En el panorama actual, donde las demandas sociales, medioambientales y regulatorias evolucionan a gran velocidad, la sostenibilidad ha dejado de ser una opción: ahora es una exigencia.
La aprobación de la Directiva sobre diligencia debida en sostenibilidad corporativa por parte de la Unión Europea marca un antes y un después.
A partir de ahora, las grandes empresas están obligadas a identificar, prevenir y mitigar los impactos negativos sobre los derechos humanos y el medioambiente.
Esta normativa anticipa un escenario en el que la sostenibilidad deja de estar al margen para convertirse en uno de sus ejes centrales.
Sin embargo, el desafío trasciende el cumplimiento: exige una visión transversal que impulse un cambio, capaz de generar un impacto positivo y duradero en la sociedad.
Ante este reto, es imprescindible transformar estructuras, revisar procesos, abrir canales de diálogo con grupos de interés y, fundamentalmente, comunicar con transparencia y coherencia.
Adoptar una perspectiva integral implica actuar en tres dimensiones esenciales: anticipar y gestionar riesgos mediante el cumplimiento normativo, promover la transformación cultural para activar el cambio desde dentro y fomentar una comunicación honesta que genere confianza en un entorno cada vez más exigente.
Este enfoque está plenamente alineado con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por Naciones Unidas.
Esos objetivos son aquellos vinculados al trabajo decente y el crecimiento económico (ODS 8), la producción y el consumo responsables (ODS 12), la acción por el clima (ODS 13), la paz, la justicia y las instituciones sólidas (ODS 16), así como las alianzas para lograr los objetivos (ODS 17).
Integrar estos objetivos en la estrategia empresarial permite responder a los desafíos actuales y avanzar hacia un modelo económico más justo, resiliente y respetuoso.
Incorporar la sostenibilidad en los pilares de la estrategia empresarial supone un reto cultural que va más allá de las políticas o programas específicos.
Es una oportunidad para liderar con propósito, ganar relevancia y responsabilidad en un mercado que valora el compromiso con los derechos humanos y el planeta.
Las organizaciones que lo entienden así mejoran su reputación, atraen talento y fidelizan clientes, contribuyendo de manera tangible al bienestar común.
Ha llegado el momento de dejar atrás las estrategias de sostenibilidad que se quedan en la superficie.
El cumplimiento normativo es solo el punto de partida. El verdadero valor está en transformar la cultura empresarial y generar un cambio tangible.
La sostenibilidad y los derechos humanos no deben entenderse como un coste, sino como una inversión en el futuro.
***Mikel Berraondo es director de Sostenibilidad de Prodigioso Volcán e impulsor de Atolónica.