En un mundo cada vez más urbanizado, se alza un desafío primordial: la gestión de nuestras ciudades. En los últimos años hemos sido testigos de  un crecimiento acelerado de las urbes, tanto que más de la mitad de la población mundial reside actualmente en zonas urbanas, una tasa que se prevé alcance el 70% en 2050, según datos de las Naciones Unidas. 

Este hecho hace que en las siguientes décadas nos enfrentemos a una serie de desafíos. Las ciudades y las áreas metropolitanas son centros estratégicos para el crecimiento económico, sin embargo, también representan la mayor parte de las emisiones globales de carbono y consumen la mayor parte de los recursos. Además, la rápida urbanización está dando como resultado un número creciente de barrios marginales, así como infraestructuras y servicios inadecuados y saturados.

Ante este escenario, la digitalización y la tecnología desempeñan un papel fundamental para hacer que los entornos urbanos contribuyan al bienestar y seguridad de todos los habitantes. Así surgen las smart cities, sistemas interconectados que emplean las nuevas tecnologías para gestionar de manera eficiente los servicios urbanos.

Las smart cities han dejado de ser el futuro para convertirse en una realidad. Es el caso de Shanghái y su plataforma Shanghai Citizen Cloud, donde se pueden encontrar más de 1200 servicios para los ciudadanos; Seúl, inmersa en diferentes proyectos como la utilización de robots patrulla autónomos; Nueva York, que ha mejorado sus problemas de consumo de energía gracias a sistemas de lectura automática de los contadores; así como Barcelona, que cuenta con un plan de transportes que utiliza un sistema renovable y que funciona con rutas diagonales por la ciudad y envía los residuos a contenedores inteligentes; o la ciudad de Gotemburgo, que mostró cómo el uso de plataformas digitales como el famoso videojuego Minecraft por parte de los ciudadanos podría beneficiar la planificación urbana.

En BeRepublic nos centramos mucho en las tecnologías y digitalización para mejorar la experiencia de los ciudadanos y reconocemos el potencial de las ciudades inteligentes para mejorar el acceso a los servicios, aumentar la seguridad, la protección del medio ambiente y crear nuevas oportunidades para las empresas.

Por eso desarrollamos proyectos, difundimos nuestros conocimientos sobre estos entornos urbanos y, junto a nuestros partners y clientes, participamos del Smart City World Expo, que este año se centró en la emergencia climática subrayando la importancia de que las ciudades que desarrollen medidas innovadoras para enfrentar este desafío serán las que lideren el sector. 

En este sentido, vemos ya como múltiples ciudades están dando pasos significativos hacia en esta dirección. Camberra, en Australia, está desarrollando una red de transporte público de cero emisiones mediante tickets inteligentes, planes de cobertura de e-scooter o la implantación de un autobús eléctrico permanente.

Copenhague, por su parte, se ha convertido en un referente para la sostenibilidad urbana implementando el uso del Big Data y la monitorización entre el departamento de urbanismo y energía de la ciudad con el objetivo de reducir el consumo energético y la reducción de su huella hídrica. Estos ejemplos demuestran que las ciudades pueden liderar la lucha contra el cambio climático.

Por otro lado, la tecnología es el motor que impulsa la transformación hacia las ciudades inteligentes. En este contexto, el desarrollo del 6G cobra especial relevancia. Esta generación de conectividad inalámbrica permitirá una mayor velocidad y capacidad en la toma de decisiones basadas en datos (data driven decision making) y el avance hacia las ciudades cognitivas.

A diferencia de una Smart City, que recopila, muestra e interconecta los datos para optimizar los recursos, una ciudad cognitiva va más allá al predecir y reaccionar ante lo que necesitan las personas, es decir, es proactiva. Un ejemplo de ciudades cognitivas son The Line o Trojena, en la provincia de Tabuk (Arabia Saudí), en el que los servicios serán automatizados y estarán impulsados por inteligencia artificial.

Todas las ciudades tienen características distintas, pero para convertirse en smart cities deben adoptar un enfoque tecnológico centrado en las personas, que se apoye en tres pilares: una infraestructura de conectividad que garantice el desarrollo de redes de banda ancha capaces de soportar aplicaciones digitales y garantizar que dicha conectividad esté presente en toda la ciudad para todos los ciudadanos; entornos que se sirvan de infraestructuras, innovación y tecnología para minimizar nuestro impacto ambiental; y tener presente al ciudadano como elemento primordial del proceso fomentando su participación y garantizando su privacidad y seguridad de datos.

Adoptar estas transformaciones no son solo necesarias para abordar los desafíos urbanos actuales, sino que son imprescindibles para dar el siguiente paso en la evolución de las ciudades y nuestra forma de vivir e interaccionar con nuestro entorno. Al invertir en la tecnología y la infraestructura adecuada, nuestras ciudades pueden mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y crear entornos más sostenibles e innovadores para las próximas generaciones.

Sin embargo, para alcanzar este objetivo, es necesario que gobiernos, empresas, y ciudadanos trabajemos juntos en armonía, ya que solo a través de la colaboración y el compromiso de todos los actores involucrados, podemos transformar nuestras ciudades en smart cities.

***Joana Teixidó es Managing partner EMEA y Consulting Services de BeRepublic