Fernando Giráldez, autor del libro 'Un neurocientífico en el Museo del Prado'.

Fernando Giráldez, autor del libro 'Un neurocientífico en el Museo del Prado'. Raúl Amores

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Fernando Giráldez, el catedrático que convirtió en neurociencia las obras del Museo del Prado

El doctor en Medicina acaba de publicar su libro 'Un neurocientífico en el Museo del Prado', donde explora ciencia, arte e ilusiones perceptivas. 

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No fueron horas, sino días. No sabe exactamente cuantos, pero sí sabe que fueron muchos. Se perdía por los pasillos observando cada obra de arte, intentando que, esta vez, su mirada fuera distinta a todas las anteriores. "Hay que ir a un museo liberado de prejuicios", y eso fue exactamente lo que hizo Fernando Giráldez cuando volvió de nuevo al Prado

Fue después de una clase con sus alumnos de la Universidad Pompeu Fabra, donde es catedrático emérito en el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona, cuando decidió que "detrás del arte había algo más que merecía la pena contar". Desde sus inicios docentes, Giráldez combina en el aula el arte –una de sus grandes pasiones– con la ciencia. "Te permite ejemplificar y ver de manera visual lo que ocurre en los procesos del cerebro", apunta a ENCLAVE ODS. 

Y es por eso por lo que un doctor en Medicina acabó escribiendo un libro sobre arte. Aunque Un neurocientífico en el Museo del Prado esconde mucho más que eso. Giráldez ha conseguido que, entre sus páginas, artistas como Sorolla, Velázquez o Tiziano se conviertan, tan solo durante 258 páginas, en sujetos estudiosos de la ciencia

¿Qué fue lo que le motivó a explorar la relación entre la neurociencia y el arte, dos áreas que a priori parecen no tener nada en común y, en particular, qué le llevó a escribir un libro sobre ello?

La razón fundamental surgió de la experiencia de estar frente a obras emblemáticas, como Las Meninas o alguna pintura de Sorolla. Al acercarme, me di cuenta de algo sorprendente: una colección de manchas o borrones se transformaba en una sensación natural del mundo. Esa sensación me impulsó a cuestionarme cómo es posible que algo tan aparentemente simple pueda desencadenar una percepción tan rica. Inicialmente, utilicé este enfoque en mis clases para enseñar el funcionamiento del sistema nervioso, y con el tiempo me di cuenta de que había una historia más amplia que debía contar.

¿Cómo fue la experiencia de trabajar con sus alumnos en este cruce entre neurociencia y arte?

Fue muy enriquecedora. Durante más de 15 años he combinado estos campos, incluso explorando la música. Usar el arte, como ejemplos de ilusiones ópticas, les permitió a mis alumnos comprender de manera tangible cómo opera la fisiología y la neurociencia. Además, el proceso les ofreció una experiencia práctica en el análisis sensorial y perceptivo.

Fernando Giráldez estudió medicina en la Universidad de Valladolid.

Fernando Giráldez estudió medicina en la Universidad de Valladolid. Raúl Amores

¿Diría que sus estudios y experiencia profesional han influido en la forma en la que percibe el arte cuando visita un museo?

Sin duda. Hay dos componentes en juego. Por un lado, mi trasfondo cultural y la temprana afición por la pintura, enseñada por mi padre, me han inculcado una gran admiración por la técnica del óleo. Por otro, mi trayectoria científica, centrada en la fisiología y el desarrollo sensorial, me ha llevado a ver cómo convergen ambas áreas. Esta dualidad me permite acercarme a las obras con una mirada que busca comprender tanto su valor estético como los mecanismos perceptivos que las hacen tan cautivadoras.

¿Cómo ha evolucionado su análisis del arte a medida que fue avanzando en su carrera?

He aprendido a mirar las obras de una manera que se aleja de los prejuicios y conceptos preestablecidos. Mi intención es ver realmente lo que la obra tiene para ofrecer, liberándome de ideas preconcebidas, ya sea admirar la Mona Lisa o descubrir nuevos detalles en otras piezas. Es fundamental dejarse seducir por la primera impresión y luego profundizar en los procesos técnicos y la historia que hay detrás de la restauración o la creación del cuadro.

Entonces, ¿la neurociencia influye en cómo percibimos el arte?

La neurociencia no influye directamente en nuestra percepción cultural, sino que nos permite entender los mecanismos cerebrales que intervienen en el proceso de ver. Estudia cómo nuestro cerebro reconstruye la imagen captada por la retina a través de millones de neuronas. Los pintores, de forma intuitiva, han explorado estos mecanismos para crear ilusiones que hagan que sus obras parezcan tridimensionales, a pesar de estar en un lienzo plano.

