Un perro y un gato en una vivienda.

Un perro y un gato en una vivienda. Shutterstock

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La odisea de encontrar piso en Castilla-La Mancha si tienes perro: "Es más probable que mi hija rompa algo"

Vivir con animales hace que la búsqueda de vivienda se transforme en un desafío constante.

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En Castilla-La Mancha, encontrar piso de alquiler donde un perro o un gato sean bienvenidos es, para muchos, una carrera de fondo. Alfonso Gallego lo sabe por experiencia propia.

Durante años, él y su familia, su mujer y su pequeño perro, vivieron con la maleta siempre a medio hacer, cambiando de casa cada vez que el trabajo lo exigía. Y en cada mudanza, la misma pregunta flotaba en el aire: ¿Nos dejarán entrar con él?

La palabra "mascota" le chirría un poco. Prefiere hablar de "compañero" o "familia". Su perro, que falleció hace un año y medio, le acompañó en cada cambio de domicilio. Y aunque reconoce que no todas las viviendas estaban pensadas para ellos, nunca tuvo un problema grave en el momento de adaptación.

"Es más probable que mi hija de cuatro años cause un desperfecto que un perro adulto", sentencia cuando piensa en las razones por las que hay propietarios de pisos que no aceptan mascotas para que puedan vivir con sus familiares.

Vivir a medias

En su entorno, la historia se repite. Su mujer es maestra, y muchas de sus compañeras también han tenido que enfrentarse a la misma muralla que ellos hace años. En este caso, la situación es peor ya que como relata: "algunas se alquilan un piso cerca del colegio, pero tienen que dejar a sus mascotas con sus padres durante la semana, me parece cruel".

La relación con tu mascota va más allá de hacer compañía, quienes tienen saben que son parte de su hogar por lo que "cuando vuelves del trabajo quieres verlo, no esperar al fin de semana, al igual que al resto de la familia", explica Alfonso.

Costumbres

El recuerdo de la primera mudanza con su perro le arranca una carcajada. "Fue regular. Lo habíamos adoptado hace tres meses y perdió mucho pelo del estrés. Venía de un abandono y todo eran olores nuevos, vecinos nuevos... Al principio le costó pero nunca causó ningún daño, solo necesitaba a sus nuevos familiares cerca.

Con el tiempo, el perro aprendió que cada verano tocaba mudanza y cambios. "Llegábamos, olía un poco todo y se acomodaba. Era más flexible que nosotros", dice Alfonso.

Del otro lado de la puerta

Hoy, Alfonso es arrendador. Y la experiencia del pasado ha marcado su manera de tratar a los inquilinos. "Aceptamos animales porque sabemos lo que es estar al otro lado. No es ningún drama que un animalillo viva en tu vivienda y además, los inquilinos son muy responsables con este tema".

Incluso compara: "Veo más perjudicial a una persona que fuma en casa que un perro en una vivienda con su familia. El olor a tabaco es difícil de quitar pero con los animales si hay algún daño, se arregla y ya está".

Una pareja con su mascota en la playa.

Una pareja con su mascota en la playa. Akemy Mory Istock

La clave, insiste, es la confianza. "Si pudiera convencer a otro propietario, le diría: conoce a la mascota. El día que vayan de visita a conocer al futuro inquilino que se lleven a su perro si es el caso. Conocerás de primera mano a quien va a vivir en tu casa y verás que no hay peligro".

Etiqueta injusta

Alfonso cree que hay mucho miedo infundado. "Es desconocimiento. La gente piensa en un cachorro mordiendo muebles, pero un perro adulto sin problemas de comportamiento no tiene por qué hacer daño".

En sus años de inquilino, aprendió a leer las casas como quien descifra un código secreto: bebederos escondidos, bolsas de piensos, algún cojín peludo. "Si veía algo así me tranquilizaba: significaba que allí vivía otro animal, comprendería la situación".

Un perro tumbado en su cama.

Un perro tumbado en su cama. NickyLloyd Istock

Pero también vio el otro lado: anuncios sin rodeos "No se admiten mascotas". O pisos en los que, nada más mencionar al perro, el ambiente cambiaba. "A veces sentías que no estabas buscando casa, sino pidiendo un favor".

Más que cifras, vidas

En Castilla-La Mancha, los pisos que aceptan animales son una minoría. Pero Alfonso prefiere hablar de historias antes que de porcentajes: la de su perro, que llegó oliendo a miedo y se fue oliendo a hogar; o la de las maestras que recorren kilómetros para reencontrarse con su gato.

“Un hogar es donde puedes estar con los tuyos”, dice, con una certeza tranquila. “Si un perro se tumba a tus pies mientras ves la tele, ya está. Esa casa es suya y es tuya”.

Y mientras lo dice, uno entiende que para él, más que paredes y techos, una casa es el lugar donde cabe la familia entera… incluidos los que ladran, ronronean o simplemente esperan junto a la ventana.