Unos frailecillos cerca de un acantilado.

Unos frailecillos cerca de un acantilado. iStock

Historias

Tirar frailecillos por un acantilado para salvarles de la extinción: la tradición islandesa que no es tan cruel como suena

Las islas Vestman (Vestmannaeyjar) acogen esta peculiar costumbre que ayuda a las crías de estas aves a alzar el vuelo y encontrar el mar.

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Raquel Nogueira
Publicada

El final del verano islandés marca el inicio de un ritual que, a ojos inexpertos, podría parecer un tanto sádico. Las gentes de Vestmannaeyjar, o las islas Vestman, se reúnen en torno a los acantilados para tirar, desde ellos, a los frailecillos (Fratercula arctica) jóvenes.

Esta tradición ancestral, conocida como puffling rescue, dista mucho de otras como el lanzamiento de diversos animales desde campanarios, por ejemplo. Se trata, más bien, de todo lo contrario: una práctica necesaria para que estas peculiares aves marinas se independicen.

Porque, en condiciones naturales, las crías de frailecillo, al llegar al inicio de su madurez, abandonarían el nido y, guiados por la luz de la luna, emprenderían vuelo hacia el mar.

El problema es que la contaminación lumínica de los asentamientos humanos ya no les permite encontrar el agua con facilidad. Como consecuencia, se desorientan y terminan perdidos en las calles de los pueblos sin poder volar.

Los niños, sus héroes

Entre finales de agosto y principios de septiembre, los niños de estas islas de Islandia salen a la calle con cajas de cartón en busca de los frailecillos perdidos.

Desde The Puffling Patrol, entidad encargada de monitorear a estos animales, explican que hace siglos que esto sucede con una diferencia sustancial: en el pasado, se rescataban estas aves para, después, alimentar al pueblo; ahora, para conservar la especie.

Los frailecillos pasan la noche en los hogares de los niños que los han rescatado. Al día siguiente, los llevan al centro de conservación más cercano y, desde allí, se organiza su suelta.

Buscando el mar

Esta se produce en los acantilados. Al amanecer, uno por uno, se lanza a los frailecillos juveniles en dirección al océano, ayudándoles así a orientarse.

Una vez en el aire, la brisa marina y el instinto animal se aseguran de que estas aves encuentren su camino.

Tal y como explican desde el proyecto Audubon, los polluelos de frailecillo eclosionan en los acantilados, donde sus familias los alimentan hasta que están listos para abandonar la colonia.

Cuando salen en busca del mar, pueden tardar en volver a su lugar de nacimiento años, y solo lo hacen para incubar.

La peculiaridad de estos animales es, precisamente, lo que les hace tan frágiles y, por tanto, que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) los etiquete como 'vulnerables'.

Un grupo de frailecillos.

Un grupo de frailecillos. iStock

Y es que los frailecillos solo tienen una pareja para toda la vida y solo incuban un huevo cada temporada. Hay años en los que ni siquiera ponen.

Por tanto, es esencial para la supervivencia de la especie que las pocas crías que nacen sobrevivan. De ahí que en Islandia se tomen tan en serio su rescate y suelta.

Aunque ahora los ciudadanos de las islas Vestman empiezan a preocuparse. Esta peculiar tradición se ha hecho viral y cada año llegan más turistas para conocerla.

Esto, dicen desde las entidades conservacionistas de Islandia, podría complicar las labores de rescate y, por tanto, el futuro de una especie emblemática.