Panorámica de La Línea de la Concepción y Gibraltar.

Panorámica de La Línea de la Concepción y Gibraltar. A. Carrasco Ragel EFE

Historias Derechos humanos

Desde La Línea (Cádiz) se rescata y protege a las víctimas de trata: "Los pisos turísticos son un nuevo foco de prostitución"

La asociación Betania nos abre las puertas de su hogar para supervivientes en el municipio gaditano, desde donde se centraliza el trabajo de toda España. 

Más información: La trata de seres humanos en España: así es la esclavitud del siglo XXI en nuestro país

La Línea de la Concepción
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Cuando llegó a una costera ciudad asturiana desde su Colombia natal, Adriana pensaba que iba a trabajar "en algo normal" para sacar adelante a su familia.

Lo último que imaginaba era que quienes le prometieron un futuro mejor la secuestrarían y la encerrarían en un piso de apenas tres habitaciones y una cocina con una docena de mujeres, algunas colombianas, otras no. Con la llave echada, las persianas siempre bajadas y vigilancia constante.

Menos creyó esta colombiana de 40 años que, como cuenta a ENCLAVE ODS, la obligarían a "hacer eso". Y con ese "eso" se refiere a someterla a torturas diarias, violaciones constantes y a explotación sexual. 

Ella, cuyo nombre es ficticio y los detalles de su historia han sido lo suficientemente alterados como para que los que fueron sus captores no puedan identificarla, consiguió escapar tras dos meses de infierno gracias a una organización que detecta a mujeres en situación de trata y explotación sexual.

Desde hace tres semanas, Adriana vive en la casa de protección para víctimas de trata y de violencia de género de Betania en La Línea de la Concepción, una asociación gaditana (y linense) que busca que las personas que sufren exclusión social recuperen su dignidad y autonomía.

Junto a ella, otras cinco mujeres —latinas, subsaharianas y también una española—, y los dos hijos menores de dos de ellas, conviven en un espacio seguro en el que, con la ayuda de un equipo de trabajadoras sociales, psicólogas y una abogada intentan recuperar su salud física y mental y, en líneas generales, su humanidad.

Muñecas de trapo

La prostitución despoja de su humanidad a quienes se ven atrapadas en sus garras. Y no es algo nuevo; siempre ha sido así.

Se alimenta de la desesperación, de la precariedad… y acecha en los callejones sin salida de la vida. "Ninguna mujer se prostituye por voluntad propia o porque le guste", dice con expresión seria y voz contundente Begoña Arana, directora y fundadora de Betania. 

Su experiencia, tras más de quince años luchando contra la trata, le dice que "detrás de todas las historias de prostitución —o al menos del 99%— hay exclusión social, violencia de género o pobreza".

Lo que algunos llaman "la profesión más antigua de la historia" para seguir justificando su existencia, no deja de ser una historia de violencia, deshumanización y violaciones reiteradas de los derechos humanos.

Las reglas del juego son, además, peligrosas —por no decir deleznables, despreciables y, otra vez, inhumanas—, pues la prostitución, como explican las profesionales del equipo de Arana, deshumaniza y mercadea con los cuerpos y vidas de las mujeres, "como si fueran muñecas de trapo".

En eso es en lo que las convierte, recuerda Melissa Mann Cano, psicóloga y coordinadora estatal del área de trata y violencia de género de la asociación. "Las usan, las vapulean, las abusan… como si no fuesen humanas, como si no existiesen". 

De ahí, explica Mann, es complicado volver sin el tiempo, la atención y la ayuda necesaria. Y eso es lo que procuran en sus casas de protección. Las atienden a nivel físico y psicológico, pues, dice, "las atrocidades que viven las destrozan también a nivel de salud mental; sería imposible que no". 

El infierno en un piso turístico

El trabajo del equipo de Betania no es fácil: detectan casos en toda España, de manera directa en las provincias de Cádiz, Sevilla, Málaga, Granada, Huelva, Madrid y Santa Cruz de Tenerife, donde tienen centros, y con colaboraciones con otras entidades donde no.

También deslocalizan a las víctimas —la mayoría de las veces extranjeras, pero cada vez más españolas— y les buscan el apoyo necesario. Los datos hablan por sí solos: en 2024 acogieron a 441 mujeres y menores en uno de sus centros residenciales de máxima protección —como es el caso de Adriana—. 

Además, atendieron a más de 700 mujeres en contexto de prostitución y ayudaron al rescate de 64 víctimas de trata. 

