Los baby boomer hemos sido protagonistas de una época de expansión, modernización y apertura. Hemos vivido la transición democrática, la consolidación del estado del bienestar, la revolución tecnológica y la globalización.
Pero ahora, al acercarse a la etapa de la madurez, nos enfrentamos a un escenario que no se parece en nada al que vivieron nuestros padres.
Muchos divorcios, patrimonios fragmentados y dañados por las varias crisis, la economía estancada y redes familiares debilitadas son las piezas que conforman nuestro decorado.
A diferencia de generaciones anteriores, muchos baby boomer nos hemos divorciado y al divorcio le gusta acompañarse de conflictos y problemas emocionales y económicos.
En un divorcio, el patrimonio no solo se divide, sino que suele reducirse. Los costes del proceso (mediadores, asesores fiscales, abogados, notarios, etc.), la necesidad de mantener dos hogares en lugar de uno o la venta de bienes en condiciones poco favorables provocan pérdidas de valor o la obligación de abonar pensiones impactan en las economías familiares.
En conjunto, el divorcio implica no solo reparto, sino también una disminución real del patrimonio disponible.
También impacta en las amistades y relaciones familiares. Casi siempre es necesario reconstruirlas y cuanto más tarde ocurre el divorcio, más difícil resulta hacerlo.
Por eso, cuando llegue el momento en el que muchos baby boomer requieran de cuidados, no contarán con una pareja a su lado ni con una estructura familiar tradicional que los respalde.
Pero el impacto del divorcio también tendrá consecuencias en los hijos, que deberán atender a progenitores en domicilios distintos, e incluso en ciudades o regiones diferentes, lo que complicará enormemente la logística del cuidado.
Hijos lejos
Muchos hijos de baby boomer viven en el extranjero. Son jóvenes que aprovecharon oportunidades educativas fuera de España y que, ante la falta de empleo en el país, decidieron quedarse donde estudiaron o emigrar a nuevos destinos.
Algunos se han casado con personas de otras nacionalidades y han formado familias en esos países. Esto significa que cuando sus padres necesiten cuidados, no estarán cerca para ofrecer apoyo directo. La distancia geográfica es una barrera emocional y práctica, que tiene consecuencias en la labor de cuidados.
La baja natalidad también juega en contra. Muchos baby boomer tienen pocos hijos o ninguno. Además, estos han sido padres tardíos, lo que implica que, cuando necesiten cuidados sus progenitores, ellos se encontrarán ocupados en educar a unos hijos en plena adolescencia.
Esta coincidencia generacional —cuidar a padres mayores mientras se cría a hijos adolescentes— será una fuente de estrés, sobrecarga y conflicto para muchas familias. La llamada generación sándwich vivirá esta tensión con especial intensidad.
Sistema de cuidados en crisis
El sistema de cuidados en España no está preparado para lo que viene. No hay suficientes cuidadores profesionales, y los que existen trabajan en condiciones precarias. La Ley de Dependencia, aunque esencial, no garantiza una atención ágil ni equitativa.
Los tiempos de espera para recibir ayudas superan los 300 días, y la financiación pública está por debajo de los estándares europeos.
Con una población envejecida en rápido crecimiento, la presión sobre el sistema será insostenible si no se toman medidas urgentes.
En este contexto, la previsión se convierte en una necesidad. Los baby boomer deben empezar a planificar su envejecimiento con realismo y responsabilidad.
Para evitar situaciones de vulnerabilidad en los próximos años será clave diseñar estrategias de cuidado, explorar opciones de seguros, vivienda adaptada y sobre todo establecer e incentivar la pertenencia a comunidades colaborativas y redes de apoyo mutuo.
La autonomía futura dependerá, en gran medida, de las decisiones que tomemos hoy cada uno de nosotros.
Este escenario interpela no solo a los individuos, sino también a los gobiernos, a las empresas y a la sociedad civil. Necesitamos políticas públicas que reconozcan la singularidad de esta generación, modelos de atención flexibles, formación de cuidadores, innovación tecnológica y una cultura que valore el envejecimiento como una etapa activa y digna.
Los baby boomer hemos transformado el mundo. Ahora nos toca transformar el modo en que envejecemos y nos cuidamos: asumiendo cuanto antes nuestra responsabilidad individual respecto al futuro.
***María Jesús González-Espejo es fundadora del Instituto de Smart Ageing, Matura Club de Mejor Longevidad y autora de 'El arte de envejecer sabiamente'.