Reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita para 2030, tanto en el comercio minorista como en los hogares, y reducir las pérdidas en las cadenas de producción y suministro, es la meta del ODS 12.3 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
Un objetivo ambicioso que debemos abordar con urgencia, puesto que tan solo quedan cinco años para cumplirlo y queda mucho por hacer para alcanzarlo.
Si tenemos en cuenta los últimos datos publicados por WWF, cada año se desperdician en el mundo más de 2.500 millones de toneladas de alimentos, lo que supone el 40% de la comida producida globalmente.
Estas cifras no son solo un gran sinsentido, sino que además son insostenibles por una cuestión ético-social y económica, pero también porque afectan al medioambiente y desperdiciamos recursos esenciales como el agua, la tierra o la energía.
El desperdicio de alimentos es un problema sistémico que se da a lo largo de toda la cadena de valor. Desde el campo hasta la mesa.
Desde el productor hasta el consumidor. Por ello, se debe abordar de forma integral y es por eso que todos tenemos nuestra parte de responsabilidad y todos somos parte de la solución.
En este sentido, y siendo conscientes del gran reto que supone y del compromiso de contribuir al cumplimiento de los ODS, se empiezan a dar algunos pasos importantes en nuestro país.
España ha aprobado recientemente su primera ley a nivel nacional para la prevención de las pérdidas y el desperdicio de alimentos.
El objetivo que plantea esta ley es reducir en un 50% el desperdicio de comida en la venta minorista y el consumo y un 20% en la producción y distribución.
Para ello, propone una hoja de ruta con algunas medidas, como la obligación para las empresas de contar con un plan de prevención y de aplicar una jerarquía de prioridades, que obliga a que, siempre que sea posible, se priorice el consumo humano del excedente, a través de soluciones para su redistribución y con acuerdos para la donación a organizaciones sociales.
Asimismo, los restaurantes deberán ofrecer a los clientes la posibilidad de llevarse a casa lo que no se terminaron, así como una guía de buenas prácticas, con incentivos para aquellas empresas que las apliquen, o la obligación para las administraciones públicas de poner en marcha campañas de sensibilización destinadas a los consumidores, entre otras medidas.
España se convierte así en uno de los primeros países, junto a Francia e Italia, en abordar por ley la reducción del desperdicio alimentario.
Además, son muchas las empresas que, desde hace años, ya han venido tomando la iniciativa, poniendo en marcha acciones para reducir el desperdicio dentro de su operativa diaria.
Es el caso de muchos supermercados y negocios de alimentación que han implantado, por ejemplo, descuentos y bajadas de precios de última hora en productos que están a punto de cumplir su vida útil, o que se han unido a iniciativas como la nuestra —la app Too Good To Go— para dar salida a su excedente diario de comida a precios más asequibles y, así, reducir el desperdicio.
Paralelamente, crecen las campañas y acciones de sensibilización dirigidas a la ciudadanía. Y es que cabe recordar, que es en los hogares donde se genera la mitad de todo el desperdicio a nivel europeo.
De ahí que, dotar a los consumidores de herramientas, información y conocimientos prácticos es esencial para frenar el desperdicio alimentario.
Con este objetivo han nacido iniciativas como 'Mira, Huele, Prueba’, cuya misión es acabar con la confusión que aún existe sobre el significado de la fecha de consumo preferente y recordar a los consumidores que esta es solo un indicador de calidad.
La campaña los anima a usar sus sentidos porque, si un alimento con fecha de consumo preferente vencida no ha sido abierto, se ha almacenado correctamente y, al abrirlo, tiene buen aspecto, olor y sabor, se puede seguir consumiendo sin riesgo alguno, evitando así el desperdicio innecesario de mucha comida.
Más de 50 marcas de gran consumo se han unido a esta iniciativa y están incorporando la etiqueta en los envases de más de 1.500 productos. En definitiva, combatir el desperdicio de alimentos no solo requiere de una regulación, sino de una implicación de toda la sociedad.
La colaboración de todos los que integramos la cadena de alimentación, desde productores, empresas, consumidores, asociaciones sociales y profesionales y las administraciones públicas, es fundamental para dar respuesta a grandes retos como este.
Si queremos construir un sistema alimentario más responsable, justo, eficiente, sostenible y sin desperdicio, debemos empezar por valorar lo que hoy damos por hecho: los alimentos que llegan a nuestra mesa.
Reducir el desperdicio alimentario es una meta alcanzable, pero para lograrlo debemos actuar ya, de forma colectiva y decidida. Cada alimento que no se desperdicia es una victoria para todos.
*** Marie Lindström es directora general de Too Good To Go España.