Una voluntaria de la red llama al timbre de un domicilio del Casco Histórico de Toledo tras un recorrido a pie de apenas unos minutos.
Red Alimenta: el engranaje solidario que transforma 20 toneladas de comida que se tira en ayuda social a 170 familias
La asociación canaliza el excedente de restaurantes, colegios y empresas hacia hogares vulnerables o en precariedad sobrevenida gracias a 100 voluntarios.
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En las cuestas del Casco Histórico de Toledo, el intervalo entre el sobrante de un catering institucional y su llegada al domicilio de una familia trabajadora en situación vulnerable es de apenas 45 minutos, el tiempo que tardan los voluntarios de Red Alimenta en transportarlo. La ciudad funciona desde el nacimiento de esta entidad en 2017 como un 'laboratorio social' sobre una realidad que afecta a toda España: tener un contrato laboral ha dejado de ser una garantía suficiente contra la precariedad.
Sin embargo, para esta asociación, el foco también está en la ineficiencia del sistema, la sostenibilidad y la protección del medio ambiente. Su meta fundacional es la concienciación para eliminar el excedente, tratando de que la comida no termine en la basura. La evolución es medible dado que si en 2021 se evitó el desperdicio de 16 toneladas de alimentos, este último ejercicio han rozado ya las 20 toneladas rescatadas.
Son productos que, de otro modo, terminarían en el vertedero. Como consecuencia directa de este rescate, la comida llega a 170 familias cuyos ingresos han sido consumidos por la inflación y el alquiler. La problemática social es evidente, ya que el colectivo mantiene actualmente una lista de espera "alta" de personas que aguardan su turno para entrar en este sistema de apoyo.
En la cocinas colaboradoras, los voluntarios de Red Alimenta recogen el excedente del día para iniciar el reparto de inmediato.
Su centro de operaciones se sitúa en el centro cívico de Palomarejos, en un local cedido por el Ayuntamiento de Toledo que comparten con otras entidades locales. Allí se almacenan los lotes y se preparan los repartos que se distribuyen por barrios como Santa Bárbara, el Polígono, el Casco o Buenavista, cubriendo los puntos clave de la capital regional.
La actividad diaria está también en cocinas colaboradoras como la del colegio Divina Pastora; allí se recogen raciones recién cocinadas en mochilas térmicas listas para repartir. EL ESPAÑOL de Castilla-La Mancha acompaña en su ruta a María -nombre ficticio-, una de las casi 100 voluntarias que cada semana cumplen con entregas rápidas y cercanas a su domicilio, en muchos casos a pie de poco más de media hora. El objetivo es que la tarea no se convierta en una "carga" que les fuerce a abandonar.
La voluntaria explica la filosofía que mueve al grupo. "El objetivo principal es disminuir el desperdicio y aprovecharlo; no somos una red directa para atajar la exclusión social como tal, aunque nuestra labor ayude en el proceso". El reparto no garantiza un sustento permanente, sino un refuerzo de un par de comidas a la semana.
La dignidad en la entrega es fundamental y se utilizan táperes de cristal que se rellenan directamente en los centros de origen.
A veces, la casualidad permite que a una mesa humilde "lleguen menús 'VIP'" procedentes de catering institucionales, empresas o restaurantes con platos muy elaborados. Los datos de la asociación muestran, además, la paradoja de que cuanto más concienciada está la empresa, menos recursos recibe la red. La firma Tello, por ejemplo, ha pasado de entregar 4.000 kilos a 500 en un año.
Gloria, coordinadora de la organización, lo celebra. "Ese es nuestro objetivo fundacional, tirar cada vez menos comida. Si las empresas optimizan sus procesos, nosotros cumplimos nuestra misión". Pero mientras el desperdicio baja, el perfil de quien necesita ayuda se transforma. Si antes el receptor estaba vinculado "a la exclusión social tradicional", hoy el panorama es distinto.
Raciones de tortilla de patata, excedente de una cocina local, son recuperadas para evitar el desperdicio.
Esa cercanía permite detectar carencias que van más allá del plato de comida. "Hace poco una persona necesitaba una cuna nueva para su bebé", explica Gloria sobre cómo intentan movilizarse ante necesidades materiales urgentes.
Sonia, pediatra y voluntaria, añade que el contacto semanal también asiste a familias monoparentales que no pueden cocinar por estar en tratamientos médicos, por ejemplo por cáncer, o mayores solos, cuya única visita semanal es esta. "Se crea una amistad; los voluntarios son su vínculo de apoyo emocional. Por eso nos llamamos red".
Red Alimenta se caracteriza por una gestión técnica y profesionalizada que garantiza la "seguridad alimentaria" con táperes de cristal y una logística que mide los tiempos en los repartos. "A las tres y media está el voluntario en la cocina y poco más de media hora la entrega está terminada", destaca Sonia.
Se utilizan mochilas isotérmicas para transportar el excedente y llevarlo a los hogares de destino.
Para que esto funcione, cuentan con una coordinación técnica profesional que representa Gloria. "Necesitamos la liquidez de los socios para pagar esa coordinación; ella es quien nos organiza a todos ante cualquier imprevisto", insiste Sonia.
Esta iniciativa, inspirada en un modelo que las dos fundadoras conocieron durante un viaje a Lisboa, cuenta con el apoyo del Ayuntamiento, la Diputación, la Junta y aliados en entidades y empresas como Pan Milagros, Delaviuda, el colegio San Patricio, el Divina Pastora, el restaurante La Clandestina o la Fundación "la Caixa".
Para sostener la estructura y reducir la lista de espera, la asociación busca socios y voluntarios activamente. Los interesados pueden contactar a través de la web redalimenta.org, el teléfono 655 816 402 o el correo redalimenta@gmail.com. El objetivo es que mientras el sistema genere excedentes, estos no se desperdicien y lleguen a quienes los necesitan.