"Hola, preciosidades". Con este recurrente saludo inicial a cámara, ataviado con su inseparable gorra de cuadros y utilizando llamativas expresiones manchegas, el humorista Agustín Durán (Ciudad Real, 1982) vio desde el año 2015 cómo crecía exponencialmente su popularidad a lo largo y ancho de España gracias al impulso que el boom de las redes sociales estaba dando a los monólogos de un par de minutos de duración sobre la vida en el mundo rural que iba compartiendo en Facebook o YouTube y tardaban pocas horas en viralizarse.

Pero cuando eso ocurrió ya tenía un bagaje como humorista. Desde 2002 llevaba recorriendo con sus tontás, como él mismo llama a los chistes que hace, los bares, las salas y las fiestas de infinidad de pueblos de Castilla-La Mancha parecidos a su querido Picón, donde llegó a ser alcalde un tiempo después. Durante una buena temporada, hasta que pudo vivir exclusivamente de hacer gracia, tuvo que compatibilizar las actuaciones con su trabajo de profesor de piano en la Escuela de Música de Miguelturra. Ahora que está en el momento más dulce de su carrera y llena los mejores teatros de media España con su espectáculo '20 años de tontás', ese instrumento le sigue acompañando sobre los escenarios porque nunca ha dejado de considerarse un musicómico.

Agustín Durán es uno de los últimos hijos predilectos de la retranca manchega, de la que en las últimas décadas ha germinado el crecimiento de estrellas de la comedia como José Luis Coll, José Mota, Goyo Jiménez o los 'chanantes' Joaquín Reyes o Ernesto Sevilla. Pero, en su caso, ha sabido explotar como recurso no solo el mancheguismo, sino la ruralidad y la vida del campo, la crudeza de la vendimia o la recogida de la aceituna. Pese a ello, asegura que sus shows funcionan igual de bien en un pequeño pueblo de Cuenca que en grandes ciudades como Barcelona, Madrid o Bilbao.

Agustín Durán sobre una oliva seca.

Agustín Durán sobre una oliva seca. Óscar Huertas

P.- Agustín, ¿en qué momento te diste cuenta por primera vez de que eras gracioso?

R.- En mi casa siempre nos ha gustado mucho reirnos de todo, de nosotros y entre nosotros, y siempre he disfrutado de ver cómo la gente se lo pasaba bien con las tonterías que hacía o con las cosas que decía. Cuando estaba en el cole había una asignatura que se llamaba "Dramatización" y la maestra nos ponía a hacer teatrillos, gags... Con unas caretas que regalaban con los Phoskitos de los personajes del programa 'Al ataque', el de Alfonso Arús, hacía mis representaciones de Pepe Gáfez y ya veía que mis amigos se reían. 

P.- ¿Pero la gracia se tiene, se entrena o las dos cosas?

R.- Las dos cosas. Tienes que ser un poco payasete y te tiene que gustar que la gente se ría con tus tontás, pero detrás de cada monólogo, actuación o chiste siempre hay una preparación. Detrás de un vídeo de dos minutos ha habido un tío horas con un cuaderno preparándolo. Conozco a gente que escribe muy bien, pero luego a la hora de soltarlo le cuesta más. Yo, como tengo esta cara de modorro, ya tenía un punto ganado. 

"Después de que me llamase José Mota lloré como un perro"

P.- ¿Cuál es el humorista que marcó tu infancia?

R.- Soy un tío raro de pelotas. Cuando empezaba a tener edad de salir a dar una vuelta por las noches, mis amigos se iban por ahí y a mí no me sacabas de mi casa. Yo estaba deseando que llegasen los viernes para quedarme viendo en la tele a Cruz y Raya, que empezaba a las 9 y media. Siempre he sido un niño como desactualizado dentro de los de mi edad. Mis amigos me hablaban de Indiana Jones y yo a ellos de 'La Vaquilla', la de Alfredo Landa. Es raro que la película favorita de un niño de 10 u 11 años fuera 'Bienvenido Mister Marshall', pero es que yo me sentaba mucho con mi abuelo Agustín a ver comedia española de Pepe Isbert, Paco Martínez Soria o Antonio Ozores.

P.- Mójate como fan de Cruz y Raya. ¿José Mota o Juan Cruz?

R.- José, está claro. Siendo paisanos... Una de las cosas más bonitas que me ha pasado es haber recibido una llamada telefónica suya diciéndome que si quería participar en uno de sus programas de televisión. Recuerdo que acababa de llegar a Madrid en avión desde Bilbao y, cuando colgué, la mitad del camino entre Madrid y Ciudad Real fui llorando como un perro de la emoción.

Agustín Durán durante la entrevista.

Agustín Durán durante la entrevista. Óscar Huertas

P.- ¿Qué tiene la Mancha para que salga tanto humorista y triunfe?

