El retorno que genera la inversión en ciencia, tecnología e innovación es indiscutible. Diferentes estudios lo han cuantificado, siendo este siempre positivo desde una perspectiva no solo económica sino también social.

En ese sentido, la investigación responsable que se impulsa a nivel internacional busca producir conocimiento de forma inclusiva, participativa, abierta y sostenible.

De esta manera se pueden llevar a cabo iniciativas de ciencia, tecnología e innovación que tengan también un rol transformador a nivel social y ambiental.

Según datos del Informe sobre Brechas de Emisiones 2024 de Naciones Unidas, el sector de la energía es el que más contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero, seguido de la movilidad, la agricultura y la industria.

Por lo tanto, si queremos que nuestra sociedad sea más justa y sostenible, es imprescindible que se lleven a cabo transformaciones profundas en estos sectores tan cruciales, para lo que la ciencia, la tecnología y la innovación deben tener un rol protagónico.

La realidad actual es que no solo queremos que nuestra sociedad sea más sostenible —en la Unión Europea (UE), el 85% de la ciudadanía considera el cambio climático un grave problema—, además, necesitamos que así sea.

Muestra de ello es el crecimiento del conocimiento científico sobre las causas y el impacto del cambio climático a través de diversas iniciativas como, por ejemplo, el Panel Internacional sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés), que hacen patente la necesidad de contar con una ciencia, una tecnología y una innovación que estén al servicio de la ciudadanía y que busquen soluciones a problemas sociales y ambientales concretos con más urgencia que nunca.

La aplicación de metodologías de producción de conocimiento en donde existe una estrecha colaboración entre distintos agentes (academia, sociedad civil, empresas y Administración pública) permite, en esa línea, generar productos más asentados en la realidad al considerar diferentes saberes, al tiempo que facilita una mayor transferencia y apropiación de los resultados científicos.

Además, este tipo de interacción entre el mundo académico y no académico no se limita a la investigación: a la vez que se investiga, se divulga y se genera conciencia.

Este es el caso del Grupo Interdisciplinario de Estudios Socioambientales y de Desarrollo de Tecnologías Sociales en la Amazonía, coordinado por la doctora Socorro Rodríguez Chaves, de la Universidad Federal da Amazonía, colaboradora de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).

Sus principios metodológicos están basados en tres pilares: la generación de conocimientos, tecnologías e innovaciones que sirvan como insumo para el desarrollo de las comunidades locales; la incorporación de valores a productos, procesos y servicios; y el relevamiento de información de calidad para la elaboración de políticas públicas.

Una experiencia de su aplicación ha sido los denominados Living Labs (laboratorios vivientes), en su caso, centrados en viveros comunitarios agroecológicos, de plantas medicinales, etc., que permiten investigar en la cotidianidad de la vida comunitaria el manejo sostenible de plantas nativas y generar innovaciones que contribuyen a la formación de pequeñas empresas, al fomento de la economía solidaria y a la mejora de la calidad de vida de las comunidades locales.

Otro ejemplo reseñable es el proyecto Energytran, una iniciativa de cooperación científica entre Europa y América Latina y el Caribe para la transición energética, coordinada por la OEI.

El proyecto llevó a cabo recientemente un evento sobre participación ciudadana en la transición energética, en donde también se puso de manifiesto el potencial de las iniciativas de ciencia ciudadana en el proceso de mejora de su entorno mediante el asesoramiento científico.

Por otra parte, el Premio Sacha, de alcance iberoamericano, tiene por objetivo identificar y reconocer en la región soluciones tecnológicas innovadoras y sostenibles para mitigar y adaptar el cambio climático en sectores como la energía y la construcción.

Igualmente, vale la pena mencionar los logros de la Noche Iberoamericana de l@s Investigador@s, que con ya cinco exitosas ediciones es un espacio que permite fomentar el vínculo entre la investigación y la sociedad, las vocaciones científicas y el conocimiento de la sociedad por la ciencia producida en y entre países iberoamericanos.

Como vemos, son muchas las iniciativas de ciencia, tecnología e innovación orientadas a la transformación social y ambiental, pero resulta imprescindible visibilizarlas y poner en valor su importancia en la transición ecológica.

En paralelo, sufrimos una crisis a nivel global de representación que afecta también a las instituciones públicas, pero estamos a tiempo de recuperar su credibilidad para que las nuevas generaciones confíen en la importancia de la Política para la solución de sus problemas.

En el recién publicado informe Percepciones juveniles sobre energía y sostenibilidad en España se pone de manifiesto la información y desinformación con la que cuenta la juventud con respecto a temas como el cambio climático, la sostenibilidad y las energías renovables.

Una de las cuestiones que se aborda en el informe es el análisis de los agentes en los que la juventud confía para luchar contra el cambio climático: la mayoría deposita su confianza en la ciencia (un 65%), sin embargo, no llega al 16% quienes confían en la política.

La confianza que los y las jóvenes parecen depositar en la ciencia puede servir de palanca, pero no con una visión exclusivamente tecnocentrista, sino realmente de gobernanza climática.

La gobernanza climática y la ciencia son campos estrechamente ligados en el proceso de transición, ya que la primera debe aportar los objetivos y prioridades mediante la cooperación entre agentes y países y, la segunda, debe ponerse al servicio de las políticas públicas y de la ciudadanía para su logro.

En noviembre de este año, la comunidad internacional se reunirá en Belém do Pará, Brasil, en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), en la que la OEI tendrá un importante rol como coorganizadora.

Esperemos que este nuevo espacio de encuentro global permita alcanzar acuerdos y avanzar en la construcción de agendas basadas en soluciones científicas, transformadoras, cooperadoras y en alianza entre todos los agentes que contribuyan a una verdadera sostenibilidad, especialmente en una región con tanto potencial como lo es nuestra región iberoamericana.

***Paula Sánchez-Carretero es coordinadora de proyectos de Ciencia en la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).