateo cuenta con una galería de arte que lleva su nombre. Se levantó en Granja de Torrehermosa (Badajoz) donde el esfuerzo de los vecinos hizo que el artista tuviera su lugar en uno de los tantos municipios donde vivió para poder ganarse la vida.
Pero Extremadura no es el único lugar de España que tiene el gusto de poder lucir la obra de Mateo. Participó en la Expo de Sevilla como artista invitado, y ha recorrido varias ciudades españolas con exposiciones temporales. "En Murcia iba para un día y me quedé tres", recuerda.

Autorretratos al óleo de Mateo tocando sus distintos instrumentos.
Aunque no hay que irse tan lejos. En los bares aledaños de su barrio, también descansa alguna de sus creaciones. "Aquí todos me conocen". Y es verdad. Basta con darse tan sólo una vuelta por sus calles para ver como todo el mundo le saluda. "Hasta luego paisano", le dicen los muchachos escondidos tras la barra de una taberna. "Es que estos son de Zamora, y nos une la tierra", apunta.
Pero la obra de Mateo también cruzó en su día el charco. Ha viajado traspasando fronteras hacia países de Latinoamérica, Japón o Bruselas. "Pero ahí no se me da autoría", admite. "Los responsables del papel de radiografía las expusieron por el mundo para que vieran cuan bueno era el material de su producto, pero sin reconocer que eso lo hacía yo".

Uno de los libros donde Mateo recopila su obra.
Sin embargo, ese reconocimiento queda presente en muchas de las estanterías de su pequeño taller, en las que descansan cientos de tomos de libros que él mismo hace a mano, donde plasma todos sus cuadros agrupados en distintas colecciones de pequeños cuadernillos. "Cada dos por tres bajo a la imprenta y hago que me impriman todas las fotos de mis obras".
Artista, también en redes
Aunque los casi 90 años de Mateo son difíciles de imaginar con la viveza y energía que desprende, lo cierto es que no fue su idea, sino de sus hijos y nietos, la de hacer que su arte se volviera digital, y llegara al mundo de las tan desconocidas para él redes sociales. "Un día mi hijo me dijo que me iba a hacer famoso. Ya ves tú, ¡a buenas horas!". Pero lo cierto es que lo consiguió.
Mateo ya acumula más de 16.000 seguidores y casi 300.000 visualizaciones en Tiktok. "Es increíble como este cacharro hace que te vea tanta gente", dice sorprendido mirando al móvil. Pero así es. En YouTube empezó algo antes, pero también cosecha un gran éxito. "Es una manera más cercana de hablar de lo que hago", apunta.
@grapel.art Video Completo en YouTube!! @grapelart #grapelart #hechoamano #artwork #art #arte #español ♬ Little Things - Adrián Berenguer
Su contenido es variado. Lo mismo te hace una cámara rápida con el proceso de alguna de sus obras, como te enseña su vida en su casa de campo. "Tengo un vídeo en el que le toco el acordeón a los perros del pastor, y ellos me saludan con ladridos. Parece que me hacen los coros... y no lo hago mal para no saber leer ni una nota de un pentagrama", cuenta riendo mientras se visualiza.
Los usuarios reciben estos vídeos casi con tanto gusto como el que tiene él al hacerlos. Sus post están llenos de comentarios de amor y respeto hacia su labor. Y tan agradecido está, que fue acumulando todas las palabras que sus seguidores le dedicaron durante sus primeros 15 días activo y, con ello, se fue directo a la papelería para imprimirlas y encuadernarlas. "Las quiero tener siempre porque me hacen sentir enormemente agradecido".
Un legado que deseaba
Mateo no solo puede presumir de ser el creador del Grapel, también podía lucir el título de ser el único en el mundo que lo practicaba. Pero hablo en pasado porque, hace tan sólo unos días, una artista subió a sus redes sociales un vídeo dibujando una flor sobre una radiografía.
Lejos de darle rabia, Mateo parece no caber en sí de gozo. "Ya pensé que me moría sin que nadie recreara esta forma de arte", exclama. Se alegra profundamente de que alguien, aunque sea en otra parte del mundo, continúe con su "legado". "Aunque seguro que esta chica no sabe ni quién soy".
Mateo se define como un hombre "sin muchas ambiciones", y quizás sea por eso por lo que nunca ha querido vender su arte. "Vendí dos cuadros, y por compromiso. Encima, malvendidos, pero yo no quiero el dinero", afirma.
Cuando le preguntan por qué, la respuesta es simple: "He podido conseguir dinero con los trabajos que he tenido. Lo hemos pasado mal, pero nos ha dado para vivir. Con eso, ya estoy satisfecho. Prefiero tener mis obras antes que el dinero... ¡Porque yo para qué lo quiero! Con tener para mi vinito y mi cañita es suficiente".
"A estas alturas", dice, ya no le hace falta fama. Aun así, por favor, nunca olviden este rostro. Su nombre es José Antonio Mateo Flórez, pero pueden llamarle sólo Mateo. Sin son de Zamora o de su querido barrio madrileño de Valdezarza, incluso, pueden llamarle 'paisano'. Pero yo les invito a que, aunque no le guste, mejor le llamen artista.