R.- Que nos reímos mucho con nosotros y de nosotros mismos, y así es más difícil que la gente se enfade con lo que dices. Las forma en la que los castellano-manchegos afrontamos nuestra propia realidad ha hecho que en todos los puntos de España se tenga un cariño especial a nuestro humor. Y también influye que los que han estado en primera línea han sido muy, muy buenos: José Luis Coll, José Mota, Goyo Jiménez, todos los chanantes... Lo han hecho y lo siguen haciendo tan bien que a los que venimos por detrás de ellos nos reciben con más cariño.

P.- ¿Cuál es la palabra o la expresión manchega que más gracia te hace?

R.- ¡Hay muchas! A mí siempre me ha hecho mucha gracia la palabra gobanilla, que es la muñeca (se refiere a la articulación). Me encanta cuando le decimos a alguien que está esrriñonao (doblado de dolor o de cansancio) o que es un escuerzo o que está tísico si está muy flaco. Tenemos muchas palabras que hacen que nuestro humor sea especial, pero también las entienden en Bilbao o en Barcelona. Cómo no las van a entender, si estos humoristas que te he dicho antes las llevan soltando desde hace 20 o 30 años en la televisión...

"Hay gente que se piensa que los de los pueblos somos tontos, pero hemos conseguido que vengan americanos pagando por coger aceitunas"

P.- ¿No es un milagro que un humor tan manchego y tan rural como el tuyo llene teatros en grandes ciudades de toda España?

R.- Hay gente que se piensa que los de los pueblos somos tontos, o que somos unos modorros, pero hemos conseguido que haya gente que pague por vendimiar o que haya turistas que vengan de Estados Unidos y suelten 50 euros a la hora por coger aceitunas. Esto dice mucho de nuestra imaginación y de que estamos más espabilados de lo que muchos se creen. No seremos tan tontos. Ja, ja, ja. A mí me gustan los temas que tienen que ver con el campo, con la agricultura o con las injusticias que se sufren en el mundo rural. En mis espectáculos son básicos y funcionan igual en un pueblo de Cuenca que en Barcelona. Muchas cosas de las que digo en el escenario me las han regalado los pueblos. Cuando llego a los sitios, lo primero que hago a la gente de allí es preguntar por los motes, porque tengo un bloque del espectáculo en el que cuento los más graciosos. Hay algunos motes reales que si los hubiese escrito yo en mi casa habría pensado que no se los iba a creer nadie.

P.- Ahora estás recorriendo España con '20 años de tontás', el show con el que repasas cómo ha sido tu trayectoria como humorista. ¿Qué se va a encontrar el espectador?

R.- Hago guiños a 'Hola, borreguetes' y 'Cazafantoches', que fueron mis anteriores espectáculos, pero lo que comenzó como una recopilación de las mejores cosas que he ido haciendo al final se ha transformado en un espectáculo casi nuevo al 100 %. Es un show en el que la gente participa y en el que se divierten desde niños hasta personas mayores. Cuento situaciones que me han pasado en estos 20 años que llevo dando por saco por ahí, hablo de cómo me ha cambiado la vida por tener dos criaturas, por qué cuando empecé a hacer monólogos pesaba 75 kilos y ahora peso ciento y pico...

"Pasé una época muy jodida porque pensaba que me iba a morir cada día"

P.- Ahora tengo curiosidad...

R.- ¿Por lo del peso? Hace ya bastantes años viví unos momentos de angustia muy complicados porque pensaba que me iba a morir cada día. Era muy hipocondriaco y ya estaba casi empadronado en urgencias. Estaba en la cama, me iba a quedar dormido y me despertaba pensando: "¿Ves? Ya te estás muriendo". Pasé una época muy jodida hasta me hicieron todas las pruebas del mundo, el médico me dijo que el problema estaba en mi cabeza y me puso un taco de recetas. Compré todos los medicamentos en la farmacia, llegué a mi casa de Picón y dejé la bolsa encima de un armario. No me tomé ni una pastilla y me dio por correr. Desfogaba mi ansiedad corriendo y no tenía término medio. Me quedé más chupao que el tobillo de una perdiz. Soy un tío que no tiene conocimiento ninguno. He llegado a quedar entre los diez primeros en carreras populares. Pero me empecé a lesionar, a tener cada vez más trabajo y desde que tengo hijos no tengo tiempo para correr. Muchas veces tengo que elegir entre darles una guantá a los niños o comerme una bolsa de cortezas de guarro. Y si me ves te das cuenta de que no les he puesto la mano encima en la vida. Ja, ja, ja. Pero ya estoy notando de nuevo que necesito otra vez esa marcha.

P.- ¿Cómo se puede divertir a los demás cuando no se está bien con uno mismo?

