Zona deforestada en las montañas Taunus, Alemania.

Zona deforestada en las montañas Taunus, Alemania. ollo Istock

Historias Día Mundial del Hábitat

El impacto del cambio climático y una ley anti-deforestación pendiente: Europa hace frente al futuro incierto de sus bosques

Las presiones sobre el territorio, la gestión desigual y el comercio internacional marcan el rumbo de la política forestal en los próximos años. 

Más información: La adaptación de los bosques se queda "rezagada" ante el avance del cambio climático: acumula entre uno y dos siglos de retraso

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En Europa, los bosques cubren cerca del 40% del territorio y constituyen uno de los paisajes más característicos del continente. Sin embargo, las presiones que sufren, unidas a la responsabilidad global de la UE en materia de consumo, han impulsado la adopción de un marco legislativo sin precedentes. 

Hablamos del Reglamento (UE) 2023/1115, conocido como la ley anti-deforestación, que entrará plenamente en vigor a finales de 2025. Una norma que se inscribe en el marco del Pacto Verde Europeo y de las estrategias comunitarias sobre biodiversidad y bosques para 2030.

Y precisamente hoy, 7 de octubre, el Día Mundial del Hábitat nos invita a reflexionar sobre la sostenibilidad de los entornos naturales y urbanos en un contexto de crisis climática y pérdida de biodiversidad.

Porque, en este escenario, los bosques ocupan un lugar central. No solo son hábitats esenciales para millones de especies, sino que también representan un escudo frente al cambio climático gracias a su capacidad de absorber dióxido de carbono.

Los bosques europeos

Según los datos de Eurostat y la Comisión Europea, los bosques de la UE ocupan 160 millones de hectáreas, lo que equivale al 39% de su superficie total.

Se trata de un mosaico diverso, condicionado por la geografía y el clima. Se pueden encontrar desde bosques boreales en Finlandia y Suecia hasta las masas mediterráneas de España, Grecia o Portugal. Aunque dos tercios de esta superficie forestal se concentra en seis países: Suecia, Finlandia, España, Francia, Alemania y Polonia.

Tala de árboles desde un dron en Escocia.

Tala de árboles desde un dron en Escocia. ohnFScott Istock

De hecho, en algunos Estados miembros, la cobertura forestal supera la mitad del territorio —como en Finlandia (66%), Suecia (62,5%) o Eslovenia (58,5%)—, mientras que en otros es mucho más limitada, como en Países Bajos (9,9%) o Irlanda (11,4%).

A diferencia de lo que ocurre en regiones tropicales o del sudeste asiático, la superficie forestal europea ha crecido en las últimas décadas. Entre 2000 y 2022, se sumaron alrededor de 8 millones de hectáreas gracias a procesos de expansión natural y repoblación.

Además, el 23% de los bosques de la UE está integrado en la red Natura 2000, el principal instrumento comunitario de protección de hábitats.

No obstante, la aparente buena salud de los bosques europeos esconde importantes desafíos.

Tal y como alerta la Agencia Europea de Medio Ambiente, solo entre un 2% y un 4% de estos bosques pueden considerarse "primigenios" o vírgenes, mientras que más del 90% son "seminaturales", fruto de la intervención humana.

Además, el 60% de la superficie forestal pertenece a propietarios privados, lo que complica la gestión común.

Bajo presión

El papel de estos paisajes es fundamental. Y es que son aliados esenciales en la lucha contra el cambio climático. En concreto, entre 1990 y 2022, las masas forestales de la UE absorbieron aproximadamente el 10% de las emisiones derivadas de la actividad humana.

Sin embargo, investigaciones recientes del CSIC y del Joint Research Centre de la Comisión Europea advierten de un retroceso preocupante en su papel como sumideros de carbono.

El inventario LULUCF (Uso de la Tierra, Cambio de Uso de la Tierra y Silvicultura) muestra que el depósito anual de carbono forestal pasó de 457 millones de toneladas de CO₂ equivalente entre 2010 y 2014 a 332 millones entre 2020 y 2022, lo que supone una reducción de casi un tercio en apenas una década.

Entre los factores que explican esta tendencia se encuentra la intensificación de la tala de madera, impulsada por la creciente demanda global, las perturbaciones naturales —incendios, tormentas, plagas—, que en muchos casos obligan a talas prematuras, o el estancamiento de la expansión forestal y el descenso de las repoblaciones.

Y, al mismo tiempo, el envejecimiento de los bosques, que reduce la capacidad de absorción de carbono y los fenómenos extremos de calor y sequía, que limitan la fotosíntesis y la productividad de los árboles.

Este retroceso pone en riesgo la hoja de ruta climática de la UE. Y es que, si nos fijamos en el reglamento revisado del sector LULUCF, se fija como meta absorber 310 millones de toneladas de CO₂ equivalente en 2030. Pero la tendencia actual apunta en dirección contraria.