En su libro menciona como maestros del arte han estudiado, a través de sus obras, el funcionamiento del cerebro. ¿A qué se refiere exactamente? ¿Cómo se refleja esto en las obras que ha estudiado? 

Claro. La idea central es que, para representar el mundo natural, no basta con reproducir la realidad física de los objetos; es necesario pintar cómo los percibimos. Por ejemplo, la perspectiva es una herramienta que permite proyectar objetos tridimensionales en un plano, imitando las relaciones espaciales reales. Los pintores, sin tener conocimientos formales de neurociencia, han ido experimentando con sombras, escalas y bordes para recrear en la pintura lo que nuestro cerebro procesa al ver el mundo. Esta 'ingeniería inversa' de la percepción es fascinante porque revela cómo se reconstruye la realidad en nuestra mente.

Fernando Giráldez combina en sus clases arte y neurociencia.

Fernando Giráldez combina en sus clases arte y neurociencia. Raúl Amores

¿Podría mencionar alguna obra que ejemplifique claramente esta 'ingeniería' de la percepción?

La mayoría de las obras del Prado tienen algún truco de ingeniería inversa. Por ejemplo, Las Meninas es una obra rica en recursos: utiliza la escala natural, juega con la paleta de colores para simular la visión de los bastones, y aprovecha la perspectiva aérea para dar resolución a la pintura. Todos estos elementos hacen que la obra no solo sea visualmente atractiva, sino que además reproduzca, de forma indirecta, cómo percibimos el espacio y la tridimensionalidad.

Me imagino que para escribir el libro tuvo que recorrer el Prado en numerosas ocasiones. ¿Ha vivido alguna anécdota particular que le haya sorprendido?

No es tanto una anécdota en concreto, sino el resultado de muchas horas de exploración y observación. A veces, al buscar algo en particular, me encontraba con detalles que no esperaba y que enriquecían mi comprensión de la obra. Esa constante sorpresa y redescubrimiento es parte esencial de mi experiencia en el museo.

¿Cuántas horas cree que ha caminado por el Prado a lo largo de su carrera?

Bueno, más que horas, son días completos. El recorrido por el museo es tan extenso y profundo que cada visita ofrece nuevas perspectivas.

¿Qué aportes cree que puede hacer la neurociencia al mundo del arte y viceversa?

Desde el lado del arte, no se trata de ayudar a pintar 'mejor', sino de comprender el proceso de percepción. Para la neurociencia, el arte ofrece ejemplos palpables para ilustrar procesos cerebrales complejos, como la percepción de la tridimensionalidad o la interpretación de sombras. En esencia, ambos campos se enriquecen mutuamente al revelar aspectos profundos de la destreza humana y la forma en que interpretamos el mundo.

Giráldez, durante la entrevista.

Giráldez, durante la entrevista. Raúl Amores

Usted ha mencionado que el arte es también un método de estudio de la neurociencia. ¿Cómo cree que puede avanzar esta aplicación en el ámbito educativo?

El arte, y especialmente la música, ilustran de forma excepcional los procesos sensoriales y de memoria. Las manifestaciones artísticas son herramientas ideales para ejemplificar el funcionamiento del cerebro, ya que están llenas de trucos perceptivos y de ilusiones que reflejan nuestros mecanismos de procesamiento sensorial. Usar estas herramientas en la enseñanza permite que los estudiantes se acerquen a conceptos complejos de manera más intuitiva y significativa.

Usted ha expresado que este libro es el resultado de años de trabajo y pasión por el arte. ¿Tiene algún otro proyecto similar en mente?

Este libro me costó alrededor de 10 años de trabajo, así que como el siguiente me lleve lo mismo... (ríe). Pero sí, actualmente tengo algunos proyectos en mente. Además de artículos sobre Tiziano, estoy explorando la idea de crear una colección liberada tanto del contorno del Prado como de la pintura clásica. En ella, me gustaría abordar otros ámbitos artísticos, como la música o incluso la gastronomía, que considero también es una forma de arte.

¿Qué le vincula personalmente al Museo del Prado y por qué eligió este museo en particular?

El Prado tiene un valor muy personal para mí. Desde la infancia, mis visitas al museo, ya fuera en compañía de amigos o familiares, han dejado una huella imborrable. Recuerdo haber estudiado la familia de Carlos IV en el Prado en el instituto, lo que marcó el inicio de mi fascinación por la pintura. Para mí, el Prado es sinónimo de historia, tradición y la esencia misma del arte, lo que lo convierte en el escenario perfecto para mi obra.

¿Y cuál es su obra favorita?

Esa es una pregunta imposible de responder, pues tengo muchas obras que admiro y que, en diferentes momentos, han marcado mi vida. Podría decirte 40, porque cada obra encierra su propia historia y belleza, y se me hace imposible elegir solo una.