R.- A lo mejor esto suena cruel, pero el que ha pagado por verte no tiene la culpa de lo que a ti te pase. Ellos quieren ver al Agustín Durán de las tontás. Hay que echarse una manta por encima, como los canarios, y sacar lo que la gente quiere ver. También es verdad que el escenario tiene un poder increíble y que, para mí, es una terapia semanal. Me ha tocado actuar en situaciones delicadas, después de una desgracia importante, y las dos horas de espectáculo hayan sido terapéuticas. Cuando estoy en el escenario yo no tengo problemas. Mi único problema es que la gente se divierta. Que haya personas que gastan su tiempo y su dinero para ir a verte... Vivo en un agradecimiento constante. Me considero un privilegiado.

P.- ¿Hay algún tipo de espectador que te saque de tus casillas?

R.- Me gusta que la gente que viene a verme participe, hablar con ellos, que me digan cosas... Es verdad que a veces corres el peligro de que alguien quiera ser más gracioso que tú. Si lo consigue, muy bien; pero si es igual de gracioso que una apendicitis la cosa se complica. Pero a mí lo que más me fastidia encima del escenario es tener a alguien muy cerca y ver que está como en un tanatorio. Aunque haya otros 999 riéndose, estás pendiente nada más que de la cara de ese tío. Algunas veces han venido a verme al acabar y a decirme que se lo habían pasado muy bien. ¡Pues díselo a tu cara también que lo exteriorice, desgraciao!

Agustín Durán gesticula para la cámara de Óscar Huertas.

Agustín Durán gesticula para la cámara de Óscar Huertas.

"Es una triste desgracia que haya que darle tantas vueltas a las cosas por miedo a meter la pata"

P.- ¿Alguna se te ha aparecido el fantasma de la cancelación?

R.- Desde siempre he intentado que mi humor sea muy global, del que se puedan reír desde los más pequeños hasta los mayores, y eso me hace pisar menos charcos que otros compañeros. Pero es verdad que cada vez le doy más vueltas a las cosas, porque no tengo ganas de meterme en líos. Esa actitud muchas veces hace que se pierda un poco de gracia por el camino, pero es que hoy en día es muy fácil meter la pata sin tener intención de meterla. Es una triste desgracia que haya que darle tantas vueltas a las cosas.

P.- ¿Te sientes menos libre a la hora de crear o de hacer un chiste que cuando empezaste hace dos décadas?

R.- Sí, sí, sí. Seguro que sí. Cada día sale alguien nuevo que se enfada hasta cuando le dicen buenos días. Es complicado. Pero bueno, me lo tomo como un reto.

P.- Para no gustarte los charcos, fuiste alcalde de tu pueblo entre 2007 y 2011...

R.- Fui alcalde con 24 años y posiblemente no estaba todavía bien madurado para algo tan importante, pero salí con más amigos de los que tenía, fue bonito y el balance es positivo. La oportunidad de ser alcalde surgió por una desgracia. La que se iba a presentar era mi tía, que se mató en un accidente de tráfico. Para convencerme se tiró un poco de mi sentimiento y se juntó con que yo llevo siendo un propagandista de mi pueblo desde que estaba en el colegio. Para mí, el mejor regalo que podía hacerle a mis amigos que no tenían pueblo era invitarles dos o tres días a Picón. En los cuatro años que fui alcalde me di cuenta de lo complicado que es y de lo atados que están los desgraciaos que tienen que trabajar en los pequeños ayuntamientos de España costándoles su dinero. Tienes que tomar todas las decisiones poniéndoles cara, no hay horarios... Los concejales y alcaldes de los pueblos son casi superhéroes para mí.

P.- ¿Cuál fue el momento más cómico que visite como alcalde?

R.- Hubo una reunión de alcaldes a la que no me dejaron pasar. Llevaba barba, un sombrero y un pañuelo palestino. Se pensaban que no tenía pinta de ser de los míos (se presentó por el PP). Ja, ja, ja. Me hizo tanta gracia que ni forcé la situación. Me fui y así tenía algo que contar para siempre. Cuando eres alcalde de un pueblo pequeño, muchas veces te sientes abandonado por tu propio partido. Luego vienen y te dicen: "Oye, que hay elecciones europeas. Hay que poner carteles". ¡Anda y vete a allanar cerros con una cuchara!

"Eva Soriano está hasta en la sopa, pero es que debería dar hasta los telediarios"

P.- Dime tres humoristas del momento que no nos podamos perder...

R.- ¡Podría nombrar 37! Los tres que te voy a decir son amigos, aunque es verdad que me hacen mucha gracia. Disfruto mucho con Fran Pati, que es de La Roda y tiene una capacidad creativa de la leche. Martita de Graná, que es una persona a la que quiero y con la que tengo la suerte de poder trabajar codo a codo, es una currante de categoría. Y admiro cada día más a Eva Soriano, que se lo curra lo más grande y ahora mismo la tenemos hasta en la sopa, que es mucho menos de lo que se merece. La pájara, con el talento que tiene, debería dar los telediarios, el tiempo y hacer el horóscopo por la noche.