Una ley sin precedentes

Frente a este contexto, la Unión Europea aprobó en junio de 2023 el Reglamento (UE) 2023/1115 sobre productos libres de deforestación, una medida que busca reducir la huella global de consumo del bloque.

La norma establece que, a partir del 30 de diciembre de 2025 (o de junio de 2026 para microempresas y pymes), estará prohibida la comercialización en la UE de determinados productos si están vinculados a la deforestación o la degradación forestal ocurrida después del 31 de diciembre de 2020.

Los productos afectados son siete materias primas clave: ganado bovino, cacao, café, aceite de palma, caucho, soja y madera

Asimismo, la norma incluye artículos derivados como chocolate, muebles, papel o cosméticos elaborados con aceite de palma.

Explotación de un bosque de pinos.

Explotación de un bosque de pinos. sunlow Istock

De acuerdo a la Comisión Europea, el reglamento marca dos metas principales. Por un lado, minimizar la contribución de la UE a la deforestación y degradación forestal mundial. Por otro, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y la pérdida de biodiversidad asociadas.

Sin esta intervención, los cálculos comunitarios estimaban que el consumo europeo de estas materias primas podría causar la deforestación de 250.000 hectáreas anuales de aquí a 2030.

En ese sentido, el reglamento introduce obligaciones de diligencia debida para los operadores y comerciantes que introduzcan o exporten estos productos en el mercado europeo.

A partir de su entrada en vigor, cada lote deberá poder rastrearse hasta la parcela de terreno donde fue producido, lo que implica un cambio profundo en la trazabilidad de las cadenas de suministro globales.

Para facilitar el cumplimiento, además, la Comisión ha habilitado un sistema informático de información basado en la plataforma Traces, que permitirá el intercambio de datos entre operadores, autoridades nacionales y aduanas.

Al mismo tiempo, se creará un sistema de evaluación comparativa que clasificará a los países (dentro y fuera de la UE) en niveles de riesgo bajo, estándar o alto.

Según esa clasificación, se determinará el porcentaje de controles obligatorios: 9% de operadores y productos en países de alto riesgo; 3% en países de riesgo estándar; y 1% en países de bajo riesgo.

DDHH y sanciones

El reglamento incorpora también una dimensión social, reconociendo el principio de consentimiento libre, previo e informado de los pueblos indígenas afectados por la deforestación.

En cuanto a las sanciones, la norma exige a los Estados miembros establecer multas "eficaces, proporcionadas y disuasorias".

Estas deberán alcanzar al menos el 4% del volumen de negocios anual de los operadores infractores, además de posibles exclusiones temporales de la contratación pública o del acceso a fondos europeos.

Conviene recordar que la UE no dispone de una política forestal común, ya que los tratados no hacen referencia específica a los bosques.

La gestión sigue siendo competencia de los Estados miembros, aunque las políticas comunitarias —medioambientales, agrícolas, comerciales o energéticas— tienen un impacto directo sobre el sector forestal.

En 2021, la Comisión adoptó la Estrategia de la UE en favor de los bosques para 2030, que busca adaptar las masas forestales a los fenómenos climáticos extremos y garantizar su papel en la mitigación del cambio climático.

Explotación de madera de álamo en funcionamiento.

Explotación de madera de álamo en funcionamiento. MARIA GARCIA Istock

Junto con la Estrategia de Biodiversidad 2030, prevé ampliar las zonas protegidas hasta cubrir el 30% del territorio de la UE, plantar 3.000 millones de árboles y reforzar la gestión sostenible.

En paralelo, la Política Agrícola Común (PAC) canaliza fondos significativos hacia la silvicultura. En el periodo 2014-2020 se destinaron 8.200 millones de euros a medidas específicas para bosques, mientras que en el actual periodo 2023-2027 la cifra prevista es de 4.200 millones.

Retos pendientes

Los expertos coinciden en que la nueva ley anti-deforestación representa un paso decisivo en la coherencia de la acción europea, pero también en que plantea desafíos notables. 

Apuntan a una aplicación desigual entre Estados miembros, debido a las diferencias en capacidades de control, así como a la resistencia de algunos socios comerciales, que temen impactos negativos en sus exportaciones.

Subrayan la necesidad de equilibrar producción y conservación, en un contexto de demanda creciente de madera y biomasa, y hacen incidencia en cómo el cambio climático condiciona las posibilidades de reforestación y amenaza la salud de los bosques existentes.

Por su parte, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) advierte de que el futuro pasa por modelos de gestión diversificados, que combinen zonas de producción sostenible con áreas de conservación estricta y bosques de distintas edades, capaces de mantener tanto la biodiversidad como la capacidad de almacenar carbono.