Perú

En el corazón del Amazonas peruano hay una herida abierta. Madre de Dios es una región apartada de la gran capital de Lima. En esta zona uno se dedica a la mina de oro de una manera o de otra. Unos son mineros, otros mecánicos, familiares de mineros, o tienen pequeños restaurantes que dan de comer a los trabajadores de las minas. De cualquier modo, el oro es como la sangre que corre por las venas de estas personas. Sin oro no hay vida y para conseguir ese oro deben acabar con otra vida, el Amazonas.

A principios de los años 90, en plena época del fujimorismo, miles de familias pobres emigraron a esta región apartada de la costa y frontera con Bolivia y Brasil. Fujimori les prometía un futuro de trabajo y de libertad para explotar los recursos naturales. Esa libertad les llevó a construir desde cero miles de minas informales que explotaban una tierra rica en oro. Con el tiempo las familias más adineradas han aguantado a todas las dificultades y a día de hoy son estas, algunas de las familias más ricas de Perú.

Esta práctica minera es considerada muy destructiva y a día de hoy supone un conflicto interno que ha abierto brechas entre los peruanos. Supone una amenaza medioambiental y choca con una práctica minera que se sostiene en un limbo legal. La llamada minería informal transforma poco a poco la selva amazónica en un desierto de barro que por el paso de esta práctica, junto al mercurio que se emplea, hace casi imposible la aparición de vegetación. Se calcula que 55 toneladas de mercurio se vierten a los ríos y a la atmósfera cada año. No sólo esto afecta al Amazonas, si no que los lugareños se ven afectados por la alta contaminación. Sus alimentos y el pescado que consumen tiene tres veces más posibilidades de estar contaminado que en otras regiones del país.

Perú es el quinto productor de oro del mundo y se estima que unas 30.000 familias dependen de este oro para vivir en la región de Madre de Dios. Esto refleja el gran conflicto para acabar con esta minería. En el año 2018 se destruyeron 9000 hectáreas de selva amazónica en esta zona. Unos 34000 campos de fútbol americano. Cada año esta cifra va aumentando sin que nadie ponga remedio.

El ser humano siempre se encuentra en la línea de la supervivencia y de la ecoexistencia. La minería de oro en Perú es un claro ejemplo de un conflicto interno en un país que trata de explotar sus recursos naturales, que son muchos. Estos chocan con el llanto de una tierra que está agotada por una práctica que lleva sin descanso desde el año 1990. Padres, madres, abuelos que han dejado a su hijos y nietos una herencia de riqueza y pobreza al mismo tiempo. Riqueza económica y pobreza de la tierra. Bajo sus pies ya sólo yace el barro y agua con mercurio. Un grito en silencio del desierto en plena selva.

  • 1 de 14

    El desgaste de la Tierra en esta práctica minera es evidente. Se remueven toneladas de barro para conseguir escasos gramos de oro.

    Javier Carbajal
  • 2 de 14

    Uno de los maquinistas en plena faena. Los mineros pasan años ahorrando para comprar este tipo de maquinaria. Una excavadora que pueda con la intensidad de la minería peruana cuesta en torno a 90.000 dólares.

    Javier Carbajal
  • 3 de 14

    Los mineros echan agua para separar la grava de la tierra. Esta es la segunda parte del proceso.

    Javier Carbajal
  • 4 de 14

    Un minero en el campamento sale de su habitación para empezar la faena. Muchos de estos lugares están a horas de viaje del pueblo más cercano. Es por ello que muchos de los mineros crean casas y campamentos donde pasan largas temporadas.

    Javier Carbajal
  • 5 de 14

    Las excavadoras arrancan la tierra de las colinas destruyendo todo a su paso.

    Javier Carbajal
  • 6 de 14

    Las familias mineras que viven cerca se dedican a la mecánica, arreglando las ruedas y máquinas que los mineros necesitan para su trabajo.

    Javier Carbajal
  • 7 de 14

    Las jornadas de noche son las más duras. Los conductores se tiran 12 horas realizando el mismo recorrido.

    Javier Carbajal
  • 8 de 14

    En la minería peruana es muy difícil ver a mujeres trabajando en la propia mina. Son muchas de ellas quienes dirigen las minas, organizan los horarios y cocinan para los trabajadores.

    Javier Carbajal
  • 9 de 14

    Da igual el tiempo que haga, siempre se trabaja en la mina. Bajo la lluvia y la noche los mineros se refugian exclusivamente con chubasqueros.

    Javier Carbajal
  • 10 de 14

    Un minero fuma en la madrugada antes de terminar su jornada laboral.

    Javier Carbajal
  • 11 de 14

    El preciado oro está bajo ese polvo de tierra que terminará por batearse y que dará unos gramos de oro.

    Javier Carbajal
  • 12 de 14

    El jefe de esta mina batea la tierra al amanecer para ver el resultado de varios días de trabajo.

    Javier Carbajal
  • 13 de 14

    Al final el oro se mezcla con mercurio y se quema, lo que deja exclusivamente el oro puro.

  • 14 de 14

    La deforestación ligada a esta práctica minera es la mayor crítica que hay. Miles de toneladas de tierra se mueven para dar gramos de oro. A su paso el mercurio deja ríos de agua contaminada que no dejarán que el Amazonas vuelva a salir donde una vez estuvo.