Hacer ejercicio, visitar parajes naturales, llevar una dieta equilibrada... Cada vez son más las personas que optan por estilos y hábitos de vida saludables dentro de la ajetreada vida de las ciudades.

Parece ser que, en medio de toda esta revolución tecnológica, nuestro instinto primario nos impulsa a reconectar con la tradición y el entorno que nos rodea.

Creo que no es exagerado decir que el lifestyle consciente y responsable se está convirtiendo en tendencia. Es algo que vemos cada vez con más frecuencia entre nuestros amigos y familiares. Sobre todo, a la hora de sentarnos a la mesa.

Y es en ese momento cuando queremos también formar parte de este movimiento e incorporar alimentos ecológicos en nuestro día a día para mejorar nuestra salud y contribuir a cuidar el planeta.

Sabemos que dar el paso hacia una alimentación ecológica puede parecer complicado, especialmente en un contexto en el que el precio de la compra es una preocupación constante.

Pero hay un dato que sorprende: los productos ecológicos han resistido mucho mejor la inflación que los convencionales que encontramos en el lineal. Por lo que la brecha existente entre unos y otros se está reduciendo en gran medida.

Según los datos del último informe anual de Ecovalia, el precio de los alimentos convencionales ha crecido un 23% por encima de los ecológicos, mientras que estos últimos tan solo han sufrido un aumento del 8,7%.

Las cifras reflejan que los productos 'bio' han mostrado mayor estabilidad frente al contexto económico que vivimos gracias a factores como su menor dependencia de insumos externos, su estructura de mercado más resiliente o prácticas agrícolas sostenibles basadas en la rotación de cultivos o la ausencia de pesticidas.

La balanza se encuentra de la siguiente forma: ¿queremos continuar con una agricultura que no beneficia ni a nuestra salud ni a la del planeta? O, por el contrario, ¿apostamos por una alimentación que fomente el bienestar de las personas y el medio ambiente?

Los españoles parece que lo tienen claro. Los últimos datos de Nielsen muestran que el consumo de productos ecológicos no para de crecer, llegando incluso a superar en 2 puntos al crecimiento de los productos de gran consumo en los últimos meses de 2024. Todo un hito que refleja el interés que despierta el mercado 'bio' entre los consumidores.

Entonces, si la tendencia de consumo está en alza, ¿por qué no se ve reflejada en la cesta de la compra? ¿Cuáles son las claves para democratizar la alimentación ecológica?

Desde ASOBIO, asociación que presido junto con la dirección de Biogran, empresa líder en alimentación para la biodiversidad desde 1982, pensamos que para que la alimentación ecológica sea una opción real y cotidiana para más personas, es necesario repensar el modelo desde las instituciones.

Hoy, las ayudas públicas a la producción ecológica no se trasladan al consumidor final. España lidera la producción ecológica, pero no el consumo. Falta una estrategia nacional integral que conecte ambos extremos de la cadena.

Solo así conseguiremos reducir la brecha existente entre la producción de alimentos 'bio' y el consumo interno.

Nuestras propuestas para estimular el mercado incluyen reforzar el papel de certificaciones como la Eurohoja, estableciendo sellos de referencia que combatan el greenwashing y regulando términos como "sostenible" o "regenerativo", los cuales siguen generando confusión entre los consumidores.

También consideramos esencial llevar a cabo campañas de promoción de los productos certificados que reivindiquen la Eurohoja como garantía de sostenibilidad y pongan en valor la calidad de los acreditados.

Otra de nuestras prioridades es la implementación de un IVA superreducido para todos los productos ecológicos, lo que permitiría impulsar su compra y ser más atractivos para los consumidores. Del mismo modo que se ha hecho, por ejemplo, en el mercado de los vehículos eléctricos.

Paralelamente, vemos muy interesante establecer un objetivo mínimo del 25% de productos orgánicos en todas las cocinas públicas, especialmente en colegios y hospitales, adaptando las condiciones de licitación a las características del sector.

Este tipo de medidas ya están funcionando exitosamente en otros países europeos como Francia, Austria y Dinamarca.

Además, consideramos fundamental apoyar a los productores locales mediante incentivos fiscales y económicos, favoreciendo la obtención de certificados ecológicos mediante la financiación de los costes de inspección y certificación, y avanzando hacia una armonización de procedimientos.

Queremos dar un empujón a su digitalización e innovación, incluyendo cuotas específicas en los programas ya existentes y establecer un programa nacional de asesoramiento técnico para favorecer la conversión de nuevos profesionales y apoyar a los productores existentes.

Estoy convencido de que la aplicación de estas medidas, dentro de un futuro Plan de Acción Nacional para el sector ecológico, serían las claves para democratizar los productos 'bio' y hacerlos más accesibles a todos los ciudadanos.

Debemos tener claro que la producción y el consumo ecológico son bienes públicos que benefician a toda la sociedad, ya que, a la par que impulsa la economía y competitividad del país, aseguran el bienestar de las personas y el planeta.

*** David Caré es CEO de Biogran y presidente de ASOBIO.