La belleza de Angkor es inconmensurable: selva sin fin, plantaciones de arroz, flores de loto, monos merodeando… Cada templo te transporta a otra civilización y otra época. Es el ser humano contra la naturaleza. No en vano, muchos la llaman la octava maravilla del mundo moderno. 

No es de extrañar que Angelina Jolie se quedara completamente prendada de Angkor —y del país— cuando rodó Tomb Raider allá por el año 2000. Su historia de amor ya supera las dos décadas. Dos años después, en 2002, adoptó allí a su primer hijo, Maddox. En 2005, consiguió la nacionalidad camboyana.

Y en 2018, debutó como directora con First They Killed my Father, una película basada en la vida de la activista Loung Ung y que narra el genocidio de los jemeres rojos que costó la vida a casi 2 millones de personas, es decir, casi una cuarta parte de la población del país. Esa fue la culminación de un matrimonio con un país al que debe mucho y que también le debe mucho a ella. 

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El complejo Angkor, símbolo nacional del país —el templo principal, Angkor Wat, aparece incluso en su bandera—, se construyó entre el siglo IX y XIII y fue la cuna de la civilización jemer. En su cenit, Angkor fue el centro político, religioso y social del Imperio jemer, llegando a albergar a un millón de habitantes en su interior. En aquella época, por ejemplo, Londres tenía tan sólo 50.000 habitantes. 

Sin embargo, a finales del siglo XIV, el Imperio jemer entró en una decadencia que culminó con un traslado de la corte a Non Pem, la actual capital del país. Tras un breve regreso por parte del rey Ang Chan a mediados del siglo XVI, el complejo fue abandonado definitivamente tras la conquista del imperio por parte de los siameses. 

Así, Angkor se quedó a solas con la naturaleza. Durante siglos, se fue abriendo camino y fue hundiendo sus raíces por todos los templos, dejando con ello un halo de misticidad que envuelve todo el complejo. 

No fue hasta la década de 1860 cuando el explorador francés Henri Mouhot descubrió el complejo arqueológico, pero la naturaleza ya había hecho su trabajo y había dejado su huella. La marca había quedado para siempre, dejando el mejor ejemplo de qué pasaría con las construcciones humanas si estos desaparecieran. 

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    Vista aérea de Angkor Wat

    Situado en plena selva, el complejo de Angkor tiene una extensión de 400 kilómetros cuadrados, es decir, es más grande que las ciudades de Barcelona, Bilbao y Valencia juntas. 

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    Ta Prohm

    También conocido como el templo de Tomb Raider, data del siglo XII y es uno de los mejores ejemplos de cómo la naturaleza se ha ido abriendo paso por Angkor.

    En todo el templo podemos encontrar raíces en las piedras e incluso árboles que han crecido en mitad de los edificios. 

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    Estatua oculta entre raíces en Ta Prohm

    Con el avance de la naturaleza, muchos tesoros han quedado ocultos bajo las raíces de los árboles, como es el caso de esta estatua.

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    Preah Khan

    Construido en el siglo VII, es otro de los templos donde se pueden ver árboles que surgen de los edificios. Su nombre significa espada sagrada y llegó a albergar casi 100.000 personas en su máximo esplendor. 

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    Entrada de Angkor Wat

    En las diferentes murallas que guardan los templos del complejo se ve cómo la vegetación ha ido abriéndose paso.

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    Monos en Angkor Wat

    En Angkor Wat, principal templo del complejo y símbolo nacional del país, es muy frecuente encontrarse con monos merodeando.

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    Atardecer en Angkor Wat

    No podíamos terminar la fotogalería sin enseñar el atardecer en Angkor Wat. Sólo con esos pequeños minutos de belleza sin igual, habrá merecido la pena el largo viaje hasta Camboya.