Y todo lo hacen a base de "tener los sentidos bien despiertos", confiesa Arana. Y Mann añade: "El equipo de trata tiene que estar siempre alerta, observar siempre las señales". 

Es algo que se hace especialmente importante en los tiempos que corren. Pues las reglas del juego de la prostitución han cambiado. "La Covid trajo muchas cosas malas, pero la peor es que los prostíbulos ya no están en clubs o en la calle, ahora se han ido a pisos", lamenta Mann. 

Son lugares privados, de alquiler, que suponen una ventaja estratégica para los traficantes y proxenetas. Tanto Mann como Aranda advierten de que las plataformas de alquileres turísticos —y mencionan en concreto a Airbnb— se han "convertido en focos de prostitución". 

"Para las redes criminales son muy ventajosas, porque son estancias cortas, se mueven mucho de un piso a otro, y para la policía y para nosotras es mucho más complicado de detectar", indica Mann.

Y lamenta que "les dan una ventaja a las redes criminales, que vuelven a ganar" puesto que, de esta manera, "la prostitución es más clandestina".

España, país de puteros

Apenas una semana antes de escribir estas líneas, un operativo policial, con ayuda de entidades locales como Betania, desmantelaba una operación de trata de personas y liberaba a 162 mujeres obligadas a prostituirse en toda España.

Desde aquel 22 de julio, se han seguido desarticulando operaciones del estilo en toda la geografía nacional. En lo que llevamos de año, ENCLAVE ODS calcula que se habrían rescatado a cerca de 360 mujeres. 

Las cifras oficiales son escalofriantes: en 2024, la Policía Nacional y la Guardia Civil salvó a un total de 1.794 en nuestro país.

De ellas, 32 eran menores. Todas habían sido víctimas de redes de trata y de explotación sexual o laboral. Esto, según ambas instituciones, supuso un incremento del 22% respecto a 2023.

Si bien los traficantes son los principales culpables de esta situación, es la complacencia de la sociedad —que hace oídos sordos y acude a los pisos y locales donde las mujeres son prostituidas— lo que hace que esta situación no cambie, y se cronifique.

Y es que, como recuerda uno de los proyectos de sensibilización de Betania, "sin puteros no hay esclavas". Y, por desgracia, la prostitución en España se encuentra, como indica Begoña Arana, en las sombras del sistema, pues es "alegal".

Secuelas de por vida

El trabajo de Betania no acaba cuando la víctima entra por la puerta de su hogar de protección. Ahí es, más bien, cuando todo empieza… y aunque, tarde o temprano, las mujeres acaban encontrando su propia vida y vuelven a salir por la puerta, "nuestro seguimiento es de por vida", asegura Mann. 

"Llegan destrozadas, así que a cada una le damos su margen para encontrarse en el nuevo espacio", indica. Yasmina Pérez, una de las psicólogas que trabaja con ellas y que vive el día a día de la casa de La Línea, recuerda que "cada una necesita sus propios tiempos".

"Al principio son desconfiadas, tienen miedo, no se fían de un español —y con razón—, llegan en estados de hipervigilancia, con adicciones, con agresividad…", añade Mann. Y matiza: "Nadie se lo reprocha; cómo queremos que lleguen". 

Pero las dos psicólogas insisten en que las horas iniciales son clave para crear un vínculo de confianza. "La primera noche simplemente estamos ahí, las acompañamos", admite Pérez. 

Con el paso de los días empiezan a confiar, se rompen, se abren por completo. Comparten sus historias. Y tras mucho trabajo, esfuerzo y tropiezos, empiezan a recuperar las riendas de su vida. Encuentran trabajo, un lugar donde vivir… o vuelven a sus países de origen. 

Sin embargo, nada de esto es fácil. "Hay casos muy complicados y hay que estar muy pendientes", insiste Mann. Las secuelas no desaparecen; una experiencia así, deja marcas en lo más profundo de su ser. 

Y las adicciones que van de la mano de la prostitución —los proxenetas les obligan a beber y drogarse junto a sus clientes— a veces ganan la partida. Las recaídas y los intentos de suicidio —incluso su consumación— no les son ajenos al equipo de Betania. 

Por eso, una vez que las mujeres salen de su red, realizan visitas a sus casas, monitorizan su evolución y la de sus hijos. "No sería la primera vez que tengo que firmar una petición de retirada de custodia… y me rompe el alma, pero tengo que velar por sus hijos también", confiesa Mann.