Imagen de archivo de una estudiante en la escuela.

Imagen de archivo de una estudiante en la escuela.

Historias Día Internacional de las Altas Capacidades Intelectuales

Por qué es probable que el superdotado que tiene delante no sea el próximo Albert Einstein

El paradigma del cociente intelectual está obsoleto, coinciden los expertos que conversan con ENCLAVE ODS sobre las altas capacidades.

14 marzo, 2024 02:04

Al científico Albert Einstein se le atribuye un cociente intelectual de 160 puntos. Resultaría imposible saber con certeza cuál era la cifra exacta, ya que por aquel entonces la metodología para medir la inteligencia no estaba estandarizada. Tiempo después, el cociente intelectual se ha convertido en la forma más extendida para detectar a las personas con altas capacidades. No obstante, hay muchos pedagogos y especialistas que quieren enterrar este modelo, al menos como se está utilizando ahora. 

"El paradigma del cociente intelectual (CI) está obsoleto; la alta capacidad no es algo cuantitativo, es algo cualitativo", explica Jana Martínez-Piqueras, directora de Kidsplus Foundation y especialista en altas capacidades, neurociencia, inteligencia emocional y metacognición en conversación con ENCLAVE ODS. Ella trabaja directamente con este tipo de perfiles: jóvenes que necesitan orientación para desarrollar plenamente sus aptitudes cognitivas, sean del tipo que sean. 

La especialista defiende que no se pueden estandarizar los test para identificar a las personas con altas capacidades ni a las superdotadas. De hecho, estas etiquetas no son lo mismo. Martínez-Piqueras señala que existen hasta tres tipos de perfil de persona con altas capacidades.

[La difícil vida escolar de los García, los hermanos con altas capacidades: "No había gente de mi nivel"]

En primer lugar, los precoces, que "son personas que de niños que hacen cosas que evolutivamente no les corresponde". Y pone un ejemplo: los niños que aprenden a leer y a escribir a los tres años. Segundo, los talentosos, que "son potentes en algún ámbito del conocimiento". Por ejemplo, el escritor J. R. R. Tolkien, que tiene un talento lingüístico. Y en tercer lugar, el superdotado, "que es una alta capacidad más homogénea". 

El tópico de que "cada persona es un mundo" se aplica especialmente a las personas con altas capacidades. "No se espera lo mismo de Frida Kahlo que de Napoleón", resume Martínez-Piqueras. "Si yo tengo una persona visoespacial y estoy utilizando una herramienta secuencial, o si tengo una persona lógica y estoy utilizando una herramienta muy creativa, o sea que no voy a encontrarla, pero no porque la persona no lo sepa, sino porque mis herramientas no están siendo las adecuadas". 

Un mundillo elitista

Martínez-Piqueras sostiene que "la aceleración [adelantar de curso a un alumno] es a veces es la única puerta para ponerla entre iguales", aunque concreta que "no todos los estudiantes con altas capacidades lo necesitan". Mantener a un niño que está más que preparado para avanzar en una clase que no le corresponde es, en palabras de esta experta, "como matarlo", porque intelectualmente no le comprenden. 

"Esa identificación entre iguales no ocurre", destaca Martínez-Piqueras. Para ella, el único disparate de adelantar cursos a los niños que demuestran un potencial comprobado por diferentes pruebas "es que creamos que por tener la misma edad a todos les gusta lo mismo". 

[La hazaña del granadino Miguel Donaire, el superdotado de 15 años admitido en Oxford]

El mundillo de las altas capacidades podría verse como un entorno marginal reservado a aquellas familias que pueden costear actividades que estimulen las aptitudes de los niños y niñas. "El aspecto económico tiene repercusión; la alta capacidad surge en todos los contextos y el componente biológico es del 75%", afirma Martínez-Piqueras. Y admite que es elitista porque debido a la falta de inversión en el sistema educativo "solo tienen recorrido los que tienen potencial económico para luego fuera del sistema escolar ir a clases de idiomas o de arte". 

El caso de Daniel

Daniel, un joven de 22 años del barrio de Hortaleza, es una de las personas con altas capacidades que acuden a las sesiones de orientación y a los encuentros con semejantes que se ofrecen en la Kidsplus Foundation. Desde que era pequeño, ha tenido la suerte de que su entorno familiar le ha nutrido intelectualmente y durante su primera etapa escolar los profesores adaptaban el currículo a sus necesidades de desarrollo.

Este joven rompe moldes: tiene altas capacidades, pero ni le adelantaron de curso, ni fue a centros privados/concertados, ni tampoco ha optado una carrera universitaria. Actualmente, está cursando un grado Superior de Formación y acude frecuentemente a las sesiones que organiza la fundación para "conectar con gente con tu misma esencia e idiosincrasia".

Frente a la pregunta de si ha sentido presión por el rendimiento que se espera de él, lo que se conoce en psicología y pedagogía como efecto Pigmalión, Daniel expresa con confianza que "la presión siempre está; es algo autoimpuesto que tiene todo el mundo". Pero en su caso, y el de muchas personas con altas capacidades, "cuando lo comentas con tu círculo y están dispuestos a entenderlo, esa presión desaparece". Hasta entonces, la gente "siempre espera resultados brillantes".

Esto, cuenta Daniel, se aplica en las primeras etapas educativas. A nivel social, durante la adolescencia, se encontró con un problema que no le permitía seguirle la corriente a sus compañeros y amigos. Las trastadas que son muy comunes en estas edades "chocaban bastante" con el sentido de la justicia del joven. "Es verdad que hace que te separes un poco del grupo", indica. 

Más allá del CI

"A menudo se recurre al cociente intelectual y yo creo que es incompleto; pero no lo descartaría del todo", argumenta el psicólogo, pedagogo e investigador en psicología clínica, Valentín Martínez-Otero, en conversación telefónica con ENCLAVE ODS. De entrada, el experto, que ha trabajado extensamente en la metodología y definición de la inteligencia como se conoce, dice que "hay que tener en cuenta otros aspectos en el plano de la personalidad y el comportamiento".

La cuantificación de la inteligencia del cociente intelectual, un valor numérico que se construye a partir de los resultados de numerosos test de inteligencia, se ha criticado por focalizar en procesos de resolución de problemas, por su carácter estático en la evaluación o por la pobreza de la propia definición de inteligencia que recoge. 

Martínez-Otero explica que para superar el paradigma hegemónico del cociente intelectual, sería conveniente "complementarlo con otros modelos de tipo cognitivo e intelectual, y con otros que analizan otras facetas de la inteligencia como la motivación o la creatividad".