No es un secreto que en las últimas entregas de mi columna de divulgación científica he estado evitando temas escabrosos. Pasados los años álgidos de la pandemia, cuando sólo se hablaba de desgracias infecciosas, ha sido mi propósito sacar a la luz noticias ilusionantes: el desvío de un asteroide, la 'resurrección' de proteínas ancestrales o la energía sexy oculta en la fusión nuclear. Sin embargo, mirar hacia otro lado no evitará la aparición de contrariedades.

Existe un potencial problema con nombre y apellidos: infección pulmonar por hongos. ¿La causa? Varias, pero el cambio climático anda por el medio.

¿Cambio climático? ¿De nuevo? Probablemente, sean las preguntas que te estás haciendo. Las mismas que te impulsan a cerrar esta ventana e irte a otra lectura, a algo que no hable de lo mismo. Pero, ¿me concedes unos minutos?

Una alarma ha saltado y tiene el origen, no en Asia, tampoco en África, sino en los mismísimos Estados Unidos de América. Allí se han extendido, de manera preocupante, tres tipos de hongos que causan neumonías muy graves. Mas lo peor es que estos hongos se suponían confinados a regiones con escaso contacto humano.

Varias veces he insistido en que la deforestación, el contacto con ecosistemas cerrados y la migración de especies animales por los cambios de temperaturas son procesos que inducen a la aparición de epidemias e incluso pandemias. Dos ejemplos son palmarios: el VIH/sida y SARS-CoV-2/Covid-19.

Pero, vayamos por partes. Un conjunto de hongos imperfectos que suelen tener por hábitat los tractos intestinales de algunas aves y murciélagos conocido como Histoplasma solía crecer mayormente en algunos reductos del Medio Oeste estadounidense, también en áreas concretas del Este y el Sur. Debido a ello, de vez en cuando aparecían en estas zonas algunos casos de histoplasmosis. Es decir, una infección causada por la inhalación de esporas de estos hongos.

Según los datos disponibles desde 1955, esta afectación se consideraba controlada. Sin embargo, a partir de 2007, con gran incremento desde 2016, han comenzado a aparecer casos por encima del umbral establecido en más de 47 estados norteamericanos. Algo que nos lleva a pensar que estos hongos son mucho más comunes en la actualidad de lo que pensábamos.

¿Qué ocurre?

No se trata de una enfermedad contagiosa que se pueda transmitir entre personas o animales. Tal y como te comenté anteriormente, surge tras la inhalación de las esporas de estos hongos.

Según parece, en personas con el sistema inmunológico funcional, por ahora, no se desarrolla ninguna afectación importante. Sin embargo, en los inmunodeficientes la infección deviene neumonías graves, fiebre y distrés respiratorio. De hecho, en un 20 % de ellos se produce shock séptico, fallo renal y coagulación de la sangre, llevándolos a un fallecimiento casi seguro.

Afortunadamente, existe tratamiento efectivo contra estos hongos; sin embargo, todo depende del rápido diagnóstico y las complicaciones que puedan darse en el entorno del paciente. De hecho, una de las observaciones que se han realizado en los laboratorios, aún sin aplicación clínica palpable, es que las infecciones fúngicas pueden entrenar el sistema de defensa de tal manera que en un encuentro posterior con cualquier patógeno se produzca una hiperreacción, algo que podría ser deletéreo.

Es decir, mejor evitarlo.

Como medida preventiva, en los Estados Unidos se han actualizado los mapas de localización de estos hongos. Esta herramienta alentará a los médicos a realizar con más frecuencia pruebas diagnósticas para detectar su aparición en pacientes con síntomas compatibles con infecciones pulmonares.

¿Qué ocurre en España?

Por ahora los casos reportados son de importación, aunque se ha dado al menos uno pediátrico afortunadamente con resolución positiva. La preocupación está en la propagación de estos hongos debido a los cambios en los ecosistemas, la deforestación, migración de especies y, por supuesto, las consecuencias en la población inmunodeprimida que puede contraer una patología mortal.

En la naturaleza todo está conectado y para tener un sistema de sanidad robusto hay que pensar de manera amplia. La armonía y protección de los ecosistemas no es un capricho furibundo del ecologismo, es una necesidad para protegernos como especie. La migración de aves y otros portadores de estos hongos hacia lugares de hacinamiento humano es una clara consecuencia del cambio climático que podemos evitar.

No hay que esperar el desastre sentados, podemos actuar. ¿Un ejemplo? Las políticas para restaurar la capa de ozono están dando frutos. Pero de eso te hablaré en otra columna.